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04/12/2013

Sonrió cuando Marcela puso sus manos llenas de pintura en mis mejillas e hizo un puchero. Sus mejillas y nariz están sonrojadas por el frío y el llanto mientras el collarín en su cuello la hace quejar cada vez que se ríe.

—Pronto pasará— le sigo besando sus mejillas sonrojadas, me pone un puchero besando mis ojos.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo, solo debes hacerle caso a mamá y no brincar por todos lados.

—Extraño a Clar, se olvidó de mí.

—Clar está un poco ocupado, pero en cuanto pueda vendrá a verte— ella me da una sonrisa y asiente mirando sus manos pintadas de azul.

—Es del color de nuestros ojos, pero nuestro azul es más hermoso.

—Único y original.

—Solo Allamand, perfectos, hermoso y reyes— me guiña un ojo y sonrió cuando mamá nos invita a entrar a la casa.

Suspiro ofreciéndole agua a mi pequeña hermana para que lave sus manos y la alzó en brazos saliendo de la caseta del jardín y caminar a la casa bajo la nieve.

Habían pasado tres semanas desde la muerte de Mia, tres semanas donde me sentía solo y las únicas personas capaces de borrarme una sonrisa son Marcela y Karina, con quienes cuando no estoy con una estoy con la otra.

Cuando la nieve empezó a caer caí en un vacío, ya no me importa acosar aquella chica castaña y aunque aún suelo ver sus fotos me hace sentir mal recordar que ella fue una buena amiga de Mía, no quiero lastimarla y mucho menos al hermano de Mia.

Me estaba quedando en la casa de mamá quien me recibió encantada, pues ahora estaba viviendo sola desde que papá solo estaba de viaje y volvía cada fin de mes. También vendí mi departamento, no me sentía cómodo viviendo allí sabiendo que a Mía le encantaba ese lugar. Me hacía sentir horrible estar ahí y recordar que cada mueble y adornos los escogió ella.

Me sentía tan deprimido.

De alguna manera había empezado a comprender porque lo hizo, hubiera querido que tuviera otra final pero era Mía. Ella siempre fue tan terca.

Marcela de ocho años me pidió agacharme cuando lo hice y limpio mis hombros llenos de nieve antes de entrar a la casa donde mamá nos dio galletas y chocolate caliente para el frío.

—Hice un cuadro— murmuró mi hermana a mamá— mi hermano dijo que está hermoso...

....

06/12/2021.

—Anímate un poco, se puede morir de tristeza— alce una ceja en dirección de Karina — enserio, lo investigue en Google, dice que los hombres tienen mayor posibilidades de morir por tristeza que la mujer, la presión arterial aumenta y se crean flujos sanguíneos, si no me crees podemos buscarlo en Google y...

—Vale, vale, te creo— suspiré  cerrando el portátil. Mi secretaria tocó la puerta y me dio una sonrisa tímida.

—Señor, hay una joven llamada Maelis que pide verlo con urgencia— me levanté de golpe.

—Hazla pasar— le pedí, mis manos empezaron a decir y en mi cabeza solo se formula una pregunta ¿Como le digo?

Si, Maelis no sabe nada porque estoy seguro que de haberlo sabido hubiera dejado todo para venirse aquí y Mía no hubiera querido eso. 

La puerta volvió a abrirse y una Marlis roja y llena de lágrimas se abrazó con fuerza a mi pecho, llorando y pidiéndome que le dijera que era mentira.

Lo Siento, Francés #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora