Capítulo 8: Entre rencores y simplezas.

91 16 0
                                    

Luca.

Nunca pude descifrar lo que destilaban los ojos de mi padre cuando nos pidió a mamá y a mí que dejáramos la villa. Ese día sostuvo mi rostro entre sus manos y me dijo que podía ser lo que quisiera en la vida, que ni él ni mi sangre me iban a atar a nada, que yo no pagaría por los errores de nadie. Irónico que ahora esté aquí luchando por tener un puesto en lo que es el legado familiar.«Familia», es ese término amargo que se me escurre dentro cada vez que pienso en lo que carga mis venas. Mi apellido es sinónimo de muchas cosas entre ellas: unidad. Los Carosi siempre han estado juntos, trabajando lo nuestro sin darle importancia a nada más. O al menos eso decía mi padre. Curioso que Massimo lo expusiera de esa manera cuando a sabiendas de todos ese concepto se lo habían saltado dos generaciones atrás. La mía y la de mi hermano no fue la excepción.

Cada vez que trato con Angelo me parece ver a un extraño, a un usurpador que no merece nada a lo que profesa tener derecho. Le guardo tanto rencor que se me tranca el pecho cada vez que quiere actuar como hombre ejemplar e interesado. Cortó todo tipo de lazo conmigo y nuestra madre, nunca aceptó una visita en doce años. Se volvió un fantasma en mi vida, y creí que iba a continuar así, hasta que reapareció, como si el tiempo transcurrido no hubiera hecho mella en nosotros, en mí. La soledad siempre ha sido parte de mi vida, a pesar de que he intentado llenarla con las excentricidades que tanto me gustan. Mostrarme ante el mundo como un hombre basto de todo fue sencillo, lo difícil era creérmelo. Mujeres, fiestas, trajes caros y las bebidas más exclusivas eran parte de ese ciclo vicioso y vacío que hoy me cuesta dejar atrás. Derroché tanto y gané tan poco que lo único que me podría salvar era la venta al por mayor del vino de cepa blanca en la bodega Sanna. Pero ese incendio se llevó la posibilidad de hacerme valer por primera vez en mi vida.

Todo se fue al infierno y el responsable de mi caída viene como un ángel guardián al que todos lo ven como salvador. Aunque sus intenciones son buenas no quita la barbarie que hizo para conseguir el poder. Angelo se ha convertido en un hombre sin escrúpulos y el hecho que no refutó mi acusación al respecto me lo comprueba.

En la mañana cuando volví a echarle en cara su mierda quedo callado, dejó que despotricara todo y luego concluyó diciendo que le sacaríamos partido. No le pesa porque su principal objetivo era sacarme del juego y lo ha logrado. Sé que debo andar a paso sigiloso pues ese que dice ser mi hermano esconde más de lo que manifiesta.

—¿Desea algo más, señor? —vuelve a preguntar la chica del servicio, ruedo los ojos y decido mirarla.

Sostiene una charola plateada, noto su impaciencia en la forma en la que mueve uno de sus pies. Es una pelirroja de piel pálida. No me he molestado en reparar en las domésticas, se me hacen demasiado simples y esta a mi izquierda no es la excepción. Se le notan las pecas sobre los pómulos y parece que mi escaneo la incomoda.

—Es tarde y aún me queda por hacer, señor —continúa.

Doy otro sorbo del licor que llevo bebiendo desde que se terminó la reunión con los trabajadores de viñedo, obvio su queja y parece que tengo un maniquí a mi lado, uno con demasiadas curvas para mi gusto.

—Señor Luca...

—¿Podrías mantener esa boca cerrada? —interrumpo con tono hosco y ella se remueve incómoda.

—No, no puedo —refuta—. Llevo aquí desde hace media hora sin hacer nada en lo que usted se atraganta con esa cosa y mira a la pared como si fuera lo más interesante del mundo. Tengo trabajo pendiente y quiero llegar a casa temprano.

Sus palabras son claras y exigentes, tiene razón, no he hecho más que mantenerla a mi lado de forma inconsciente como si su simpleza pudiera llenar mis ansias de compañía. A pesar de eso no voy a permitir que una criada también se vaya por encima de mí en esta casa.

Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora