Serra.
Las luces violáceas invaden el cielo antes teñido de naranja, se empiezan a divisar las primeras estrellas y la brisa se torna más fresca. Los trabajadores se marchan, dejando los surcos llenos de cajas y cestos que le avisan a la vid que pronto van a recolectar sus frutos. Se ve majestuosa, las bayas negras de las uvas resaltan con un brillo que invita a tomarlas. Suelto un suspiro que delata el cansancio que tengo. He pasado el día recorriendo un amplio perímetro de las tierras y supervisando las tiendas creadas para controlar el pesaje de los cestos. Ha sido una tarea ardua, y todavía no hemos comenzado con la vendimia.
Debo darle reporte a Angelo de los resultados, pero me abstengo de hacerlo.Lo he evitado en todo el día, y pienso seguir así. Estoy molesta conmigo misma, con mi actitud sin sentido y la forma de actuar tan estúpida cada vez que lo tengo acerca. Es como si no me pudiera controlar, su fragancia me embriaga y el timbre fuerte en su voz me hace vibrar algo dentro. Voy directo a mi casa, mi abuela está preparando la mesa y al notar mi presencia me mira extrañada.
-¿Qué haces aquí tan temprano? -pregunta cruzándose de brazos.
-Son más de las siete, ya terminé mis labores y quiero descansar.
-Giorgio está haciendo su despacho con los señores Carosi, y tú deberías estar allí con ellos, Serra -habla con tono severo-. Hasta la señora Bianca ha estado trabajando todo el día para organizar la fiesta. Todos se esfuerzan menos tú, es una vergüenza para nuestro apellido.
«Bianca»
Escuchar su nombre me da náuseas sobre todo después de haberla visto esta mañana en la ventana de Angelo, supongo que los lazos matrimoniales se arreglaron.
-Ellos lo deben tener todo resuelto, no hay necesidad de que me convierta en la sombra de ese Carosi.
-¡Las responsabilidades son tuyas y no estás para suponer nada! -espeta- ¿Qué diría tu padre si viera la forma en que rebajas a los Vitale?
Con lo que dice, mi mundo se desequilibra, me gustaría que mi mente evocara algún regaño o queja proveniente de mi padre para este tipo de situaciones, sin embargo, no llega ninguna, él nunca me reprochó nada, porque creyó que iba a ser una gran pintora y no tendría que trabajar bajo el sol siendo esclava de nadie, porque nunca pensó que la muerte se lo llevaría tan temprano y que las cadenas que lo ataban a estas tierras me harían su prisionera.
-Voy a bañarme.
Es lo único que le contesto antes de subir e ir a mi habitación. Recordar mis carencias era el detonante que necesitaba para sentirme peor, nunca supliré su puesto ni seré suficiente. Al parecer no lo soy para nadie, ni para mis abuelos; ni para Carlo, que a pesar de haber estado juntos por dos años no fue capaz de dejar a su prometida; ni para Angelo Carosi, ya que hoy le fallé.
«Sí, tal vez si papá hubiese estado vivo, también lo hubiera decepcionado»
Preparo la bañera, echo los aceites y sales aromáticas en el agua tibia. Me sumerjo en ella dejando que la sensación cliente que me recorre la piel relaje cada músculo. Cierro los ojos en busca de paz, pero los pensamientos intrusos se pasean por mi mente haciendo que lo evoque a él, al color indescriptible de sus ojos, a sus labios cargados de comentarios punzantes, al dorado de la piel de falso dios que presume con presunción. No sé cuánto tiempo transcurre, pero me pierdo en su limbo hasta que fuertes golpes en la puerta me hacen reaccionar.
-¡Serra! ¡Serra! -es mi abuela- ¿Estás allí?
-¡Sí!, ¿qué sucede?
-El señor Angelo espera por ti, no tardes.
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Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).
Teen FictionAngelo Carosi regresa a Verona después de doce años para reclamar lo que le pertenece. Está dispuesto a llevar su apellido a la cima de vinicultura, creando el mejor vino de Italia. No le importa a quién deberá aplastar, sea enemigo o su propia fami...