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Comienzo del futuro.


Matthew.

Su mano está fría, como siempre. Su cabello está intacto y mucho más largo que antes. Está pálida y los aparatos pegados a ella me hacen poner una mueca.

Solo quiero que abra los ojos. Por favor.

El médico vuelve con una tableta en su mano con toda su expediente.

—No hay esperanzas— niego.

Eso no puede ser, ella va abrir los ojos y va a sonreírme. Va a mirarme con sus hermoso ojos negros y va a dormir conmigo todas las noches. Ella va a estar conmigo siempre.

Abrí mis ojos sintiendo el sudor recorrerme. Esta pesadilla se repetía una y otra vez. La pesadilla donde la perdía y no podía recuperarla; puse mi brazo sobre mis ojos soltando un bufido de cansancio. Maldición.

Me siento mirando la hora en el reloj de la mesita de noche, lo supuse y así fue. Eran las mismas jodidas 4:30 de la madrugada, tengo tres años despertando a esa misma hora sudado y extrañandola cada día más.

Me levanté de la cama y fui directo a mi vestidor poniéndome un conjunto deportivo, ajusté mis zapatos y salí nuevamente al gimnasio donde empecé a ejercitar mi cuerpo cansado y con ganas de poder dormir bien sin haberlo logrado en estos jodidos tres años donde no la tengo a ella.

Pasó la toalla por mi frente, hago flexiones hasta ya no poder más y tener que levantarme, utilizo cada máquina del lugar hasta ya no sentir mi cuerpo sin energías dejándome caer sobre el suelo soltando con la respiración acelerada. Salgo nuevamente del lugar cuando se hacen las cinco, espero unos minutos antes de tomar una ducha, vestirme y salgo de la casa montando mi deportivo.

Ya está aclarando por lo que tengo que recoger a Marcela y llevarla a la universidad. No es necesario ni entrar a la casa cuando la miro salir con una mochila negra, da pasos largos hasta subirse al coche y besar mi mejilla saludándome.

—Tengo nuevo chófer personal— me dice cuando conduzco fuera de la casa.

—Deberías pagarme entonces— juego con ella, golpeó mi hombro y sonrió. Desde que Marcela tuvo aquel mal momento con ese chico empezamos a mejorar nuestra relación como hermanos. Después de pasar dos años en rehabilitación ahora puedo decir que es una chica muy feliz y la veo más segura que antes.

Me siento muy orgullosa de que haya podido superar todo lo malo que la atormentaba y haya dejado esa relación tan extraña que tenía con su psicólogo. Sacudo la cabeza alejando el pensamiento de desagrado hacia ese hombre.

—¿Dónde está Eladio?

—Le di vacaciones, se las merece.

—Ya está viejito.

—En parte, pero supongo que todavía le funciona.

—¡Matthew!— chilla mirándome con reproche, me encojo de hombros.

—Dicen que la manguera deja...

–Lero, lero, lero— canta en voz alta tapando sus oídos para no escucharme.

—¿Cómo te está yendo? ¿Está carrera si te gusta?— le preguntó y ella asiente alejando sus manos.

Lo Siento, Francés #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora