Capítulo 29: Caminos enredados.

76 12 11
                                    


Serra.

El sonido incesante de las maquinarias dentro del tercer nivel de la bodega se sienten como un martilleo estridente en mi cerebro. Superviso el procedimiento que dará lugar a la fermentación meloláctica del mosto extraído después del prensado. Llevo cuentas de las cantidades que se dejarán reposar en los dos procesos de elaboración que enfrentamos, así como el tiempo estipulado para cada uno. Esta acción es crucial, ya que es el que reduce la acidez del vino, reafirmando el cuerpo y la calidad de este, por lo que intento mantener mis cinco sentidos en todo los ajustes que realizo y las órdenes que doy al personal. Trabajo junto a Luca quien se nota algo distante; ambos seguimos las exigencias de Angelo.

Hoy prescindimos de su presencia en la bodega, y la razón de ello me tiene en un estado donde el enojo y la decepción se funden como lava hirviente en mis adentros. Todos lo sabían, y yo como ilusa fui la última en enterarme de que hoy era su aniversario con Bianca. Sí, porque por más que duela él es un hombre casado, con familia y mil enredos turbios los cuales en vez de alejarme solo logran mantenerme en el mismo limbo que se muere por perderse en sus ojos y besar sus labios. Recuerdo su inesperada visita esta mañana, la forma en la que admiraba mis cuadros. Me gustaría pensar que eso que deslumbraba en sus iris era admiración hacia mí, que me veía reflejada en cada pintura como yo lo hago, pero Angelo Carosi es un ser egoísta que solo se admira a sí mismo. Me remuerde la idea de no poder sacarlo de mi mente como quisiera, de no poder desaparecer de su vida.

Al terminar la jornada de la mañana Luca se acerca a entregarme unos documentos.

—Llévalos a mi hermano para que los firme, Serra, son las cifras a invertir para la campaña de márquetin del vino.

—Aún no termino, señor, debo calibrar la temperatura —refuto sin darle a entender que ver a Angelo en estos momentos sería como lacerar mi pecho con mil agujas de hielo.

—Yo lo termino, no te preocupes —asegura y no me queda más remedio que tomar la carpeta negra y resignarme a hacer mi trabajo.

Salgo de la bodega, el sol se encuentra oculto tras varias nubes de tono grisáceo. El aire trae olor a retazos de lluvia, puede que pronto el cielo derrame las lágrimas que yo me tengo prohibidas. Camino hacia la mansión ensimismada en mis pensamientos. Una figura masculina se vislumbra a lo lejos, reconozco su andar de inmediato, mi cuerpo se tensa, mas no detengo mis pasos. La distancia se acorta, levanto mi mentón junto con la indiferencia que me causa.

—Hola, Serra —saluda con esa sonrisa que solía derretirme—. Hace mucho no nos veíamos.

—He estado ocupada, Carlo, me alegra saber que volviste al trabajo.

—¿Te alegra?, si mi memoria no falla fue por tu culpa que me echaron de la villa —su tono denota cierta molestia y aún no logro dejar de sentirme mal por todo lo sucedido.

—Lo que hiciste no estuvo bien y lo sabes...

—Sí, ya me he disculpado al respecto, ¿recuerdas?

—Lo hago, simplemente no entiendo a qué viene tu ataque entonces.

—Solo pensé que significaba algo para ti, Serra, me queda claro que fue tu abuelo el que intercedió por mi nombre. No sabes cuánto duele que me dejaras de lado de un momento a otro como si yo no fuera nada en tu vida.

—No pienso tener la misma conversación, Carlo; sí, fuiste mucho, pero ya no, para mí eres ese camino que se cruza por error a base de traspiés, del cual cuesta salir porque sigues dando vueltas en círculos, pero cundo lo haces ya nunca regresas.

Él sonríe ante mis palabras, pasa las manos por sus cabellos, mira hacia los lados como si comprobara que el terreno es seguro para dar el paso de avance que lo dejaría demasiado cerca de mi cuerpo, pero su actitud cambia de repente.

Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora