Capítulo 33: Merecedor.

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Angelo:

La parte sur del foso nos recibe en su laberinto de túneles con paredes mohosas. El olor a humedad es perceptible en el aire pesado que cargan estos pasillos. Es el lugar perfecto para dejar prisioneros encadenados al cuello por días, ya que la leve presión contra la vena carótida te hace creer que morirás asfixiado. Son muchos los que he visto perder la noción del tiempo y la realidad aquí. Es una buena tortura, pero carece de magnitud si pienso en lo que en verdad quiero hacer al traidor y a esos Cappola.

Mikael camina a mi lado, sus pasos están adornados por el bastón, hacen un eco familiar que por años no se escuchaba en estos pasillos. Después de nuestra conversación está insatisfecho por mis respuestas. No quiere que siga con esta vida, pero retirarme ahora sería propiciar una masacre de mi familia. Tengo que protegerlos, es lo que he hecho por doce años. A pesar de no aprobarlo, lo entiende, y ha accedido a mi petición.
Llegamos a uno de los almacenes. Todos se encuentran inspeccionando el armamento a traficar. Notan nuestra presencia, los gestos vacilantes y asombrados no tardan en llegar.

—¡Señor Herzog, qué alegría verlo! —es Adler el primero en estrecharlo en sus brazos.

—También me alegra verte, Graf —da unas palmadas en su espalda.

—Lamento lo ocurrido en tus establos Angelo —dice Meyer acercándose—. Padre, no sabía de su visita.

Mikael mira a su hijo con seriedad, en este lugar no hay lazos consanguíneos que valgan. A pesar de que la familia se defiende a muerte, el poder y el rango se respeta. Meyer siguió el legado de su padre, era su deber, el mundo en el que creció, no fue tratado con privilegios y a la hora de decidir un sucesor, su padre me eligió. Contra todo pronóstico, Meyer no objetó o se molestó. «-Antes de todo poder, somos amigos, hermanos...»; fueron sus palabras el alivio a mi remordimiento.

—Yo lo mandé a llamar —explico alzando el tono. Adalia deja a un lado la contabilidad, y se acerca—. Debido a todos los problemas, es Mikael quien se encargará del foso temporalmente.

—¿Qué harás tú? —replica ella— ¿Te piensas desligar de nosotros?

—No se está desligando de nadie, hermana —dice Adler—. Angelo sabe muy bien lo que hace. Yo apoyo tu decisión, si vas a dedicarte a cazar al traidor en la villa, te pido que me dejes ayudarte.

Su sonrisa parece sincera, y de todos los presentes es el único que no muestra tintes de preocupación en la mirada. Pone su mano en mi hombro en señal de apoyo; siempre ha estado para mí, no hay trabajo que ordene que Adler no cumpla a la perfección. Es por lo que me molesta tanto que atrapar al hijo de puta que me está jodiendo le esté tomando tanto tiempo. Tal vez sea porque lo está haciendo en sus propias narices, o porque sabe quién es y quiere encubrirlo; o porque se trata de él mismo.

—De acuerdo, pasarás un tiempo en la villa. Veremos qué encuentras allí.

«Es mejor tenerlo cerca»

—Perfecto, mandaré a preparar mi equipaje.

Sale dejando el ambiente tenso. Meyer pide hablar con su padre a solas, ambos se retiran. Quedo con Adalia. Sus ojos me sostienen la mirada con atisbos de molestia. Ella es así, como un volcán de lava roja siempre activo que puede estallar en cualquier momento. Se acerca, saca un cigarrillo de su chaqueta que no tarda en prender.

—Piensas que dejando a Mikael aquí se contendrán tus enemigos. ¿No te estás tomando muchas molestias por la falda de una sirvienta?

—No se trata solo de Serra, y lo sabes; envenenaron a la yegua de mi hija. No había rastros del químico en el agua o la comida. El cadáver del animal tenía una marca en su cuello, como si lo hubieran inyectado —frunce el seño dando una calada—. Te imaginas que la víctima hubiese sido Giuliana. Que se ahogara con su propia sangre; sola; en un establo lleno de paja y mierda.

Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora