Capítulo 31: Aliados.

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Bianca.

Las lágrimas son para cobardes, para débiles, por lo que no me permito derramar ninguna aunque la vergüenza esté corroyendo mi piel. Creo que en mi alcoba no queda más por destrozar, he descargado mi enojo en todo lo que se me ha pasado por delante. No he dormido, he rabiado como una maldita reprimida de la que su esposo se burló la noche anterior. Aún lo recuerdo, diciendo ante todos que "aprovechábamos" la ocasión para oficializar nuestro divorcio, que quedaríamos como los grandes amigos que somos, que habíamos decidido que era hora de separar nuestros caminos, ya que como muchos sospechaban, nuestro matrimonio no era más que costumbre.

No pude hacer otra cosa que sonreír, es lo que siempre he hecho y a lo que una dama es educada. Quedé como una imbécil, como si sus palabras no me desmoronaran la vida. Lo peor es que pocos se asombraron, era como si todos estuvieran esperando que la farsa terminase.

Sí, mi matrimonio con Angelo no es más que una mentira bien fingida, pero yo nunca dejé de amarlo o desearlo. Sacrifiqué tanto por él, por una vida juntos, que no imaginé que se marcharía como lo hizo, que me fuese alejando hasta el punto de no querer ni verme. Me niego a aceptarlo, ¡no es lo que merezco! «Nací para lo mejor, y lo mejor es él»

A través de mis cortinas se tiñe el cielo con el amanecer. Será otro día en este campo infernal rodeada de polvo y campesinos inútiles, que ahora se verán con la cotilla en la punta de sus lenguas de que pronto dejaré de ser la señora Carosi, pero antes de que eso pase, primero le prendo candela a este vejestorio de casa con todos los Carosi dentro.

Tocan a mi puerta, sé que es la criada que se encarga de preparar mi baño. La hago pasar; no puede evitar el horror al ver el desastre que he hecho.

—Si te demoras otro segundo en preparar mi baño, serás despedida.

No responde, corre a hacer lo que demando, sabe que solo puede hablarme lo necesario. Elijo el atuendo que usaré, será verde sin dudas; un vestido que haga juego con los ojos de mi esposo. La sirvienta sale, paso por su lado con el rostro bien alto; no permitiré que me vean derrotada.

—Arregla este desorden, lo quiero todo perfecto antes del mediodía.

Entro al cuarto de baño, el aroma a sales y lavanda me relajan, es lo que necesito para refrescar mi cuerpo y trazar la estrategia que ponga a Angelo a mis pies. Nuestro mejor momento fue el noviazgo, estábamos tan enamorados que no dudé en entregarme a él. Después, vino la desgracia, quedé embarazada, dejé a mi familia envuelta en una ruin vergüenza y a conveniencia nos casamos. Sabíamos que éramos el uno para el otro, después del sexo, nuestro mayor lazo fue nuestra bebé. Todo se vino abajo cuando tuvimos que partir, desde ese momento Angelo dio un cambio notable, el cual se fue agravando al pasar de los años, al punto de no querer tocar mi piel o compartir cama conmigo a pesar de mis múltiples exigencias. Solo tenía ojos para Giuliana y sus estúpidos caprichos, el amor que me correspondía se lo dio a ella, dejándome en el olvido.

Al salir del baño, la mayoría de los destrozos están apilados a un lado, «me gusta la eficiencia de esta infeliz». Me visto y me maquillo acorde al tono elegido. Dejo mi cabello suelto, recuerdo lo mucho que él disfrutaba tomarlo entre sus dedos mientras me montaba como semental.

Voy al comedor, no me sorprende ver a Luca. Trae el periódico en sus manos, finge leerlo, ya que su vista está puesta en esa cocinera indecente que se come a mi esposo con la vista. Ella coloca la vajilla y los cubiertos, se le ve concentrada, pero el rubor la delata «Patético», parece que le sirve cualquiera de los dos hombres de esta casa.

Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora