Capítulo 3: Nací para esto.

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Angelo

Antes del amanecer ya estoy de pie en la ventana, la vista se me hace exquisita. El alba se escurre entre los sembradíos, acaricia la viña y el color negro de la Corvina hace un contraste magnífico con las hojas verdes. No soy el único que está despierto. En casa de los Vitale hay movimiento, y los trabajadores de la estancia comienzan a llegar. Tengo una vista perfecta del panorama, y eso me satisface. Me considero un hombre controlador, uno al que le gusta saber en qué invierto mi dinero. Cuando estoy trabajando lo doy todo, por lo que exijo a mis subordinados el mismo nivel, son mis millones y el nombre de mi familia lo que está en juego, así que no admito fallas.

La pequeña salvaje también está despierta, sale de una caseta que está a varios metros de su casa. Limpia sus manos sobre el mandil pintoresco que trae, y se detiene para mirar a mi ventana. Fija sus ojos en mí, en su rostro puedo notar el desagrado, que por mi parte es mutuo. No olvidaré como me trató la noche anterior y todo el trabajo que dejó pendiente. Me retiro del lugar, y tomo mi chaqueta. Las botas repiquetean por todo el suelo del corredor, camino a paso firme. Luca no ha dado señales de vida y me da la impresión de que quiere alargar nuestro enfrentamiento. No pienso ceder, vengo por lo que me corresponde y lo que se me atraviese en el camino lo quito, así se trate de mi propio hermano.

Salgo de la mansión y el señor Giorgio Vitale vine hacia mí. Sus brazos están extendidos y no dudo a la hora de corresponder su abrazo. Este hombre es un artista, en su mente carga los saberes del buen vino y en su cuerpo los años de trabajo dedicados a la ardua labor. Es un agrónomo por excelencia y el resultado de sus conocimientos se alza detrás de su espalda como un manto verde y agradecido de sus cuidados.

-Señor Angelo, que gusto tenerlo de vuelta -dice y noto la aflicción en su voz. Él es uno de los pocos que conoce la verdad.

-Para mí también lo es Giorgio, no tienes idea de lo liberador que es.

-Créame que lo sé, la tierra me lo dice, el viñedo sabe que los Carosi regresaron.

El anciano es así, un creyente de sucesos divinos y supersticiones, es otro de los rasgos de su apellido. Cosa que me reconforta, porque en su cara puedo ver la fe que me tiene, y eso es motivación para el trabajo y la producción. Necesito personas dispuestas, enérgicas que confíen en quien los dirige así estemos hundidos hasta la misma mierda.

-¿Le apetece dar un paseo por los sembrados antes de desayunar? -pregunta.

-Sí, quiero que me muestres todo lo que tenemos y que me expliques las estrategias de cultivo que utilizaste -exijo, y en su rostro noto confusión-. ¿Sucede algo?

-Disculpe, es que tenía entendido que era su hermano quien tomaría las riendas de la empresa -dice apenado y no puedo disimular el descontento que me causan sus palabras.

-Ese derecho se lo dio él mismo, y es uno que no le corresponde. No estuve muerto todos estos años, así que no permitiré que nadie me herede en vida -él asiente-. Quiero que el recorrido sea por la toda propiedad -concluyo cambiando el tema.

-Por supuesto, señor. Vamos a las caballerizas.

No toma mucho tiempo preparar los sementales. Giorgio me muestra todo el lugar en la cabalgata. El sol nos saluda y la brisa mañanera funde los aromas frutales y de especias. Ahora nuestra cepa autóctona ha abarcado un ochenta porciento de los sembradíos. La cantidad es suficiente para llevar a cabo los planes que tengo. Está mejor de lo que recordaba, mi padre, Massimo; hizo un gran trabajo reparando el desastre que dejó mi abuelo. Esta tierra es la verdadera fortuna de los Carosi, a pesar de que él lo olvidó y se dedicó a crecer nuestro capital con otras prácticas, quedó demostrado que la vinicultura es lo que vinimos a hacer a esta vida y nos debemos a ello.

Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora