LEER BAJO SU PROPIA RESPONSABILIDAD+18
Pasando la mano por la pared, luchó por encontrar el interruptor de luz para iluminar su apartamento sin tropezar con sus propios pies. Dejaste escapar un sonido victorioso cuando tu mano finalmente golpeó contra el interruptor y llenó tu sala de estar con luz artificial que fue seguida por un gemido, la repentina intrusión en tus pupilas hizo que la habitación girara más de lo que ya era.Era pasada la medianoche, acababas de regresar de una reunión con algunos de los miembros del ministerio. Afortunadamente, George, siempre el caballero ,el novio maravilloso estuvo allí para acompañarlo a su casa y asegurarse de que no sufriera ningún daño ya que preferias caminar que aparecerte lo cual te causaba náusea, a pesar de que era perfectamente capaz de cuidarse a sí misma, lo que le dejó muy claro. Aunque tú y el pelirrojo estaban juntos, la intimidad entre ustedes dos nunca había ido más allá de los dulces besos y las suaves caricias. Has estado más que listo para llevar tu relación al siguiente nivel, y lo has intentado, por Dios.lo has intentado, pero cada vez que besabas un poco más fuerte o tus manos vagaban un poco más lejos, George se alejaba con la cara sonrojada, inventando cualquier excusa para matar el estado de ánimo. Al principio lo atribuiste a los nervios de una nueva relación (fue sorprendentemente lindo ver al pelirrojo generalmente carismático nervioso y tropezando con sus palabras), pero han estado juntos el tiempo suficiente ahora que él debería sentirse cómodo al tener más intimidad con él. usted.
Sin embargo, con él constantemente deteniendo tus avances, te hizo pensar que tal vez el problema eras ... tú. ¿No se sintió atraído por ti de esa manera? ¿No te quería de la misma manera que tú lo querías a él? ¿Era esta su manera de decirte que preferiría no estar en esta relación sin romperte el corazón? Estos eran los pensamientos que circulaban por tu cabeza y te hacían sentir incómodo en el estómago. Pero esta noche no, esta noche era la noche y estabas decidido. George se rió entre dientes cuando entraste en tu sala de estar y pateaste tus talones en direcciones aleatorias sin importarle dónde aterrizaron en lo más mínimo, tus pies latían por trotar en ellos todo el día. Dejó escapar un suspiro de alivio mientras se dejaba caer en su sofá, extremadamente feliz de estar de pie. Relajándote en los cojines, miraste a tu novio,
-Hola, zanahoria-. Te sonrió y agarró su gran mano con la tuya, tirando de él hacia abajo a su lado. Su pecho retumbó con una risa mientras se inclinaba y besaba tu mejilla.
-¿Cómo estás, duende?-Bromeó con una sonrisa burlona mientras juguetonamente le golpeabas el brazo.
-No soy un duende, solo un poco pequeña-. Dijiste desafiante, haciendo una mueca de dolor cuando te agachaste y frotastetes los pies adoloridos. Realmente no sabías cómo otras mujeres andaban todo el día en tacones incluso algunas auroras.