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Bastián

El menudo cuerpo a mi lado se removía inquieto. Lo apreté más a mi lado, tratando de descansar un poco más. Sentí como la figura pequeña de Ekaterina se pegaba a mí, compartiendo el calor agradable y para nada sofocante, cortesía del aire acondicionado.

Abrí los ojos al sentir un peso mayor en la cama. Alexander estaba recién despertando, con cara de pocos amigos y desorientado. Pobre hermano, tenía un brazo en la cintura de la dama dormida, pero no sabía porque estábamos todos en su cuarto.

— Buenos días, hermano mayor.

Un detalle de Alex, es que absolutamente siempre despertaba de mal humor. Debíamos pasar al menos una hora y media hasta poder hablarle. Había sido así desde siempre, un real Grinch de la mañana.

— Mrrhh...— Gruñó o murmuró, no sé, algo inentendible

Me apoyé sobre mi codo para poder ver mejor la escena. Alex acurrucó su enorme cuerpo a Kata, apretando más el agarre que tenía en su cintura y escondiendo la cabeza en su cuello. Sonreí al verlos. Era demasiado tierno apreciar al hermano gruñón, abrazando el cuerpo pequeño de la rubia que se estaba desperezando.

Su piel pálida hacía un contraste increíble con la nuestra que estaba curtida por el sol y la genética. Su cuerpo presentaba ligeras marcas rojizas, comprobante de la impresionante noche que habíamos pasado.

Acaricie las hebras rubias y vi como de a poco iba abriendo los ojos. Sus orbes celestes y somnolientos me saludaron, junto con una sonrisa tierna. El brazo de Alex estaba en su cintura y mi mano acariciaba el hueso de su cadera, con algún que otro toque en su respingón trasero.

— Buenos días, reina.

— Buenos días, Bastián.

Me acerqué para darle un beso corto y casto. Ella se removió un poco, generando más contacto entre Alex y yo. Apreciaba muchísimo que ella quisiera pegarse a ambos. Yo de por sí era una persona muy táctil, me encanta el tema de los abrazos y cariños, y parecía que Ekaterina Petrov tenía un montón de eso para darme.

Ekaterina subió una de sus manos a mis cabellos, rastrillando sus uñas en mi cuero cabelludo y bajando por el cuello, donde iniciaban las cicatrices. Su mano se detuvo un momento, pero después empezó a brindarme caricias lentas.

— Sé que quieres preguntar sobre ello.

— No creo que me corresponda. — Hablaba en susurros, asumo que era para no despertar a Alexander — Y veo que es un tema sensible para ti.

— No quiero tener secretos contigo, pero tampoco me siento preparado para eso.

Esperaba que pudiera entenderme. No habíamos hablado exactamente de lo que éramos, pero en toda relación la base era la confianza, y de a poco iríamos haciendo un punto en ello. Ya habíamos tenido un paso enorme que era la confianza física.

— Ya habrá tiempo para eso. — Bajó la mirada a mi pecho — Yo también tengo cosas que contar.

Me recosté en la almohada, tomando su rostro en mis manos y dándole un beso profundo. Sus pequeñas manos fueron a mi pecho mientras degustaba esos labios increíbles que pude saborear durante toda la noche.

Ella fue consciente de nuestra desnudes cuando pegué mi cadera a la suya, compartiendo un poco de mi erección. Jadeó en mi boca y se removió en busca de fricción. Pasó una de sus piernas por encima de las mías, quedando en la postura justa para una buena penetración.

— Así que a nuestra chica le gusta la acción matutina. — La voz ronca de Alex salió justo detrás de ella

El cabello de mi hermano estaba revuelto y seguía teniendo la misma actitud huraña que tenía siempre al despertar. Pero al menos su erección pegada al trasero de la rubia decía que tenía un poquito más de ánimo.

La Reina de los SaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora