CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO. Gracias.

11.5K 1K 94
                                    

CINCUENTA Y CINCO. Gracias. 

Llamé unas tres veces al móvil de mi padre antes de que dejase de comunicar. Le relaté la historia de por qué no iba a cenar en casa con lentitud. Tras dos minutos de completo silencio en el que sentía como los nervios comenzaban a bullir en mi estómago me lo permitió asegurando que era una gran chica y que Jake tenía suerte de contar conmigo.

Yo sí que tenía suerte de contar con él.

Me separé el teléfono del oído sonriendo discretamente. Jake que se encontraba sentado sobre su cama tecleaba con fiereza la pantalla de su dispositivo, seguramente hablando con su hermana. Al parecer la chica se negaba a ir, poniendo como excusa que tenía una fiesta a la que asistir y no se la pensaba perder por un desgraciado. Cualquier intento de Jake era, en definitiva, completamente en vano.

—Supongo que iremos nosotros dos únicamente – Suspiró dejándose caer de espaldas sobre el colchón.

Me quedé quieta, hundida en el sillón de bolas que apresaba mi cintura observándole.

—¿Qué nos pondrá de comer? — Pregunté con verdadera curiosidad.

Aunque no alcanzaba a verle el rostro podría jurar que sonrió ante aquella pregunta.

—No lo sé. Al menos espera que no nos ponga berenjenas.

No pude evitar soltar una risa. Conocía al aversión del chico por las berenjenas por lo que podía imaginar el caos que se armaría si le pondrían aquella cena.

Haciendo uso de toda la fuerza que fui capaz de acumular en mi abdomen conseguí salir de la prisión de bolas que me tenía atrapada. Gateé hasta su cama donde continuaba el chico inmóvil mirando el techo. Sabía lo que pasaba por su cabeza. Conocía el tipo de silencio que lentamente se iba colando por la habitación. Y era algo que no estaba dispuesta a permitir.

—Jake. —Le llamé tratando de captar su atención.

Mi amigo subió la cabeza para observarme con las cejas alzadas. Apoyando mis manos en el borde del colchón me impulsé hacia arriba aterrizando de rodillas sobre la blanda superficie.

—No pienses —musité en voz baja.

Los ojos castaños del chico se detuvieron en mi rostro. Pude contemplar como las comisuras de sus labios se arqueaban hacia arriba dibujando una sonrisa en su cara. No fui capaz de controlar la mueca que apreció entonces en mi boca.

Era una sonrisa falsa.

—No pienso en nada.

Bufé al tiempo que ponía en blanco los ojos.

—Te lo repito. Eres un horrible mentiroso —le fulminé con la mirada.

Por un momento nos quedamos así. Mirándonos a los ojos. Yo enfadada y él...no sabría decir. Pero entonces alargó una mano que se prendió en mi muñeca. Ahogué un chillido cuando tiró de mí hacia él. Mi nariz chocó contra su pecho al tiempo que sus brazos se anudaban en mi cintura estrechándome contra sí. De nuevo aquel picor se incrustó en mi piel haciendo que todo mi interior hormiguease. Cerré los ojos pasando mis brazos por su nuca y devolviendo el abrazo.

—Tengo miedo — murmuró en mi pelo.

De forma instintiva le abracé con más fuerza.

—No lo tengas. Estoy aquí.

—Estas aquí... —su susurro se perdió en la curva de mi nuca.

La forma en la que su voz moldeó aquellas palabras hizo que algo se sacudiese en mi interior bruscamente.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora