056: Mingyu

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—Mingyu... no soy buena en la cocina. —Murmuró Hyejin apenada.

—Lo sé. —Respondió el aludido sujetando el mandil de su pareja y sujetando su cabello negro en una pequeña coleta, sin detenerse. Hyejin suspiró con miedo.

—Entonces si ya lo sabes ¿por qué te esfuerzas en hacerme cocinar? —Cuestionó aturdida por ver tanta verdura en la mesa, con tres cuchillos escondidos entre la lechuga. —Puedes arrepentirte, aún estás a tiempo.

Mingyu negó con gracia, al parecer no tenía miedo de que alguna tragedia los visitará esa tarde. Él se veía tan seguro, como si confiara en que Hyejin no cometería ningún error que pusiera en riesgo la vida de ambos. Y es que vamos... Hyejin podría titularse como la peor cocinera, la chica no podía ni preparar un triste ramen porque eran más los desastres que hacía antes que lo que lograba cocinar.

Y no, tampoco no incendiaba la cocina, porque Mingyu siempre permanecía cerca. Pero en repentinas ocasiones estuvo a punto de explotar en mil pedazos en consecuencia de abrir la llave del gas sin antes haber prendido el fósforo, para el colmo, se olvidó de cerrarlo y momentos después quiso prender el maldito cerillo. De no ser porque Mingyu percibió el olor a gas a tiempo, ahora ya estarían bien muertos, o al menos bien hechos carbón.

En pocas palabras, Hyejin era de esas personas que debes de acompañar en la cocina, porque aún si es la cosa más pequeña e insignificante, siempre ocurrirá algo malo.

Ni por más que lo intentará...

Pero aún así Mingyu estaba intentando... que ella lo intentará. ¡Válgame la redundancia!

—Esta bien Hyejin, estoy aquí. —Sonrió Mingyu intentando tranquilizar el temblor en las manos de su futura esposa.

—Pero Mingyu... —El más alto cortó las palabras de Hyejin antes de que pudiera terminar la frase, con su dedo índice entre sus labios.

—Lo haremos juntos... recuerda que no hay algo en el mundo que no podamos hacer si lo hacemos juntos. No tengas miedo. —Conzoló. —Además, para aprender debes intentarlo, no importa cuántos veces falles. De los errores se aprende, y yo estoy aquí para comenzar de nuevo cuando cometas un error.

Hyejin sonrió con dulzura. Mingyu solía ser muy tímido para decir esa clase de cosas, pero cuando lo hacía, decía las palabras perfectas.

Lo amaba.

—Tienes razón, gyu. Lo siento, es solo que tengo un poco de miedo. —Admitió. —Pero me da confianza saber que estás aquí para ayudarme, gracias...

Mingyu asintió entrecerrado los ojos, con una expresión comprensiva que podía transmitir mucha tranquilidad. Sonrió mientras que lentamente se acercaba al rostro de Hyejin, permitiendo  que sus manos cálidas la atrajeran al unisonio. Y sin muchos rodeos, dejo un beso fugaz en los labios femeninos, luego de un beso en la mejilla, claro.

—Esta entrando el atardecer, si no nos damos prisa entonces no cenaremos. —Susurró Mingyu aún cerca del rostro de Hyejin.

La peli-negra asintió un poco más decidida con la idea. Tenía que aprender a cocinar para cuando formará una familia con Mingyu. Sabía que él tendría que irse a trabajar así que ella tendría que quedarse en casa y cocinar para su pequeño futuro esposo.

—Escucha bien. —Ordenó Mingyu de una forma amable. —Yo te diré que hacer, tú tienes que seguir lo que te diga, sin agregar ni quitar a mis indicaciones ¿está bien?

—Está bien, cielo. —Asintió Hyejin con una sonrisa melosa.

Mingyu comenzó a darle indicaciones sobre cómo cortar la verdura, sobre cómo tenía que agregarle las especias y algunas otras cosas que no tuvieran algo que ver con fuego o algo parecido. Si bien, Mingyu estaba ahí, pero el plan del más alto era enseñarle lentamente, cosas tan simples que ella podría hacer como tomar un cuchillo y picar algunas verduras, o lavar la carne. Cosas fáciles para que Hyejin comenzará a familiarizarse con la cocina. Después podría acercarla al fuego.

Con seguridad.

Y para Hyejin fue un gesto muy lindo. Mingyu era lindo. Pero a veces se pasaba de lindo. Muy lindo.

Entonces Hyejin se dió cuenta de que no era mala para cocinar realmente, si no que lo único que necesitaba era perder un poco el miedo y quizás un poco de supervisión. Algo con lo que poder guiarse por si hacía algo mal.

Por suerte tenía a Mingyu a su lado. Y por si algunos no lo sabían: Mingyu es uno de los mejores cocineros que Hyejin podría haber conocido en su vida. Por eso confiaba plenamente en él y en sus recetas.

Al final del día, la comida siempre sabía deliciosa, porque cuando  Mingyu cocinaba sólo, la preparaba con amor, mucho amor.

Pero ahora que Hyejin había colaborado ¿cómo creen que haya quedado la cena?

Deliciosa.

Tanto que lo único que quedó en el fregadero fueron trastes y cacerolas vacías.

Con amor todo se podía.

Además ¿Quién no podría cocinar con un maestro tan apuesto como Kim Mingyu?

𝘼𝙏𝙏𝘼𝐂𝐂𝐀: 𝙎𝙀𝙑𝘌𝘕𝙏𝙀𝘌𝘕 𝘐𝘔𝘈𝙂𝙄𝘕𝘈𝘚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora