CAPÍTULO OCHO. "Jake es un estupendo manipulador "

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Relamí mis labios lentamente tirando de la manta trenzada con la punta de los dedos hasta mi barbilla. Me ardía la nariz y aún tenía esa incómoda sensación revoloteando en mi vientre. Tener que dar respuestas esquivas a mis dos madres y Asthon es algo que sin duda no se repetiría. El calor regresaba de solo pensar.

Maldito Blake.

Jackson, sentado a mi izquierda miraba la pantalla parpadeante del televisor. George que estaba a mi derecha leía iluminando las páginas de un grueso libro con la luz de la pequeña lámpara situada junto al brazo del sofá. Entre tanto yo me dedicaba a tirar de los hilos sueltos de la manta bostezando.

—Annie tesoro, deberías ir a dormir.

Bostecé tapando mis labios con las manos.

—Claro papu. —Sonreí débilmente tirando de la manta lejos de mis piernas. Me levanté con pasividad. Inclinándome deposité un beso en la frente de George y otro en la cabeza de Jackson. —Buenas noches papas.

—¡Buenas noches cielo! —Se despidieron los dos a la vez.

Sonreí dulcemente.

Arrastrando mis descoloridos e infantiles calcetines avancé por el pulido suelo de piedra en dirección a mi cuarto. El pasillo estaba oscuro y olía a lavandas mientras caminaba derecha a mi cuarto. Mis ojos se posaron un breve segundo en la puerta cerrada donde dormía la bestia come niñas.

«Por favor Ann, no tienes 4 años. »

Una vez en mi habitación me dejé caer contra la comodidad de mi cama. Cerré los ojos contra el edredón suave aún llevaba puestos los vaqueros y el jersey negro. Con leve gruñido giré sobre mi costado. Estiré las piernas y me balanceé hasta quedar de nuevo de pie.

Mordisqueando la sensible carne de mi labio avanzo hasta quedar agachada, mis dedos se aferraron al frío metal del cajón para tirar de él.

Una luz captó mi atención cuando me volvía a incorporar con la ropa entre mis brazos. Tragué saliva al comprobar que se trataba de la casa convecina. La casa de Blake.

Me apoyé en el cristal de la ventana con el pijama ya puesto. Entrecerré los ojos para agudizar mi vista. Jadeé al percatarme de que era la habitación de Blake, él estaba sentado sobre su cama nueva con un reluciente ordenador sobre sus musculosas piernas cruzadas. Sus carnosos labios fruncidos en signo de concentración. Me sorprendí pasando los dedos por donde habían pasado, toda la zona hormigueaba. Cerré los ojos. 

«Que bajo estás cayendo...¡baja la persiana

Obedecí apretando el botón y salté sobre la cama. Deslizándome bajo las sábanas con mi cabeza apoyada en el blando colchón eché un fugaz vistazo al casco negro que conservaba sobre mi escritorio.

Cerré los ojos sintiendo el salvaje pulso de mi corazón contra mis sienes y la vibración de las hormonas en mis venas.

Caí dormida.

(...)

—¡Ni en un millón de años! —Negué lanzando mi mochila descuidadamente en el banco que crujió herido. — ¡No!

Jake resopló con fuerza a mis espaldas.

—¡Por favor Annie! —Suplicó mi amigo agarrándome por los hombros.

Me giró con suavidad. Bufé alejando un par de mechones sueltos de mi rostro.

Sus cálidos ojos castaños me observaban suplicantes. Mordí con fuerza mi labio inferior cuando Jake ladeó la cabeza. Podía llegar a ser tan adorable...

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora