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Tal como Sandra lo dijo. 

A primera hora entro a mi habitación, aunque yo ya estaba despierta me dio un poco de fastidio el hecho de que siempre abra la ventanas diciembre que "eso mata las malas vibras que salen de nuestro cuerpo al dormir y caer en un estado de relajación absoluta". 

A veces es medio rara.

Ahora mismo nos estamos yendo de casa a escondidas, aunque no lo logramos cuando vemos a Tefi y el chico que vi ayer en el garaje hablando. Sandra detiene la silla de ruedas y suspira.

—¿Qué sucede?— pregunta.

—Ignacio está ahí.

—¿Quién es Ignacio?

—El mejor amigo de Matthew, le dirá que...— se corta y fruncí el ceño.

—¿Le dirá que?— cuestionó  haciendo que cierre los ojos suspirando.

—Vamos— ella intenta jalar la silla hacia atrás para darnos la vuelta, solo que nada resulta como creemos. 

Papá aparece detrás de nosotras haciendo que Sandra grité y mi silla de ruedas se suba un poco más. Papá la mira alarmado.

—¿Qué haces aquí Papá?— reclama mi hermana— se supone que esta era una misión secreta y la has arruinado.

—Las mire salir de una manera muy sospechosa hija— aclara papá – no me hagas esos ojitos de gato triste — le acaricia la cabeza. Sandra bufa, ni recuerdo haber escuchado nunca esa expresión de Papá. 

—¿Qué sucede?— pregunta el hombre con acento francés llegando junto a Tefi.

—Sandra intentaba hacer una misión secreta con Liz y la he arruinado— lo dice papá muy serio, pero dejando luego que una sonrisa cubra su rostro— ¿soy un mal padre por eso ? 

—Nooo— aclaró. 

—¿A dónde iban?— pregunta Tefi. Sandra responde.

–Vamos por un helado. 

Es una respuesta muy tonta, pues dada la hora y el hecho de que ninguna heladería está abierta a las seis de la mañana, es ilógico y hablo.

—Voy a iniciar terapias— Papá me mira y luego a Ignacio.

—¿No es muy pronto para eso?— el chico de ojos grises niega.

—Al contrario, es lo mejor. Su cuerpo aún puede reaccionar mucho más rápido.

—No entiendo porque Sandra la lleva a escondidas.

—Es que quería hacerlo suspenso.

—Si, pero una mujer embarazada y una mujer en silla de ruedas no creo que sea buena idea dejarlas solas por ahí— bufo Ignacio— yo puedo llevarla y traerlas. No hay problemas en eso.

—¿Por qué le hacen las terapias aquí?— indaga Papá— tendrá más comodidad.

—Pero salir también le haría bien.

—Si lo hace un día afuera y otro en casa.

Mire a todos, me sentía agobiada, todos ellos ahora quieren decidir cuál será el camino de mi vida. No se han puesto a pensar que quiero hacer yo.

—Quiero ir, quiero salir de casa, quiero sentirme bien, sentirme yo—... quiero evadir tantas cosas...— Quiero ir hoy y ver si me gusta o si no lo haremos en casa.

Así fue, ninguno dijo nada más. En cambio Ignacio se ofreció a llevarnos y traernos, mientras papá le diría a mamá para que no se preocupara.

Salimos de la casa con ayuda de Ignacio. En la parte de atrás del carro del chico miraba las calles sintiéndome en casa, pero no por completo al contrario me sentía como en mi casa la cual era una desconocida.

Lo Siento, Francés #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora