ADVERTENCIA 18 LEER BAJO SU PROPIA RESPONSABILIDAD
Miraste a tu lado, observando a tu novio pacíficamente dormido. Se veía tan tranquilo y relajado. Su brazo estaba ligeramente envuelto alrededor de tu cintura como siempre y tenías tu mano contra su pecho. Lo moviste suavemente, acercándolo a su rostro para apartarle el cabello de la frente. Una capa de sudor apenas visible lo cubría, probablemente debido a lo cálida que estaba la cama.
Le besaste los labios suavemente, tratando de no despertarlo pero secretamente esperando que lo hiciera.
Esta mañana fue perfecta excepto por una cosa. Querías tanto a George que sufrías por él
-Princesa-.
Se quejó, insinuándote que quería dormir más.
Envolviste tu mano alrededor de su cintura, besando suavemente su mejilla y su cuello en el lugar que sabías que lo volvía particularmente loco.
-George. Despierta, bebé-Hablaste, tu voz apenas por encima de un susurro
-¿Por qué? Un par de minutos más, por favor-Volvió a gemir, enfatizando el -por qué-.
-Georgie, te necesito. Por favor-
Te quejaste, frotando involuntariamente tus muslos con la esperanza de algún alivio.
-Más tarde bebé, ahora no-
Respondió, sin siquiera abrir los ojos, girándose boca arriba con los brazos detrás de la nuca.
Se sentía como si explotaras si pasabas un momento más sin su toque. Lo necesitabas mucho y parecía que no te estaba entendiendo. El dolor para él era un gran nivel de exitacion que solo crecía con tenerlo aún lado. Sabías que para conseguir lo que querías, tenías que persuadirlo. Tu mente repasó las opciones de lo que podrías hacer para que tuviera sexo contigo.
Las posibilidades eran infinitas, literalmente
-Bien entonces. Puedo cuidarme como lo hago cuando estás trabajando. No te necesito, George Weasley-.
Le informaste, con la esperanza de que no se hubiera vuelto a dormir.
Agarraste dos almohadas y las apilaste una encima de la otra, poniéndote encima de ellas, con las piernas a cada lado de las almohadas.
Tu coño apenas vestido se frotaba contra el material suave mientras te movías contra las almohadas.
El sonido de las sábanas moviéndose y el ligero movimiento al lado de George despertaron su curiosidad. Abrió un ojo, mirándote en secreto mientras un silencioso gemido escapó de tus labios.
Sus ojos se abrieron de golpe ante la vista y se movió un poco para mirarte.
Se sentía bien, pero no se parecía en nada a la sensación que te daría George. Aún continuaste con tus acciones, gimiendo de vez en cuando cuando te diste cuenta de que los ojos de George estaban pegados a ti.
-George-.
Gemiste su nombre sabiendo que esto volvería locos sus pensamientos.
-Joder, Princesa. No me hagas esto-
Dijo, con las manos cubriendo su rostro con frustración.
George era la persona más segura y dominante en la cama, pero aún tenía ese lado tímido y suave que se mostraba en momentos como este.
-Pero, George, se siente bien-
Respondiste, yendo un poco más rápido, tu mano se posó en su hombro mientras sentías que te mojabas por segundos.