CAPÍTULO TRECE. "Locura transitoria"

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Esto era sin lugar a dudas una mala idea. Una muy mala idea. Tal vez una de las peores ideas que había tenido en mis quince años de vida. Desde luego las hormonas generaban un efecto que llevaba a cometer locuras.

«¡No sobreactues Ann!»

Parpadeé varias veces, despertando del pequeño trance donde me encontraba sumida.

Mis claros ojos azules se fijaron en la pulida puerta de pino oscura que se encontraba enfrente de mí. Atrapé la carne de mi labio cambiando el peso de un pie a otro.

Con la piel estirada de mis nudillos golpeé la tibia superficie de la puerta que cedió casi inmediatamente con un chasquido.

Fruncí el ceño aún con mi mano extendida mientras ladeaba la cabeza.

—¡Angelito! —Alzó las comisuras de sus gruesos labios mostrando sus relucientes dientes. Sus dedos se cernieron entorno a la muñeca que tenía extendida. — Te esperaba.

Me enredé con mis pies cuando con un leve tirón empujó mi cuerpo hacia el interior de la vivienda. Mis ojos vagaron por el pequeño descansillo de oscuro ladrillo con un fuerte olor a barniz.

—¿Por qué querías que viniese? — Interrogué lamiendo mis resecos labios.

Blake me miró por encima de su hombro mientras seguía conduciéndome por el vacío pasillo de la casa.

—Obvio.

Arrugué la nariz.

—Para mí no.

Escuché su risa ahogada. Melodiosamente grave. Sin embargo no me contestó sino que dobló la última esquina arrastrándome con él hacia una gran sala. Un enorme sofá de cuero se encontraba apoyado en la pared bajo un sucio ventanal que iluminaba la mesa de ébano sobre la cual reposaba una gran televisión de pantalla plana al menos el doble que la mía.

—Uau... —silbé impresionada.

—Cuidado angelito, se te cae la baba. — Arrugué el ceño cayendo de entre las brumas que envolvían la zona. —¿Te gusta?

Chasqueé la lengua.

—No está mal.

«Pinochita...menos mal que tu nariz es pequeña. Aún.»

Inconscientemente acaricié con la yema de mis dedos mi nariz.

Me empujó con suavidad colocando su gran mano entre mis omóplatos contra el enorme sofá. La tela de mis vaqueros rozó la fría superficie. Hundí mis manos mi cabello rubio mientras impulsaba mis pies encima del cojín donde me encontraba.

—Entonces... — mis labios se movieron con dificultad, luchando por romper un asfixiante silencio. — ¿qué querías?

Blake se encogió de hombros descuidadamente.

—Ver como estabas.

Unas plumas acariciaron mi pecho por dentro haciendo que un jadeo escapase de entre mis labios.

—¿Por qué te fuiste entonces?

Mi vecino peinó su cabello alborotando sus oscuros mechones.

—No podía meterme en problemas -alzó los hombros —¿quieres algo de beber?

Negué rápidamente esbozando una sonrisa educada.

—No gracias.

Blake enarcó sus oscuras cejas.

—¿Siempre tan correcta? — Se agachó con rapidez, quedando de cuclillas con su cabeza suspendida frente a mí. —¿Nunca has hecho nada que no debas hacer?

Suspiré ladeando la cabeza.

—¿Algún problema?

Los gruesos dedos del chico sujetaron mi barbilla clavando su oscura mirada en la mía con abrumadora fijeza.

—Tienes unos ojos bonitos. — Comentó acariciando la sensible piel de mis mejillas.

Las hormonas chispearon por mis venas asestando un fuerte golpe a la razón a la que me aferraba. Retrocedí hundiendo mi espalda entre los cojines aprisionándome.

Las yemas de Blake continuaron su camino por mi rostro hasta llegar a las comisuras de mis labios.

—¿Q-qué haces? —Balbuceé.

—Nada. —Su aliento picante con un matiz mentolado acarició mis labios.

Mis dedos se crisparon contra la tela del jersey que llevaba tirando de él con nerviosismo. Me costaba respirar y un fuerte calor escaló de la punta de mis pies hasta quedarse persistiendo en mi rostro.

Alcé las cejas.

—¿P-por qué te fuiste Blake? —Suspiré en un desesperado intento de mantener a raya las hormonas y las confusas emociones que chisporroteaban contra mis vasos sanguíneos.

Maldito hipotálamo.

—No podía permitirme problemas, te lo he dicho.

Mordí mi labio inferior echando en un fuerte suspiro los mechones que descendían en pleno caos sobre mis ojos.

Cerré los ojos sintiendo el salvaje pulso someter mis sienes cuando sus dedos trazaron el contorno de mis labios.

Había sido una idea, desde luego, horriblementemalpésima, a veces me sorprendía lo estúpida que podía llegar a ser.

—Creo que anoche nos quedamos en un punto...interesante.

Deslicé las palmas sudadas de mis manos por el cuero curtido que se pegaba a ellas.

—Alejate... — musité quejumbrosamente en voz tan débil que apenas me escuché.

Podía percibir su presencia cada vez más cerca, estallando mi burbuja de espacio personal haciendo que el aire quedase preso en mi caja torácica.

Blake se inclinó más hacia mí, rozando su nariz con la mía.

«Dios, no te latía tan rápido el corazón desde que Marc Marquez ganó el mundial.»

Abrí los ojos bruscamente, sintiendo el corazón en la garganta. Mis pies quedaron en su cintura empujándole lejos.

Mierda,mierda,mierda.

—¡ Blake! ¡Saca la moto! —Grité cuando al fin el recuerdo de lo único que tenía que hacer en todo el día se interpuso sobre mi descontrolada adolescencia.

—Claro angelito, luego me pagarás el favor.

Puse los ojos en blanco.

Eso no sonaba bien.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora