CAPÍTULO CUARENTA. ¡Juan!

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Decir que era horrible a la hora de narrar noticias probablemente sobra después de la penosa diarrea verbal que mis labios habían escupido a mi familia. Con la mirada fija en mis manos apretujadas sobre la manta de terciopelo morado que tenían mis madres colgada sobre el sofá esperaba pacientemente que tanto mi madre como Rachel y Asthon terminaran de digerir lo que acaba de soltar.

Estaba realmente avergonzada de los hechos pero a pesar de eso un fuerte escozor se había instalado en mi pecho provocando que mantuviese mis labios presionados con fuerza evitando así posibles inundaciones de mi cara. Dolía. Joder. Dolía mucho. Más de lo que una puede pensar cuando simplemente lo lee en novelas cursis, la diferencia es que seguramente Blake no viniese arrepentido diciendo que siempre me amó y que le perdonase ¿no?

Emily fue la primera en actuar. De dos zancadas quebró la distancia que nos separaba para rodearme con sus brazos en un abrazo maternal.

Apoyé mi barbilla en su hombro correspondiendo al abrazo. Rachel corrió agachándose enfrente de nosotras para unir dos brazos más al abrazo y estrujar mi cabeza con la suya. Solté una risa sofocada que se contrarrestó con una especie de sollozo quebrado.

«Oh no, la fuente se activa. ¡Cerrad grifos!»

Sorbí mi nariz cuando la primera lágrima se deslizó por el contorno de mi mejilla. Un par de brazos fuertes entonces se apretaron en mi abdomen. Asthon se unió al abrazo.

Cerré los ojos.

—Gracias – Murmuré con voz rota.

—Oh mi niña no pasa nada.

Me separé de ellos levemente quedando sentada en la alfombra donde habíamos acabado. El escozor de mi pecho había escalado hasta mis ojos permitiendo que las lágrimas danzasen en mis mejillas antes de perderse en mi barbilla. Les miré sonriendo con la misma cantidad de tristeza y alegría desdibujadas en ella.

—Lo siento...lo siento mucho.

Rachel agarró el puente de su nariz parpadeando para no permitir que las lágrimas escapasen de sus ojos.

—¿Por qué cariño?


Mordí mi labio arrugando mi nariz.

—Por ser tan...estúpida.

Los tres me miraron con expresión preocupada. Fue Asthon quien habló.

—Ann...no pasa nada. No te culpes más.

Les sonreí de nuevo para echar la cabeza hacia delante permitiendo que mi cabello cayese sobre mis hombros y rostro. Me sentía...bien. Tenía una familia, puede que no muy normal o demasiado pequeña pero era sin lugar a dudas mi posesión más preciada.

Alcé la barbilla.

—Os quiero...

(...)
Me tapé hasta la barbilla dejando que el peso de mi cabeza recayese sobre mis rodillas. Mordisqueando mis labios distraidamente me fijaba en el trasiego que mi primo se traía con él. Al parecer mis padres habían tenido que salir debido a un asunto de uno de sus amigos más cercanos que vivía en una ciudad a dos horas de nuestra residencia.

Como aparecí en la puerta de casa con los ojos rojos y evidencia de llanto sufrí un amable interrogatorio por parte del chico que me escuchó y propuso hacer chocolate para ver una película.

Plan que yo, inmediatamente apoyé. Por lo que me encontraba disipando el vapor abrasador de mi chocolate mientras mi primo seguía hurgando en las películas. Sacó dos y se alzó sobre las puntas de sus zapatos para mostrármelas. Dejé de triturar mi labio para mirarle a los ojos.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora