Angelo.
Dicen que a cada deidad le envían su tentación a la tierra para hacerle estragos en la mente y alejarlos de su misión divina, que la responsabilidad cae en no sucumbir ante estas. En no dejarse arrastrar a las mieles que te pueden atar con las cadenas de la deshonra. Las distracciones son algo que nunca me he permitido, ya que un paso en falso puede echar todo a perder y costarme millones o la vida. No tomo decisiones a la ligera, analizo todo, veo las ventajas y carencias en lo que me interesa y cómo lo puedo aplicar a mi beneficio. Tampoco suelo equivocarme, y eso es lo que me repito una y otra vez después de ver el desastre que hizo Serra en la reunión.
Camino a paso firme, ella viene detrás. Sé que trae la cabeza gacha, pude sentir su decepción al darle la noticia. No deja de sorprenderme, tiene reacciones que me cuesta anticipar, pensé que se negaría o que haría algo típico de esa esencia salvaje que destila, pero no, prefirió quedar en el limbo y embarrarnos de vino llamando la atención de todos. Un puto desastre, que no tardé en disimular arrastrándola conmigo. Necesito dejar claras las cosas con ella o esto no va a funcionar, y no voy a permitir que se vaya a la mierda todo por la inmadurez de una chiquilla. Entramos a mi habitación, paso las manos por mi rostro y me giro a verla. Está concentrada en el movimiento de las cortinas que dan al balcón, tiene las mejillas rojas y las manchas del tinto rojizo le adornan las esbeltas piernas. Me cruzo de brazos esperando que diga algo, y no sé por qué me molesta tanto esta actitud callada cuando es un avance que debería celebrar.
-Si estás en contra de lo que estipulé, dilo -le exijo, ella aprieta los labios.
-Lo siento -musita-, solo me agarró de sorpresa, sé que no le agrado y me resulta irónico que me quiera de secretaria -pasa las manos por el mandil delatando su ansiedad.
-Nuestras diferencias no tienen nada que ver con el trabajo -digo con tono hosco-, no te estoy pidiendo que seas mi mejor amiga, sino que me sirvas para todo lo que se te ordene -se digna a verme y noto su furia en los iris marrones.
-¡Ya le dije que no soy esclava de nadie! -espeta y alza el rostro con determinación.
-Es un trabajo, Serra, no estamos en el siglo XV -la encaro y me le acerco-. He revisado tus calificaciones y currículum, el trabajo que haces en el viñedo junto al señor Giorgio y sé que estás ampliamente preparada. Me vas a ser útil y no te quiero fregando suelos cuando puedes contribuir en lo que de verdad importa.
-Lo que le importa a los Carosi, dirás -su tono es un reproche que desafía a cada célula de mi cuerpo a querer domarla.
-Bien, si lo quieres ver desde esa perspectiva te tendré que exponer un aspecto de tu interés -no quería llegar a este punto, pero es la realidad y ella tiene que dejar ese grado de inmadurez tan irritante-. El hecho de que el señor Giorgio siga en el cargo va a depender de ti -ella me mira con asombro-, así que acepta lo que te propongo.
-¡Ah, porque también me estás chantajeando! -exclama envenenada y agotando mi paciencia- ¿Qué te sucede? ¿Cuál es el interés en tenerme lamiendo tus botas? ¿Acaso te gusto, estás obsesionado o algo así?
Escupe todo tan rápido que no le da tiempo a asimilar las sandeces que suelta. Respiro hondo y los dedos me cosquillean por tomarla de la barbilla y hacer que entienda que esto no es un jodido juego.
-Escucha -me le acerco sin romper el contacto visual-, no sé qué fantasías extrañas pasen por esa mente hormonal tuya, pero puedes ir descartando desde este momento la estúpida idea de que algo pueda causarme atracción en ti. Soy un hombre de treinta y cuatro años, casado y además tu patrón -vuelve a ruborizarse, intenta protestar, pero le pongo mi dedo índice sobre su boca para que no se atreva decir palabra-. Y no te chantajeo, tienes que ser consciente que tu abuelo no puede con la cantidad de trabajo que tiene y que tú como Vitale puedes compensar sus carencias siendo mi asistente. No es capricho, es estrategia y tradición. Nuestros apellidos siempre han estado juntos y no me voy a permitir perder, Serra -hablo con impotencia, acerco más mi rostro al de ella. Siento el calor que desprenden sus labios sobre mi piel- ¡Saca esas ideas absurdas de tu mente y hazle honor a lo que te corre por las venas!
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Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).
Teen FictionAngelo Carosi regresa a Verona después de doce años para reclamar lo que le pertenece. Está dispuesto a llevar su apellido a la cima de vinicultura, creando el mejor vino de Italia. No le importa a quién deberá aplastar, sea enemigo o su propia fami...