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Frunco el ceño levemente sintiendo algo mojado pasar sobre mi rostro; el olor a canino invade mi nariz y termino estornunando mientras escucho las pisadas de un enorme perros de color negro labrarme mientras persigue su cola.

Froto mis ojos aclarando mi vista y volviéndolo a mirar, para mi sorpresa lo miró con mi ropa en la boca saltando. 

—¡Yonki, suéltalo!— lo regaño pero este solo sale corriendo para que lo persiga.

Entre risas me levanto de la cama corriendo detrás de él mientras la abuela Clari nos ve desde la cocina. Cuando al fin logró atraparlo, bueno, no lo atrape, él simplemente saltó sobre mí lamiéndome. 

—Tu madre llamó, quieren saber de ti.

—No...

Abro los ojos sobresaltada, sintiendo mi cuerpo bañado en sudor mientras miro a dos pequeñas correr por la habitación y mirando a mi hermana mayor decirles que se calmen mientras abre las ventanas.

—Buenos días hermanita, lista para comenzar un lindo día— fruncí el ceño. Miro a las niñas que me miran sonriendo.

—¿Quienes son?— muerdo mi labio quitándome la sábana de encima.

—Tu eres mi tía, yo soy tu sobrina— la voz tan suave, tierna y delicada de una niña pequeña, muy pequeña caminar rápidamente hacia muy subirse a la cama tomando sus mejillas me hace abrir los ojos muy grandes ante la sorpresa.

Sobrinas.

Tengo dos sobrinas.

¿Qué tanto me perdí de mi vida?

Es lo de menos, ahora solo quiero recordar y recuperar el tiempo. Decido abrazar a la pequeña luego de besar sus mejillas y eso basta para que la otra niña más grande se suba también abrazándome muy fuerte.

—¡Vamos a comer helados, tía Liza! Como la primera vez ¿recuerdas?— un sabor amargo se instala en mi garganta cuando miro el brillo en sus ojitos. Quisiera recordarlo.

—¡Claro, iremos a comer helados como la primera vez!— intenté sonar emocionada, pero solo quiero llorar ante tal frustración.

Miró a Sandra con desdén y ella solo me dio una sonrisa pequeña con pesar. Odio que me miren como ella lo está haciendo en este mismo momento, estoy así, pero no soy débil. 

Dan dos toques en la puerta antes de que entre mamá con una sonrisa de oreja a oreja ¿Qué la hace sonreír tanto? Se acerca a Sandra besando su mejilla y luego a mi besando mis mejillas. La niña más pequeña alza los brazos y mamá sonríe.

—Vamos a ir a comer helado con la tía Liza— aclara la pelicastaña besando mis mejillas. Mamá me mira dudosa, yo por mi parte solo asiento.

—Estoy inválida, pero no quiero perder mi vida— aclaro sintiendo un nudo en la garganta ante el recuerdo de mi pequeño hermano. Si tan solo yo...

—Le hará bien salir mamá, ver el pueblo, además estamos en primavera aún, todo está muy hermoso. Es una recomendación.

—Bien, ayudaremos a Liza a alistarse y llamaré a Arturo para que la ayude a bajar.

Me quedo mirando mis manos, sintiéndome incapaz de hacer algo por mi misma como asearme. Mamá se retira junto a las niñas y Sandra se acerca rápidamente a mi.

—¿Hay algo en especial que quieras hacer?— niego, la verdad lo único que recuerdo amar con locura es conducir y pues, no puedo. 

Perdí la fe.

—Quiero ver a David— por alguna razón la sonrisa de Sandra se borra, fruncí el ceño, pero lo ignoró volviendo a hablar— recuerdo a diez personas: mamá, papá, Tefi, Isabel, Sebastián, tu, David, Clar, Miguel y Damián— bajo el tono de voz. Mi hermana con su entusiasta acento español profundamente marcado responde.

Lo Siento, Francés #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora