Capítulo 21: Metástasis II

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Serra.

Miro mi reflejo y sonrío ante el resultado. Me he colocado mi mejor vestido, el escote es muy atrevido y la apertura hasta medio muslo me hace lucir sensual acentuando la tela de satén marrón a mis caderas. El cabello me cae en hondas anchas por la espalda y el maquillaje sencillo hace que mis pestañas y labios resalten. Son pasadas las diez de la noche, por lo que imagino que mi acompañante debe estar en el lugar que me dijo.

Salgo de la habitación, mis tacones repiquetean contra el suelo como la promesa de lo que pienso hacer. Robo miradas a algunos de los presentes, me avergüenza, pero no me desagrada; y el concentrarme en la rabia que me está demoliendo las entrañas lo hace más llevadero. Pregunto dónde queda el bar y el camarero me guía personalmente. Entro con paso firme buscando a Adler. Lo encuentro en una esquina de la barra y voy donde él con una sonrisa. Nota mi presencia y al instante se pone de pie.
-¡Asesina! -exclama tomando mi mano para hacerme girar-. Dios; si los Carosi son parientes de los dioses tú eres una jodida ninfa, Serra Vitale.

Me carcajeo con lo que suelta y ambos tomamos asiento. No aparta su mirada de mí, en sus ojos ambarinos noto tintes de asombro.

-Gracias, necesitaba escuchar algo como eso.

-Créeme, soy experto en saber lo que quieren las mujeres y complacerlas, dentro de mis posibilidades, claro está.

-Entonces sabrás que esta mujer necesita un trago bien fuerte -agrego desinhibida y sé que se lo debo al vino.

-A sus órdenes, belleza -me da un guiño y ordena al bartender lo que consumiremos- ¿Angelo sabe que estás aquí?

Su pregunta me deja un amargor en la boca que logro disimular. No quiero hablar o pensar en él, quiero olvidar que ese falso dios existe.

-No lo sé y no creo que le importe --me encojo de hombros-. Cuéntame algo de ti, quisiera conocerte mejor.

Cambio el tema; todo indica que di en el punto exacto donde a mi acompañante le cuesta dejar de parlotear. Relata historias respecto a sí mismo y creo que me acabo de topar con el ser más narcisista del universo. No me molesta, lo encuentro demasiado divertido e hilarante. Copa tras copa el tiempo transcurre, mis mejillas están acaloradas y no puedo dejar de reír con cada cosa que me dice.

De repente, siento cierta incomodidad, como si una fuerza superior al entendimiento pusiera alerta mis instintos. Estoy siendo vigilada. Busco en todo el lugar y entre las sombras lo encuentro. Ese verde hipnótico parece salido de la mirada rasgada y filosa de una bestia; Angelo me acecha.

Nuestros ojos conectan y la rabia vuelve a poseerme, él lleva un cigarrillo hacia su boca y da una calada sin dejar de verme. Es tan sexy que mi piel se eriza, la tensión vuelve a recorrerme las piernas y temo que su efecto se note en mis pechos por encima de la fina tela.

Vuelvo la atención a mi acompañante en un intento de disipar esto que quema, y resulta por un tiempo, hasta que la veo llegar. El vestido rojo escarlata es un escándalo que resalta entre todos. Su cabello corto a la altura de la barbilla le da un aire venenoso, de ese que atrae aunque resistas. Pasa por nuestro lado saludando a Adler con un guiño y se dirige a la mesa de Angelo. Su penumbra la acoge, y la misma punzada me rasguña.

-¿Estás bien, belleza?

-Sí claro -declaro con una sonrisa para luego zamparme lo que queda en la copa.

En la punta de mi lengua recae la pregunta «¿quién es ella?», quiero saber, ya que parece que Adler también la conoce. Pero me niego a darle tanta importancia a ese Carosi, ¿para qué lo haría?, no tenemos nada que ver más allá de nuestro vínculo laboral, no nos conocemos en lo absoluto. Esa es la realidad, «no sé nada de Angelo»

Atada a tu legado. (Cadenas de sangre y vino).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora