Serra.
La duda abarca mi pecho, y el momento en que mi dedo chocan con la madera de la puerta de su oficina es algo que quisiera revertir. Jugar a que soy su sirvienta, y él mi señor, hace que recuerde porqué en ocasiones lo odio a la par de lo que me hace sentir. Su voz permite que avance. Está sentado en el trono de cuero hojeando ese diario que carga las reliquias de su familia. Pasa las páginas con lentitud. Me le acerco, pero no dice nada. Su ceño está fruncido, parece molesto; ese es el problema con Angelo Carosi, es una bomba de soberbia arrogante que cuando no está en cuenta regresiva, estalla.
Intento mantenerme apacible, que su estado no me afecte; por lo que detallo la decoración del lugar. «Lúgubre, triste, insípida». Parece que los dioses solo le dieron el don del color en los ojos y la magnificiencia de su piel. A pesar de destellar luz donde quiera que van, no es secreto para mí que el rastro que dejan los Carosi es de sombras.
-Estás muy callada -dice, y vuelvo la vista hacia él-, distraída.
-Espero sus órdenes, señor.
-Bien, toma asiento -cierra el libro de golpe-. ¿Por qué te marchas antes de que amanezca?La pregunta sale con tono hosco, me resulta absurdo creer que ese sea el motivo de su enfado. No me siento, yergo mi cuerpo y lo encaro.
-Para evitar que me vean, es algo obvio, Angelo. Lo menos que queremos es un escándalo, si alguien se llega a enterar...
-¿Qué? -se pone de pie molesto-. Me vale mierda lo que piense la gente, Serra. Te lo dije ayer; todavía espero la respuesta.
-No quiero que me vean como la amante del patrón. Sería lo último que podría hacerle a mi familia.
-Dejé claro que estoy dispuesto a todo por ti. Tampoco te quiero como una amante.
-Sigues casado.
-Eso pronto no será un problema.
-¿Qué hay de lo demás? ¿De tu apellido y el mío? ¿De mis abuelos? ¿Del mundo en que te escurres?
Queda en silencio, sabe que mis palabras son ciertas. Bianca, a pesar de ser un huracán, es un problema ínfimo teniendo en cuenta todo lo que nos absorbe. Sobre todo su mundo de sombras, donde se viste de asesino y el aura de dios se la mancha de los gritos de sus víctimas.
-Pensé que lo que sientes por mí era más fuerte que el hecho de lo que soy -cruza sus brazos y endurece más las facciones.
-Me gustas, Angelo, pero no quiero pasarme la vida huyendo; temerosa de que en cualquier esquina puedan reventarme la garganta a tiros.
La imagen de lo vivido en Venecia vuelve a arañar mi subconsciente. Es algo que no me abandona, juro que aún puedo sentir como las gotas de sangre caliente de aquel sujeto corren por mi cuello. Él rodea el escritorio, se me acerca y toma mi rostro entre sus manos. Las siento frías, firmes; hacen un contraste con mi piel recalcándome lo diferente que somos.
-Nunca voy a permitir que te hagan daño, Serra. Aunque tenga que dar mi vida para ello.
-Ese es el problema, Angelo. Estás dispuesto a morir, pero no a abandonar toda esa mierda ¿Es que no lo ves? No quiero perderte, no así.
La aflicción en mi voz hace que él cierre los ojos, como si lo que martillase sus pensamientos en estos momentos pesara demasiado. La debilidad puede conmigo; esa que me reprocha a diario que alguien como yo no es mujer para él. Lo abrazo, dejo que mi nariz se regodee con ese aroma camaleónico que tanto enloquece. Me imita, aprisiona mi cuerpo contra el suyo; dejándome caricias en la espalda como si intentara reconfortar mi alma.
-Es la única manera de protegerlos.
La respuesta queda tan clara como el verdor de sus ojos «No lo dejará, no por mí» Me aparto de golpe, contengo las lágrimas que se asoman ante la desilusión que me causa. Sostiene mi mirada, espera que le dé la respuesta. Sé que percibe que lo que emitan mis labios definirá lo nuestro.
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Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).
Teen FictionAngelo Carosi regresa a Verona después de doce años para reclamar lo que le pertenece. Está dispuesto a llevar su apellido a la cima de vinicultura, creando el mejor vino de Italia. No le importa a quién deberá aplastar, sea enemigo o su propia fami...