23

60 9 0
                                    

La brisa del otoño golpeó  mi rostro mientras  probaba la nueva moto de Sebastián, quien me veía desde las gradas sonriendo. Como amaba a mi gemelo. Mi alma gemela.

Sonreí de manera efusiva, habían pasado ya varias semanas de mi encuentro con Matthew donde al día siguiente el de había acercado tímidamente, ( confieso que nunca me lo había imaginado así de tímido) bueno, lo cierto es que pudimos hablar y habíamos quedado en conocernos mejor e intentar comenzar una relación.

Le había preguntado sobre lo que tenía que decirme sobre nosotros pero me había ignorado por completo. Y lo supe, mi última cita con la psicóloga hace dos semanas le hizo entender a ella que aún no estoy totalmente lista para recibir emociones tan fuertes. Pero yo quería saber que paso con nosotros y no descansaré hasta descubrirlo.

Estos habían sido unos días de cuento. El otro había comenzado hace unas semanas y las hojas comenzaron a caer, las personas en las calles  se divertían junto a los niños, iban de un lado a otro sonriendo y muy felices. Sentí mi pecho cálido cuando pude dar una vuelta con Matthew tomados de las manos, mientras trataba de enseñarle la ciudad a este, aunque ya la conocía perfectamente.

Todos en nuestras familias sabían que estamos intentando una relación y lo que me sorprendió fue que no dijeran nada y se lo tomarán tan normal. Eso me había descolocado.

Suspire.

Matthew se había ido a hace una semana prometiendo volver pronto. La verdad lo extrañaba demasiado. El tiempo con él se me pasaba de maravilla.

He estado yendo todos los días a visitar a mi nana, quien según el doctor estaba mejorando su salud y pronto podrían quitarle todos esos aparatos pegados a su cuerpo. Había chillado de la emoción mientras me colgaba a Matthew como un koala loca de la felicidad al saber  que el estado de mi nana mejora. 

Sandra se fue a su casa acá en el pueblo y he estado durmiendo algunas veces con ella, otras veces nos acompañaba Sebastián y no podía sentirme mejor. Aunque no dejaba de pensar en él, su recuerdo no me atormentaba. Aunque un poco de culpa si.

Mamá y papá habían emprendido un viaje de dos meses a Colombia, estarían junto a la Abuela Claris quien dejaría su vida allá y volvería a España a vivir. La extrañaba demasiado.

Estacione la moto enfrente de Sebastián quien hizo una mueca.

–Haz perdido el encanto en la pista— bufo mi hermano mientras yo le daba un manotazo.

—Hay que ir a cenar, me muero de hambre— le dije ignorando por completo.

Caminé junto a mi hermano al taller de papá para cerrarlo al fin. Él y yo habíamos estado administrando  el lugar desde que papá se fue, era una suerte que recordara todo sobre mecánica.

—Vamos antes de que Sandra nos llame a regañarnos— bufo. Terminado de cerrar y caminos a la moto— ¿Me lleva la princesa?— sonreí subiéndome a la moto.

Sebastián se subió detrás de mí y arranque a toda velocidad haciendo que mi gemelo se aferrara a mi con  fuerza.

Llegamos a la casa de mi hermana y nos sorprendimos de ver un auto y a Eliot en la entrada, nos brindó una sonrisa justo cuando mi corazón empezaba a latir con fuerza mientras entraba a la casa. Mis ojos lo primero que hicieron fue fijarse en el rubio que estaba un poco desaliñado, pero este al momento de verme se enderezó y me sonrió.

Joder esa sonrisa me traía mal.

Me acerqué tímidamente a él.

—Hola— salude depositando un beso en sus labios, sorprendiendolos, pues desde que estábamos saliendo no lo habíamos hecho delante de nadie.

Lo Siento, Francés #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora