Capítulo 44🃏

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ADELINE IVANOVA

Ser admirada, cuidada y venerada se siente de otro mundo. Ese poder que se alimenta con cada detalle, con cada palabra, incluso con cada gesto. Cuando pruebas ese suave veneno, nunca más vuelves a aceptar menos.
Hace años que aprendí a sentir todas esas cosas por mí misma pero que otra persona me trate de esa manera, le da una sensación única.

Khlaus me hace sentir como una reina.

Keegan me trata como una Diosa.

Espalda derecha, hombros hacia atrás, mentón en alto y la mirada peligrosa. Bajo las escaleras de la mansión Petrov, lo hago con todo el placer del mundo. Mi seguridad no es algo que puedan quebrar en este momento exacto.

Al escuchar el sonido de mis tacos ambos deciden voltear a verme, sus miradas poderosas y penetrantes se clavan en mí.

Ignoro sus expresiones de deseo, camino lentamente hacia ellos mientras cuelgo la casi invisible cadena de la cartera en mi hombro. Es pequeña y le da un toque increíble a mi atuendo.

—Puta madre—expresa Keegan—. Te ves jodidamente ardiente.

Por suerte es todo un caballero, claro...

Sonrío y me muerdo el labio inferior al mismo tiempo.

Él tiene una camisa blanca junto al elegante saco de seda azul oscuro en conjunto con el pantalón y los zapatos. No lleva moño ni corbata, se ve atractivo con el detalle de que su camisa está un poco abierta. Observo su cabello peinado y prolijo al igual que su perfilada y escasa barba.

Su mirada azul no deja de inspeccionar cada parte de mi cuerpo.

—Tú estás muy guapo—pronuncio.

Una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro.

—Ya es costumbre—dice arrogante, poniendo los ojos en blanco.

Dejo de ponerle atención y decido mirar a Khlaus, me observa con delicadeza. Sus ojos celestes suben lentamente hasta llegar a mi rostro, traga saliva y mantiene su porte cargado de poder.
Él viste una camisa blanca con corbata negra, combinada con un chaleco abotonado que se ajusta a su cuerpo musculado. A diferencia de su hermano, él también se ve elegante pero decidió llevar el color negro y le sienta muy bien.

Tengo la tonta idea de que me dirá algo respecto a mi apariencia pero rasca su barba y luego consulta la hora en el reloj de su muñeca para al fin hablar.

—Ya debemos irnos—pronuncia en un tono seco.

Me mantengo seria, paso por su lado y salimos de la casa para ir directamente al estacionamiento privado.

Aparecer en aquella fiesta a la que no fui invitada y mucho menos seré bienvenida, es algo que aumenta el fuego interno con el que cargo cada día.
Gracias a Keegan, pude arreglarme con profesionales y sentirme cómoda. Llevo puesto un vestido blanco con el escote en V y los hombros levemente caídos en ambos lados, se pega a mi cuerpo hasta la cintura para luego crear un efecto acampanado con un agregado de la misma tela. Llega por debajo de mis rodillas pero tiene un tajo abierto en medio que le da visibilidad a mis piernas. Lo combiné con tacos de aguja blancos y unos guantes del mismo color que llegan hasta mi antebrazo.

No puedo estar más conforme con esto, es elegante, sutil, sensual y lo más importante... Blanco.

Ir a una boda justamente vestida de ese color es sinónimo de crear un caos.

Sin dudas resaltaré más que la propia novia y me encanta.

El maquillaje que llevo es perfecto, mi boca está de un color nude que se amolda a mi tono y las sombras son de colores demasiado delicados logrando que estén a la misma altura de mi vestido. Al igual que el resaltante y perfecto delineado negro en mis ojos.
No quería peinarme pero la chica insistió en que ayudaría a darle más elegancia a todo y acepté. Mi cabello está recogido en una coleta alta y perfectamente peinada.

La abogada del diablo© ||#1 Trilogía Purgatorio||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora