CAPÍTULO CUATRO. "Las hormonas montan una fiesta a mi costa"

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Sus dedos jugaron con mi piel hasta sujetar mi barbilla. La alzó suavemente para que sus profundos ojos negros se clavasen en los míos azules.

Mordí con fuerza mi labio inferior. Oculté mis manos tras mi espalda, secando las palmas en la tela de mis vaqueros grises.

—¿Qué ocurre angelito? ¿Tienes dos pies izquierdos? — Alzó una comisura de su labio, formando una mueca seductora.

Fruncí los labios.

—¿Qué ocurre imbécil? ¿Te caíste de la cuna y perdiste la poca inteligencia que tenías? —Pregunté alzando las cejas.

Blake rió.

Un grave, melodioso y jodidamente sexy sonido que mandó un escalofrío por mi columna vertebral.

—El angelito tiene genio.—Se inclinó hacia delante. Parpadeé al tenerlo tan cerca. —¿Te pongo nerviosa?

Me eché hacia atrás, golpeando mi espalda con la puerta cerrada de la sala de música. Apoyé mi peso en ella, mis manos quedaron apoyadas a ambos lados de mi cuerpo y mi cabello rubio caí de forma desordenada sobre mis hombros.

—N-no.

«¡Así no convences a nadie! ¡Haz el favor de controlarte! No te pierdas en sus ojazos negros, su sedoso pelo, sus carnosos labios...»

Puse los ojos en blanco. Perfecto, hasta mi concencia había perdido el juicio.

Blake metió sus dedos en su sedoso cabello como había apreciado mi conciencia hacia un segundo y se acercó más a mí.

Sus manos quedaron a ambos lados de mi cabeza.

Jadeé débilmente.

—Si quieres vamos al baño, para...conocernos mejor. —Susurró roncamente muy cerca de mis labios.

Negué reitiradamente con la cabeza. Atrapé el interior de mi mejilla con los dientes, intentado que el efecto sedante y agilipollante de las hormonas remitiese.

—Bueno...o aquí en el pasillo. — Su grueso y áspero dedo se desvió por mi mejilla.

Aspiré de forma irregular. Blake bajó el rostro su nariz chocó contra la mía.

«¡Reacciona! ¡Reacciona

Mis manos quedaron en su pecho, haciendo fuerza para impulsarle lejos de mí. Sin embargo no se movió.

Fruncí el ceño y le fulminé con la mirada.

—¿Qué crees que haces? ¡Aparta! — Murmuré, ignorando el cosquilleo de mi vientre.

El metálico sonido del timbre retumbó por las paredes del centro. Crispé mis dedos entorno a su camisa, arrugando la flexible tela de la prenda.

«¡Ann! ¡Llevas desde los siete años dando karate! ¡Y ballet, chelo y piano! Que no creó que te sirva pero...¡karate!»

Tomé una amplia bocanada de aire. Cerré los ojos un segundo, rememorando los nueve años que llevaba dando karate. Tener dos padres gays implicaba en mi caso muchas actividades extraescolares.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora