055: Vernon

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  Maratón de especiales: Dulce, Amargo y Agridulce.
C

orazón amargo: Vernon.

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Cuando crees que lo eres todo, cuando crees que el mundo te sonríe, cuando crees que siempre tendrás la razón, cuando las personas a tu alrededor te llenan de halagos, es cuando te das cuenta de que en realidad no eres nadie, y que el ego te convierte en nada.

Creer que puedes humillar a las personas solo porque puedes hablar y sientes que tienes el derecho, sencillamente te conviertes en un objeto sin valor. Te conviertes en alguien que no tiene el respeto de nadie, alguien vacío, incapaz de llenar aquel espacio restante.  Solo, una escoria solitaria sin el amor y el cariño de otra persona.

¿Caminas sólo pero lo eres todo? No, no eres nadie, y si caminas sólo es porque tu ego, avaricia y soberbia, fue quien alejo a todo el mundo de tu lado.

Eso creía Vernon de la gente, de sus compañeros. Eso era lo que él creía y lo que veía en los demás.

Lo sabía, sabía que todos lo odiaban, no era un secreto. Lo odiaban por no ser como el resto, por tener gustos, habilidades, actitudes, costumbres, aspecto y raza diferente a lo que estaban acostumbrados a ver. Lo odiaban y lo humillaban por no ser coreano y por no manejar correctamente el idioma.

Y se creían un nivel más alto a él, así que lo trataban como una basura, como alguien que no valía la pena. Tristemente, lo veían como un don nadie.

Pero en el mundo, aunque creas que nadie te ve, que nadie te ama. Siempre habrá alguien que quiera estar a tu lado, alguien que te apoye y alguien con el sentimiento de querer escucharte, tenerte y abrazarte.

Alguien capaz de hacerte sonreír, alguien dispuesto a retirar lo amargo de tu corazón.

En este mundo tan cruel.
En esta sociedad de adolecentes sin valores, dispuestos a lastimar a otros con tal de satisfacer sus tristes emociones.

—Hola. —Dijo alguien al fondo. Vernon alzó la mirada perplejo.

No había nadie ahí, solo sus molestos compañeros, quienes lo trataban como a un fantasma. El chico bajo de nuevo la mirada a su plato de comida, o bueno, al intento de comida que había comprado en la cafetería de la escuela. Triste.

—Hola. —Dijeron una segunda vez —¿Vernon? —Esta vez llamaron a su nombre.

El chico peli-negro alzó la vista una vez más, giró a sus costados buscando la voz que lo llamaba, pero no había nadie ahí, nadie que estuviera dispuesto a acercarse a él. Hasta que un dedo pincho su hombro derecho.

Vernon giró a sus espaldas, había una chica ahí, una chica que sonreía hasta el punto que podría doler. Una chica de cabello largo y negro que llevaba puesto el mismo uniforme que él. El peli-negro se sintió incómodo por unos segundos gracias a la perfecta sonrisa que  admiraban sus ojos, pero al momento se sintió confundido. ¿Quién era ella? ¿Por qué se acercaba a él? ¿Acaso la había visto alguna vez?

—Hola ¿puedo sentarme? —Dijo la voz femenina. Los ojos contrarios parpadearon algunas veces sin saber que decir o hacer.

¿Acaso era un sueño? Alguien se había acercado a él para sentarse a su lado en la hora del almuerzo ¿sería una broma? Si era así, por favor que no siguiera. No era gracioso.

Vernon no recordaba la última vez que alguien se había acercado a él de manera amistosa, aparentemente amistosa. Hace mucho que no compartían la hora del almuerzo con alguien más, porque siempre estuvo solo, y tal vez... no necesitaba de alguien.

𝘼𝙏𝙏𝘼𝐂𝐂𝐀: 𝙎𝙀𝙑𝘌𝘕𝙏𝙀𝘌𝘕 𝘐𝘔𝘈𝙂𝙄𝘕𝘈𝘚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora