CAPÍTULO CINCUENTA. Mía.

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CAPÍTULO CINCUENTA.Mía. 

Me despedí de los padres de Jake después de denegar su oferta de quedarme a cenar por décima vez. Parada en la puerta esperé que el chico sujetase a Tris y Cuatro sus perros. En el momento que vi mi oportunidad salí disparada hacia delante corriendo por el resbaladizo césped y cerrando la vaya con un fuerte golpe evitando así posibles fugas. El chico avanzó hacia la puerta y se quedó apoyado contra los hierros mirándome.

—Eres una exagerada — Murmuró sonriendo divertido.

Fruncí el ceño al tiempo que sacaba la lengua en su dirección.

—Más vale prevenir que curar.

—¿Segura qué no quieres quedarte a cenar? Es tarde.

Negué con la cabeza.

—No importa. De verdad que no.

—Está bien. Buenas noches Annie.

—Buenas noches —me despedí.

Virando mi peso sobre la planta de mis zapatos me apresuré a encaminarme hacia mi hogar. La noche ya había descendido sobre la ciudad y las farolas iluminaban con su tenue luz anaranjada las aceras. Subí hasta el borde la cremallera de mi chaqueta para a continuación refugiar mis manos en la cálida tela. Mi respiración se condensaba nada más escapar de mis labios debido a la baja temperatura. Las calles parecían desiertas. De vez en cuando un vehículo pasaba por la carretera iluminando con sus potentes luces la vía, pero no había personas no había nadie.

Mi imaginación se disparó.

Imágenes de asaltadores, violadores y ladrones retumbaron con la fuerza de un trueno en las paredes de mi cráneo. Tal vez no debí haber declinado la oferta de la cena.

«No seas gallina Ann. No ocurre nada.»

Me aferré a esa idea. Cerré los ojos medio segundo calmando mis alocados pensamientos y retomé el paso con más ánimo de antes.

Vivía en un barrio muy tranquilo. Aquello estaba fuera de lugar.

Los mechones que se habían liberado de mi coleta acudían a mi congelado rostro, pero mis manos se encontraban tan cálidas en el interior de mi abrigo que me negaba a sacarlas.

Me encontraba a apenas una manzana de llegar a mi casa cuando el ronco rugido de una moto quebró el plácido silencio. Mis pies de detuvieron al tiempo que me quedaba rígida con mi agitada respiración moviendo mi pecho en un ritmo errático.

El ruido cesó.

Tragué saliva armándome de valor para girar mi rostro. Cuando al fin lo logré me topé de frente con una atractiva sonrisa burlona. Trastabillé hacia atrás chocándome yo misma contra el muro de ladrillo de la casa situada al pie de la acerca.

Genial. Simplemente genial. El universo no sólo me dotó con una gracilidad digna de admiración ya que se divertía poniéndome la vida complicada.

—¿Qué quieres? — Bufé — ¿Acaso me sigues?

Las comisuras de los labios de Blake se alzaron.

—Que va esto ha sido cosa del destino bebé.

Maldito destino de las narices.

Enarqué las cejas fingiendo poseer un aplomo del que carecía totalmente. Los ojos negros de Blake se dedicaba a observarme sin ningún tipo de vergüenza. Tenía el cabello oscuro completamente despeinado, cada mechón apuntando a una dirección diferente; llevaba su habitual cazadora de cuero con unos vaqueros grises y unas zapatillas de tela negra. Estaba jodidamente ardiente como siempre. Y por una estúpida razón mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora