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29/11/2014

—¿Matthew? ¡Mi pequeño, he vuelto!— dejó de mirar el computador para mirar a la rubia de ojos azules caminar con pasos firmes, elegancia y una gran sonrisa en el rostro que se me contagia— aunque ya no es un niño, es todo un hombre.

Me levanto rápidamente y doy una gran sonrisa abriendo mis brazos, la abrazo tan fuerte que podría romperla. Ella ríe y besa mi frente.

—Que grande estas pequeño mío, ya eres todo un hombre —sonrió separándome de ella que me ofrece una bolsa de regalo— Te traje esto de Roma.

—Gracias tía— sonrió sin dejar de verla— te extrañe mucho, extrañaba a mi tía favorita— murmuré sentándome en mi silla.

—¡Pero ya volví! Y no me voy a ir más, tienes que ponerme al día.

—¿El abuelo también volvió?

—Si, me dijo que fueras a verlo— asentí— Abre el regalo, vamos, no esperes— la tía Neila me ánimo señalando el regalo en mis manos y bufé.

Ella y el abuelo se habían ido a Roma por la salud del abuelo, necesitaba tratamiento y terapia que solo podía conseguirse allá y pues al estar en un pueblo indígena la comunicación era poca. Solo hablábamos en navidad y cuando la tía llamaba para darnos razón de la salud del abuelo.

—¿Qué le pasó a tus ojitos?— mire nuevamente a la tía que tenía una mueca— ya me tienen el brillo del niño que siempre decía "supongo".

—Han pasado muchas cosas— murmuró empezando a abrir el regalo, es un hermoso retrato de la luna eclipsando al sol.

—Todo lo malo trae algo bueno, ya lo veras— murmuró mi tía y asentí.

—Gracias, es muy hermoso.

—Donde lo compre me dijo que quien lo tuviera tendría la más hermosa vida.

—Que bueno tenerlo.

—También simboliza el amor eclipsando al dolor.

—Creo que ya encontré el amor.

—Vas a contarme todo.

...

—¡Abuelo!— exclamó viendo al nombrado sentado en el jardín con una taza de café café en la mano.

—Llegó mi Allamand, favorito ¿dónde esta el canson? Se han olvidado de mí— dramatizo el abuelo y le di una abrazo que me devolvió.

—Te extrañé mucho— me alejo sentándome enfrente de él.

—¿Qué esperas? Ni los mismos Allamand se se salvan de mi hechizo.

—Mi padre tiene razón— apoyó la tía que venía llegando con Marcela en brazos.

—¡Abuelo!— chillo mi queja hermana colgándose del cuello del abuelo abrazándolo con fuerza.

—¿Ves? Soy indispensable— sonrió recibiendo la taza de café que me ofrece una empleada.

—¿Cómo te ha ido?

—Si no van a librarse en mucho tiempo de mí.

—Eso es bueno.

—¿Quién es la chica con la que estás saliendo? No me vayas a decir que es una loca como...

—Karina Dell, ya la conoces.

—...

—¿Qué sucede?

—Esa chica es una réplica de su madre, no me gusta para ti.

Lo Siento, Francés #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora