Angelo.
El camino de tierra que conecta el pueblo con mi villa estremece los asientos en subidas y bajadas; movimientos agresivos para la herida que cargo, el ardor hace que apriete los dientes. Atardece, la mezcla de colores cálidos, naranjas brillantes y rojizos melancólicos, bailan sobre el cristal de las ventanas del auto. Los tonos se escurren sobre el rostro de la mujer que está junto a mí. Las facciones serias, junto al estado pensativo que trae desde esta mañana me causan otra oleada de preocupación. Tengo un mar en total, una vorágine de problemas y responsabilidades mordiéndome los hombros, mortificando el sosiego y la estabilidad que he luchado por mantener.
Tenemos una conversación pendiente, una cuya magnitud ella ignora. «La mujer del Verdugo, mi mujer». Un título que he impuesto a sus espaldas, todo por su bien. Detesto la idea de obligarla, de que se sienta atada, o piense que quiero robarle la libertad, pero no hay de otra; a ella nadie la toca, y quien lo haga tiene que estar dispuesto a pagar las consecuencias. Esto va más allá de una guerra de clanes, el problema es conmigo y no a quien sirvo. La clave está en los Cappola, quien los maneja está jugando con ambos y me niego a creer que su jefe sea el que esté ordenando los ataques, o esta cadena de persecución contante contra los míos.
Llegamos, el portón con barrotes de hierro abre sus puertas para que el auto pase. Serra busca una de mis manos para sostenerla en los pocos segundos que nos quedan solos. No hace falta que hable, el gesto está cargado de sentimientos, preocupación, y miedo. Aquí, a la vista de todos somos señor y empleada; no podríamos ser más, pero el destino cruel, traicionero; se ha burlado de ambos. Hace doce años, cundo ella era una niña que adoraba correr por la vid y dibujar con crayones, cuando yo pensaba que el amor de mi vida era Bianca, cuando Bruno Vitale, mi amigo, me confió tanto... nunca pensé que iba a desear a la mujer en la que se ha convertido, menos que ella sienta tanto por mí, cuando en realidad merezco es su odio.
-Necesito verte esta noche -susurro mientras bajamos del auto.
-No es prudente. Sé que Bianca suele visitarte.
La molestia en su voz es palpable. Camina a mi lado con la cabeza gacha. La tomo de la mano exigiendo que ralentice el paso.
-Fue una vez, hace meses, no ocurrió nada.
-No me mientas.
-No hay tiempo para celos. Tenemos que hablar de algo.
-Sé lo que es -suspira-. Te escuché esta mañana cuando estabas con Adler. Ya tomaste la decisión sin preguntarme. Oficialmente soy tu amante.
Trota por la escalinata hacia la puerta antes de que pueda refutarle. Ya entiendo el porqué de tanta distancia en todo el día, como si le hubieran cortado la lengua junto a la curiosidad. Su silencio ha otorgado sumisión a mis decisiones, cosa que es buena; y a la vez me desagrada, porque conociéndola como lo hago sé que tendría varios insultos guardados, así como el de dejarme claro que nunca sería mi querida; pero Serra tiene miedo, uno que esconde y yo huelo, en mis manos está darle la seguridad que necesita.
El eco de nuestros pasos inunda el vestíbulo. Ella se marcha rumbo a la cocina en cuanto se hacen perceptibles las voces en el comedor. Yergo mi cuerpo antes de dirigirme al mismo. La herida fresca aún supura, el roce fue bastante profundo; mantengo el porte, he tenido peores y la actuación frente a mi familia nunca ha tambaleado. El aroma de la comida en la mesa inunda la habitación. Giuliana le cuenta a Luca algo sobre el instituto al que va, la noto animada.
-Buenas noches -saludo.
-¡Papi, qué bien que ya estás aquí!
Dejo un beso en su frente, la gran sonrisa que me regala es un alivio a los pesares. Tomo asiento, ella vuelve a reanudar su historia mientras nos sirven. Los ojos de Bianca pesan sobre mí, no logra disimular el rencor que guarda desde aquella noche donde la dejé complacerme hasta que gruñí el nombre de Serra. Una mujer con el orgullo herido es un peligro; esta a mi derecha, es peor que un cáncer. Los insultos e insinuaciones no han faltado de su parte. Mi trabajo es ignorarla, pedirle que acabe de firmar los papeles del divorcio, pero se sigue negando.
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Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).
Teen FictionAngelo Carosi regresa a Verona después de doce años para reclamar lo que le pertenece. Está dispuesto a llevar su apellido a la cima de vinicultura, creando el mejor vino de Italia. No le importa a quién deberá aplastar, sea enemigo o su propia fami...