11. Parte 4.

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Nos sentamos en los muebles de la sala. Aquella noticia nos tomó por sorpresa, sobre todo a Marco. Él no había dicho ni una palabra al respecto.

— No me lo esperaba, tía, pero realmente los felicito.

— Gracias, Alli. Es una larga historia.

— ¿Sucedió anoche?

Finalmente Marco habló.

— No. No sucedió anoche. Como digo, es una larga historia.

— Le propuse matrimonio hace un par de años atrás.

Ambos no disimulamos nuestra reacción de sorpresa.

— Sí, fue hace dos años. No estaba tan convencida de aceptar. Empezábamos a actuar como una familia, aun así no olvidaba las cosas que pasaron antes.

— Le dije que lo entendía. Que si bien no habíamos comenzado una relación yo seguía estando enamorado de ella. No importaba si tardara en responderme, tenía lo necesario para casarnos cualquier día en el que me diera la respuesta que quería.

— ¿Eso significa...

— Que reservaba un matrimonio para cuando estuviera lista.

Mi tía respondió con una pequeña sonrisa ante la pregunta de Marco.

— Yo... últimamente me he sentido lista para esto. Hemos pasado mucho tiempo conviviendo los tres y creo que ya forma parte de nuestras vidas. ¿Cierto, Marco?

Él se quedó callado unos momentos mientras desviaba la mirada.

— Tengo que admitir que sí.

— Sé que esto es un paso muy grande pero estoy segura de darlo junto con ustedes dos. Porque esta decisión no solo es mía, Marco. También es tuya y él lo sabe.

— ¿Mía? Eres tú la que se casará.

— Lo sé. Aun así, tú y yo vivimos lo mismo durante estos años. También es tu decisión.

Yo sé que él no piensa eso completamente. Él sabe que tú sufriste mucho más pero no quiere hacerlo notar...

— Yo... estoy bien con tu felicidad.

Marco se puso de pie y se le acercó.

— Si tú eres feliz, yo lo seré. Sé que las cosas han ido bien en los últimos años, pero todo fue gracias a ti. Muchas felicidades, mamá.

Consiguió abrazarla al terminar de hablar. Ella correspondió el abrazo con mucho afecto.

— Para ti también, felicidades, Ryan.

— Gracias, Marco.

Atinó a darle la mano a mi tío sin siquiera cesar el abrazo que le daba a mi tía.

— ¿Y cuándo será la boda?

— El próximo fin de semana.

Después de un rato y provechando que sus padres estaban en la cocina, él me llevó a su habitación para entregarme el dinero que tanto insistía.

— Ya te dije que no es necesario.

— Solo entra. Te lo daré igual.

— Sabes que puedes darme el dinero afuera, ¿no?

— Obviamente.

Al estar de espaldas escuché cómo cerraba la puerta con delicadeza.

— ¿Entonces por q-...

De repente, me tomó de las caderas y al cabo de unos momentos me encontraba sobre su pierna. Fue una sorpresa, ni siquiera me había dado cuenta que estaba sentado sobre la cama.

— ¿E-Este... era tu plan?

Él me rodeaba con sus brazos, lo que me impedía levantarme o moverme a voluntad.

— Tal vez sí, o puede que no.

— ¿Qué quieres lograr con esto?

Traté de zafarme usando mis brazos.

— Tenerte como mi prisionera...

Me tomó de una mano y apretó mi cintura con su brazo.

— ¿Cómo es que no puedes dejar de moverte?...

Besó mi cuello. Fue subiendo lentamente, llegó a mi mejilla y hasta a dar mordeduras leves en el lóbulo de mi oreja.

— ¿E-Es... tu...

— Venganza, cariño.

— Todo e-esto... por un pelliz-co...

Intenté nuevamente zafarme de su agarre pero no tuve éxito. Tenía mi mano y cintura totalmente cautivas. Me tenía a su completa merced.

— ¿Sabes lo mejor de esto?... ~

Dejó de repartir cortos besos o de mordisquear para susurrarme al oído. Yo desistí a la idea de seguir luchando. Permanecí quieta y solamente escuchando su voz tan cerca de mí.

— ¿Qué es?...

— El hecho de que no te resistes lo suficiente. Eso significa que te encanta ser sometida, ¿no es así? ~

— N-No... no es así...

— ¿Entonces por qué estás así de sonrojada?

Cada vez se acercaba más y debido a esto mis latidos no dejaban de acelerarse. 

¿Cómo es que aún puede producir esta sensación en mí?

— Marco,  Allison ¿ ¿Desayunarán?

Escuchamos la voz de mi tía a lo lejos.

— Ya desayunamos, ma...

Él respondió la interrogativa lo suficientemente alto para ser escuchada. Sentí mis ataduras menos apretadas. Él dejó de aferrarse a mí y me permitió levantarme.

Se acercó hasta un librero y tomó una billetera.

— Ten, es lo que te debo.

— Pero si no te dije cuánto fue.

— ¿Esto es suficiente?

— Ten, me diste de más.

— Gracias por aceptarlo, y gracias por lo de anoche.

— Hubiera estado bien con que no te vengaras de esta forma.

— Te lo merecías y lo sabes. Vamos, sé que tienes que irte.

— Sí, debo ver a Aurora.

Estuve a punto de abrir la puerta, pero de nuevo sentí cómo me abrazó por detrás. Sus brazos esta vez rodeaban mi cuerpo y se encontraban con mis pechos, aunque parecía no importarle. Acercó su rostro y lo situó junto al mío. Todo fue realmente inesperado.

Yo solo pude reaccionar con una sonrisa ante el lindo gesto que tuvo.

— Por cierto, idiota.

— Dime, tarada.

— Olvidaste darme un beso... ~ ❤

De verdad, te amo...  (Segunda parte de "PRIMOS...")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora