CAPÍTULO DOS. "¡Alarma! ¡Imbécil!"

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—¿Qué ocurre guapa?¿Te comió la lengua el gato? —Su burla acarició mi helada nariz.

Me eché hacia detrás de forma precipitada arrugando el ceño. Fruncí mis labios, cruzando mis brazos sobre el pecho le encaré, enfurruñada.

—No, ahora dame el café. —Extendí mi mano.

Blake ladeó la cabeza y la sacudió de un lado a otro.

—¿Te refieres a este? —Levantó el vaso, sosteniéndole de forma absurda en frente de mi nariz.

Alargué la mano para cogerlo pero lo subió hacia arriba de forma que mis dedos apenas rozasen su brazo por la muñeca. Chasqueé la lengua y volví a dejar mis extremidades a ambos lado de mi tronco.

Inflé mis mejillas, un resoplido furioso escapó de mis labios resecos.

—¿Qué crees que haces? —Mis cejas se tocaron.

—¿Yo?Nada. —Se encogió de hombros inocentemente.

«Sólo es un café, vas a llegar tarde.»

Suspiré lánguidamente, por una vez mi conciencia tenía razón. Perder el tiempo no era una opción válida.

Me hice a un lado, dispuesta a pasar de largo sin prestar atención ninguna al chico que no apartaba sus oscuros ojos de mí.

Los dedos de la mano libre de Blake se aferraron a mi antebrazo, frenándome en seco. Un jadeó sorprendido fue emitido por mis labios al tiempo que giraba lentamente la cabeza.

—No te vas sin decirme tu nombre. —Una sonrisa de superioridad se dibujó en sus labios, sustituyendo a la prepotente.

Puse los ojos en blanco.

—¿Por qué?¡Suéltame! —Mi voz salió lastimera en vez de la orden impertérrita que pretendía que fuese. Me removí en su agarre. —Por favor...

Blake negó la cabeza.

—Tu nombre.

«¡Ann! Díselo, tampoco pasa nada, vas a llegar tarde si no.»

Alcé los ojos, me vi reflejada en su dilatada pupila. Una Anabeth cabezona y pequeña.

Cerré los ojos un segundo, calmando el acelerado pulso de mi corazón que apenas me dejaba pensar.

—Mi nombre... —comencé a regañadientes. —Mi nombre es Annabeth. ¿Mi café?

Blake asintió, aparentemente satisfecho por mi respuesta. Sus dedos dejaron de aplicar presión en mi antebrazo. La zona me palpitaba allí donde me había rozado .

«Santos duendes, las hormonas te tienen revolucionada.»

Malditas hormonas.

Mi vecino deslizó sus grandes dedos por el papel de mi vaso de café.

—¿Me lo das? —Resguardé las manos en mi bolsillo y pateé una piedra que rebotó en la acera.

—Claro, todo por ti guapa.

Apretó sus gruesos labios sobre el borde blando del vaso, tomando un gran trago. Mis ojos recorrieron su garganta contemplando no sin algo de fascinación el movimiento de su nuez al tragar.

«Enfoca Ann, enfoca

Separó el vaso de su rostro, soltando un suave gruñido de satisfacción.

Mis ojos seguían fuera de sus órbitas, al tiempo que mis labios se habían entrabierto de la confusión que circulaba por mis venas, junto el anhelo de la cafeína y una dosis de hormonas.

—Amargo. —Comentó, probablemente analizando el regusto del café en su paladar. Sonrió. —Me gusta.

Con la fuerza que sus pupilas se clavaron en mis claros ojos comencé a considerar un posible doble sentido.

«¿En serio?»

—Aquí tienes, Annabeth. —Hizo hincapié en mi nombre de una burlesca forma.

Agarré el vaso que me tendía, apretando mis dedos sobre la superficie de papel ocultando el leve temblor. Odiaba no tener el control sobre mi cuerpo.

—Gracias.

No perdí más tiempo y comencé a andar apresuradamente. Había perdido mucho tiempo cuando apenas disponía de él.

Fui a tomar un sorbo de mi mezcla, pero el recuerdo fugaz de los labios de Blake en el borde bombardeó mi cabeza. Miré con curiosidad aquella zona, delicadamente manchada y hundida.

Lancé el vaso en el contenedor más cercano.

Comencé a correr. La suela de mis zapatillas All Stars negras resonó por las aceras de mi ciudad. No llegaría a tiempo. Mordiendo mi labio inferior con el sabor de la sangre salpicándose entre mis papilas gustativas crucé la alta verja oxidada de mi instituto.

Los estudiantes comenzaban a entrar.

Una cabeza castaña muy familiar se movía por las primeras filas.

—¡Jake! —Grité por encima del viento sin dejar de forzar a mis piernas por ir más rápido.

Mi mejor amigo se giró, sus ojos miel buscaron mi silueta entre la marea colorida de estudiantes. Elevé mi mano para hacerme notar.

Cuando sus ojos establecieron el ansiado contacto visual le trasmití la idea que flotaba en mi cabeza.

Jake asintió y se quedó parado en la puerta, la cual el conserje debería cerrar.

Vi al conserje acercarse a mi amigo,seguramente molesto. Sonreí. Jake siempre me comprendía sin medir palabra alguna, cosa que en estos casos resultaba más que útil.

—¡Joven!Debo cerrar la puerta. —La voz del conserje llegó a mis oídos.

—Oh, por supuesto. —Jake sonrió, pero no se movió.

—¡Venga,largo! ¡Un poquito de por favor! — Exclamó.

«Sólo un poco más.»

Mi amigo extendió su mano a la cual me aferré.

Jake tiró de mí, sacándonos a los dos del camino del conserje. Una educada mueca surgió en mis labios al pasar a su lado.

—Por fin. —Comentó mi amigo llevando sus manos en su cabello.

Mordí mi labio,inclinándome hacia delante, aspirando roncamente el aire que necesitaba.

—Bug... —me apoyé en la pared resoplando. —Gracias.

—Nada, ven deja que te ayude... —me eché hacia delante, permitiendo que bajase lentamente la cremallera de mi abrigo verde. Agarró mi mochila, cargándosela sobre el hombro el peso de mis libros. — Trae.

Suspiré de puro alivio, sin el peso de la mochila y el abrigo de plumas me sentía mucho mejor. Cogí mi cabello rubio y lo aparté de mi rostro.

—No se que haría sin tí. —Sonreí mostrando mis pequeños hoyuelos.

—Estarías perdida.

Acarició mi mejilla, guiñándome un ojo, al menos intentándolo. Solté una queda risita y asentí.

La campana resonó en el pasillo. Miré a Jake.

—Anda vamos.—Me tendió la mano.

Sonriendo dejé que sus dedos se aferraran a mi muñeca y empezó a tirar de mí con delicadeza.

Estaría más que perdida sin él.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora