090: Woozi

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El resto de mi vida la voy a dedicar en no volver a conocerte...

Esa tarde Hyejin había huido de casa cuando el pensamiento precepitado la inundó, con los relámpagos alumbrando cada paso ajeno que daba intentando alejarse de todo aquello que la atormentaba, pero sin ser conciente de que la propia tormenta era quien estaba sobre de ella en cada momento que buscaba esconderse.

La lluvia se hacía cada vez más presente cuando Hyejin intentaba refugiarse entre los árboles o bajo las tejados de algunos hogares, y el viento se volvía más violento cuando Hyejin gritaba estar cansada del frío y de aquello que le impedía vivir en un ambiente cálido, aquello que dejaba a su corazón helado y sin algún sentimiento humeante.

Hyejin se detuvo enmedio de la calle desolada, sus lágrimas se mezclaron con las gotas de una tormenta interminable y sus lamentos salieron como un grito desgarrador, llendose acompañados de una ráfaga de viento que la tambaleó hasta hacerla caer con furia y sin piedad, destruyendo aquel muro de estabilidad que llevó cargando en la espalda durante todo ese tiempo, haciéndola sentir perdida y aturdida por haber perdido lo que la mantuvo estable por años.

Sus ojos divagaron entre la tempestad y sintió su corazón destruirse con cada relámpago que caía sobre ella, sus labios temblaron y sus manos se juntaron frente a su pecho pidiendo piedad, y es que no podía, ya no podía sostenerse, había sido suficiente con tener que arrastrarse para poder llegar a aquel muro que ahora estaba destruido, no tenía la fuerza para levantarse y mantener el equilibrio.

Hyejin estaba entre el vacío eterno y no podía tomarse de ninguna parte, porque estaba sola, porque la habían dejado sola. Así que quería piedad, quería que su interior la dejara tranquila, que su conciencia la dejara respirar y dejar de oprimir com tanta brutalidad su felicidad y su vida entera.

Quería salir de ese hoyo del cual estuvo huyendo por tanto tiempo y que por culpa de él, Hyejin terminó cayendo.

Por culpa de él. De Jihoon.

Por culpa de él. De Jihoon. De Jeonghan.

Cuando los relámpagos cesaron, Hyejin se atrevió a mirar al cielo encontrando nubes negras, se atrevió a respirar sintiendo la falta de oxígeno en sus pulmones, se atrevió a bajar la mirada cuando una gota perdida en el viento cayó sobre su ojo izquierdo haciéndola apretar los ojos erraticamente. Hyejin se atrevió a pensar por un segundo cuando su conciencia se perdió entre la tormenta, se atrevió a llevar ambas manos a su boca cuando sin querer mordió su lengua con una fuerza inigualable, se atrevió a simplemente tragar la sangre que amenazaba con manchar su ropa mojada y con rastros de lodo, se atrevió a suspirar cuando el sabor metálico raspó entre su garganta e hizo un charco bajo su lengua. Hyejin se atrevió... a ser ella antes de que la tormenta regresara.

Y entonces, cuando su boca no pudo mantenerse por más tiempo cerrada, hilos de sangre acompañados de saliva salieron de sus labios bajando por su mentón y escurriendose hasta su ropa, constante y tomando un camino similar al de un río. Sus manos permanecieron con las palmas mirando al cielo y descansando sobre sus piernas, había heridas ahí, cubiertas de lodo y de sangre que se escondía entre la suciedad, estaban heladas sin embargo no temblaban del frío, y ante el líquido carmesí que comenzó a caer sobre ellas, las manos de Hyejin jamás dejaron de ver las nubes negras, permanecieron indiferentes ante el sufrimiento en la lengua de la pelinegra, dejándole en claro una cosa: no importa si dejas de hablar, después de todo tu voz jamás fue escuchada.

Su cuerpo permanecío intacto sobre la carretera, justo entre la línea amarilla que separaba a ambos carriles, con la mirada en su pantalón rasgado y su zapato mojado.

Entonces, cuando vio su propia figura siendo tan lamentable, junto vio su pantalón desgarrado y su rodillas con sangre, su mente le recordó aquel acontecimiento que la había hecho huir desde un principio. Aquella imagen que de forma descarada corría como una película en su cabeza.

𝘼𝙏𝙏𝘼𝐂𝐂𝐀: 𝙎𝙀𝙑𝘌𝘕𝙏𝙀𝘌𝘕 𝘐𝘔𝘈𝙂𝙄𝘕𝘈𝘚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora