CAPÍTULO UNO. "Número a cambio de café "

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Apreté mi paso, haciendo resonar la goma de las suelas de mis Converse All Stars negras por la acera levemente mojada por el rocío de la mañana. Suspiré, mi aliento se escapó en forma de volutas de vapor.

Guardé uno de mis mechones claros tras mi oreja. Mi corazón aún latía a un ritmo poco normal debido al cruce de miradas con mi nuevo vecino.

Mis manos enrojecidas por el frío se aferraban a los cordones de mi mochila. Pasé por delante de un alto edificio de grandes espejos. De forma ridícula mi vista se desvió al espejo. Mi delgada silueta cubierta por un abrigo verde, el cabello rubio revuelto y mis mejillas sonrosadas no captaron mi atención tanto como la otra silueta que se reflejaba en la pared.

Aparté la vista rápidamente cuando me decidió una descarada sonrisa al pillarme mirándole furtivamente.

«Genial Ann, no puedes ser más discreta.»

Mordí mi labios creando una marca blanca en la rosada carne. Algo vibró en el bolsillo de mis vaqueros. Con dedos inseguros rescaté mi móvil.

Sonreí al ver la sonrisa resplandecientes de mi mejor amigo. La palabra Jake acompañaba su iluminado rostro. Apreté el botón verde y me lo llevé al oído.

—¡Buenos días,Ann! —Saludó inmediatamente después de que descolgué.

—¡Buenos días,Jake! —Contesté de la misma forma apartando distraídamente un mechón rebelde de mi frente. —¿Qué tal?

Escuché un fuerte bocinado al otro lado de la línea.

—Bien, aunque mi hermana
me pone muy nervioso,¡ya voy Teddy!

Reí entre dientes. Esquivé una grieta de la acera en mi manía supersticiosa y resguardé mi mano libre en el calor de la tela de mi bolsillo.

—Sé bueno —Le regañé. —Al menos tú vas en coche al instituto.

—Vas andando porque quieres.

Puse los ojos en blanco, aunque no podía verlo sentía mis pestañas temblar. Una manía heredada de George, que sin duda llevaría conmigo durante toda mi vida.

—Eso no es verdad. No me gusta molestar y mis padres son hombres ocupados. — Respondía chasqueando la lengua.

«Tú padre se pasa todo el día en casa...eres una mentirosa Ann.»

—Bueno luego nos vemos, creo que Teddy me está haciendo vudú en el coche. ¡Adiós MA!

—¡Adiós!

Colgué y volví a guardar el aparato en mi bolsillo. Acababa de llegar a la puerta de un Strarbucks. El olor de café recién hecho atacó mis fosas nasales.

Mis dedos se aferraron en la manga de mi abrigo, descubriendo mi reloj.

Frené en la puerta, me daba tiempo. Sólo un café. Tomé una amplia respiración, era una puesta de futuro. De la otra forma no aguantaría todo el día despierta.

No sería la primera vez que me dormía en clase.

«El profesor de física no te ha vuelto a saludar desde entonces.»

Suspiré, pobre señor Adams.

Empujé la doble puerta de cristal. Una cálida brisa me acogió robándome un suspiro. Caminé segura hasta la barra jugando con el collar de plata que llevaba colgado de mi cuello desde prácticamente mi nacimiento.

Tomé asiento en un taburete libre y jugué con la goma de mis pies sobre la barra de metal de este.

—¡Ann! —Levanté la cabeza, encontrándome con un sonriente camarero de veinti pocos años y media cabeza rapada. Sonreí. —¿Cómo esta mi pequeña?

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora