7.7

172 17 1
                                    

Bajo del coche mirando con desdén la casa de los Andrades y luego a Marcela que sonríe con ilusión. Sebastián está abriendo la puerta, cuando lo logra se hace a un lado invitándonos a pasar.

—Me quedaré en un hotel— digo mirando a todos lados. No es que la casa sea fea o esté en mal estado, al contrario, es hermosa, pero no me siento cómodo en este lugar.

—¡Que va! No seas aburrido Matthew, puedes quedarte en la antigua habitación de Liza, Marcela en la de Sandra y yo en la mía— entrecierro los ojos hacia él que ahora mismo enciende de la luz de la cocina. Miguel y la chica se fueron para dejarnos descansar.

—Yo tengo hambre— murmura Marcela sentándose en el sofá.

—Voy a cambiar y vamos por algo de comer.

—¡Yo puedo cocinar!— Marcela y yo miramos a Sebastián como si estuviera loco, algo que comparte con Liza es que ninguno de los dos cocina muy bien qué se diga. Marcela nunca le ha tocado hacerlo y yo no tengo ánimos tampoco.

—No, vamos por algo de comer mejor— sentenció.

—Valeeee, yo iré a ducharme. Vamos Marcela te muestro tu habitación, a ti no Matthew, tú ya sabes donde está la habitación— Marcela lo sigue escaleras arriba— ¡Recuerda cuando gateabas a su habitación! — grita al mismo tiempo que se escucha la risa de Marcela.

Con mi mochila en el hombro subo escaleras arriba, al poner mis pies en el primer escalón este cruje indicando el tiempo que tiene de haber sido creada. Es una hermosa casa, podría decir que en otras circunstancias me gustaría pasar unas vacaciones en una casa así.

En una casa hecha de madera, fresca y cómoda. Lo suficientemente grande para los integrantes de la familia Andrade. 

Cuando localizo la puerta de color morado oscuro con pegatinas de calaveras, de inmediato se que es la suya. Dudo antes de poner mi mano sobre la manilla haciendo que miles de recuerdos lleguen a mi mente. Ella y yo en esta habitación, bañados en sudor y viviendo la euforia del momento. Ahora simplemente son solo recuerdos.

Niego alejando esos pensamientos y abro la puerta encontrándome con una habitación perfectamente organizada y olorosa, como si alguien todavía viviera en ella. Doy el primer paso y mi pecho se contrae al recordarla lanzando ropa de un lado a otro porque nada le gusta. Podría jurar hasta que la estoy viendo en este momento.

Suspiro mientras dejo mi mochila sobre una silla, sonrió recordando como le gustaba estar aquí a pesar de que algunas veces le traía recuerdos que le dolían. Quisiera que ella volviera a ser feliz.

Abro la mochila sacando una toalla, me quito la ropa y caminó hasta el baño para asearme. No puedo evitar dar una sonrisa antes de entrar, recordando la estúpida discusión que formó Sandra sobre su "pera".

...

Bajo la escalera para encontrar a Marcela tomándole fotos a Sebastian con su teléfono y a Sebastián sirviendo un vaso de agua para ella. Me aclaró la garganta ganándome su atención. Marcela guarda el teléfono y Sebastián pone sus manos sobre su cintura.

—Pensé que nunca volverías, estaba comenzando a pensar que te habías ahogado en el baño— Marcela ríe.

—Vamos, tengo hambre— digo caminando fuera de la casa— mañana a primera hora buscaremos a David— murmuró haciendo que me sigan afuera.

La brisa estalla en mi cara mientras camino, las calles están pobladas, hay muchas personas caminando en grupo, en parejas y como sea. Tenía mucho tiempo sin venir a este lugar y ¡joder! Cómo ha cambiado. Ahora no es ese pueblito viejo, es muy moderno.

Lo Siento, Francés #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora