Serra.
Cuenta la leyenda que un Carosi siempre obtiene lo que quiere, que en el verde de sus ojos se esconde ese hechizo que obliga a rendirte a sus pies en acto de sumisión; a agachar la cabeza; incluso si sabes que vas a ser decapitado, no se borrará la sonrisa de tu rostro ¿Por qué?, porque se tiene el privilegio de servir a un dios. Un ser supremo que camina entre mortales embriagando a todos con sus magníficas creaciones. Se dice que ellos nacen con ese don, sin embargo lo suprimen, pues su corazón benevolente les impide manipular a sus súbditos. En mi opinión son puras patrañas, y el hombre frente a mí lo demuestra; con la notable diferencia que no estoy siendo controlada por un ser de luz, no; he caído en las garras de una bestia que escurre oscuridad, poder y lascivia. Estoy a punto de servir a un monstruo sediento de mí, y no negaré que la idea me hace estremecer.
Angelo mantiene los brazos extendidos sobre el espaldar de terciopelo rojo; los músculos de estos sobresalen, haciendo que la impresión sea más impactante. Su pose luce relajada, como si el mundo se postrase a sus pies, siendo él quien controla y es capaz de obtener todo aquello que se proponga con un chasquido de dedos. No dejo de admirar su cuerpo, es una invitación a la lujuria y posarme entre sus atléticos muslos. No quiero sucumbir, quiero negarme a sus caprichos, pero pierdo el control de mí al fijarme en sus iris verdes; el cuerpo de Angelo es una invitación al descargue libidinoso, pero sus ojos son otra historia. No muestran las ventanas del alma, no; son las de un infierno envuelto en llamas, capaces de consumir todo a su paso. Lo exponen a él, y su mundo de sombras, me reflejan en ellos y lo que no puedo dejar de sentir por él. Quisiera negarme, pero retratar los iris que restan a su cuerpo esa divinidad pura que tanto le profesan, es un privilegio al que no me pienso a negar.
Me coloco frente al caballete, acaricio el lienzo con mis dedos como si tocara la piel más fina y sensible. No hay que ser experto para saber que cuento con los materiales de mejor calidad, aunque él no lo diga, sé que se ha encargado de que así sea. Tomo asiento, recojo mi cabello con uno de los pinceles y comienzo a mezclar colores para lograr los tonos que se ajusten al entorno. Organizo los materiales y mi cerebro se impacienta por trazar la primera línea.
Él no se mueve, mantiene la misma pose de brazos y muslos abiertos con la sábana blanca cubriendo su masculinidad. Es artístico, sensual e imponente, es lo que quiere que retrate y lo que voy a exponer en el cuadro.
El carboncillo se desliza por la blancura del lienzo estampando su figura, desde la primera línea hasta la última lo disfruto tanto que mi piel se eriza ante la sensación de hacer lo que me apasiona con la persona que prende mis más íntimas fantasías. Siento un torbellino de calor cuando dibujo cada músculo, imaginando que los toco y acaricio. Quiero plasmar todo lo que él me causa, que quede sellada en esta pintura cómo mi mente percibe a este falso dios que ha puesto mi vida de cabeza.Angelo no aparta los ojos de mí, su pecho sube y baja apacible, pero su tono esmeralda me grita que está disfrutando esto tanto o más que yo. El dorado en su piel brilla más que nunca por la fina capa de sudor perlado que reviste sobre esta. El cabello húmedo cae despreocupado sobre su frente y los labios sonrosados delatan una sonrisa ladeada que me recuerda como los prendió de mi feminidad aquella noche veneciana y me llevó al cielo.
Mi pulso se acelera, es que nunca he vivido una escena tan erótica y mi cuerpo está empezando a reaccionar. Siento mis mejillas calientes. Los senos rozan con el satén de la bata y el tacto de esta los hace más sensible. Él tiene a la vista la mitad de mi cuerpo, ya que la otra queda tapado por el lienzo. No se mueve, pero sé que siente lo mismo, ya que su dureza se alza como barra delatora debajo de la sábana contra su abdomen. Mi respiración se corta...«Creo que no debería pintar eso en otro lugar que no sea mi mente»
-Quiero que lo retrates todo, Serra -exige con voz ronca, causando escalofríos en mi espalda.
-¿To... Todo...? -musito anonadada.
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Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).
Teen FictionAngelo Carosi regresa a Verona después de doce años para reclamar lo que le pertenece. Está dispuesto a llevar su apellido a la cima de vinicultura, creando el mejor vino de Italia. No le importa a quién deberá aplastar, sea enemigo o su propia fami...