Llevaba un mes en aquel piso del demonio, con mi endemoniado hermano y sus demoníacas cosas. A pesar de que había conseguido limpiar el desorden que había en el comedor, en el baño, en la cocina, y básicamente en todas partes, no había conseguido que me dejase entrar en aquel lugar que tenía plagado de gérmenes: su habitación.
–Vamos, Dani, no seas guarro –le dije por décima vez mientras tocaba a su puerta. El idiota se había encerrado en el interior de su habitación mientras gritaba que jamás podría entrar en su inexpugnable fortaleza– ¿Qué pasará cuándo te eches novia, puerco? Tendrá que dormir con una pinza en la nariz para no asfixiarse con tu olor de mono muerto.
–No voy a meter a ninguna chica aquí, Sandra –me dijo él al otro lado de la puerta–. Tú eres una horrible excepción.
Puse los ojos en blanco mientras desistía, por ahora, en la limpieza general. Miré el comedor que ahora relucía, e incluso no asustaba. ¡Hasta parecía bonito, y todo! A pesar de ser algo pequeño, estaba bien distribuido: dos sofás rojos, una pequeña mesita de cristal en el centro, una alfombra de pelo –a la cual Poo le había cogido especial cariño–, un pequeño mueble negro en el que descansaba una tele de plasma e, incomprensiblemente, una estantería llena de CD’s y libros. ¿Desde cuándo a mi inepto hermano le gustaba leer?
Acercándome con curiosidad, cogí el primer libro que vi y me sorprendí al darme cuenta de que era un libro relacionado con el boxeo. Espera. ¿Desde cuándo le gustaba el boxeo?
Miré hacia la puerta de la habitación de Dani con el ceño fruncido, y de pronto sentí una necesidad insana de saber qué tenía escondido dentro de aquella ‘fortaleza inexpugnable’. Entrecerrando los ojos, me prometí que lo descubriría… Y muy pronto.
* * * * * * * * * *
– ¿Estás segura de que estarás bien sola, Sandra? –Preguntó Daniel por quinta vez mientras salía de su habitación con una bolsa realmente sospechosa.
Yo le miré con ambas cejas levantadas, mientras me cruzaba de piernas y colocaba el enorme bol de palomitas entre mis rodillas. Había pasado una maravillosa tarde en la que lo único que había hecho era comer, dormir, ver la tele y molestar a mi pequeño y querido Poo mientras el engendro que había salido de mi madre escuchaba una horrible música en su habitación.
Ahora, casi a medianoche, mi hermanito se estaba preparando para ir… a no-sé-dónde.
–Creí que la mayor era yo, mocoso –le dije con voz pastosa. Tenía sed… mucha sed. Miré con los ojos melosos hacia él, que puso los suyos en blanco. Cuando lo vi caminar hacia la cocina, grité–: ¡Gracias, peluchito!
–No me llames así, bruja –me respondió él con el ceño fruncido cuando me entregó el vaso lleno de agua. Segundos después miró hacia su reloj y blasfemó de mala manera– Llego tarde, joder… ¡Me va a matar!
Yo me reí mientras le veía correr por el piso.
–Oye moco, ¿se puede saber a dónde vas? –le pregunté mientras me comía una palomita.
Él se quedó parado en medio del salón, inmóvil y silencioso. Segundos después tenía la mirada clavada en mí, y fruncía el ceño. ¿Se había cabreado por una inocente pregunta?
–No, Sandra, no puedes –me dijo con voz seria. Yo alcé ambas cejas, muerta de la curiosidad–. Ya no soy un niño, y puedo hacer lo que me apetezca sin que tenga que dar explicaciones. Recuerda que esta sigue siendo mi casa y que no eres mamá, ¿entiendes?
–Joder Dan, ni que te hubiese amenazado de muerte –le dije algo dolida por sus palabras–. Sólo tenía curiosidad, pero si hubiese sabido que te ibas a poner así no te habría preguntado.
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CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]
RomanceCuando Sandra llegó al piso de su aborrecible pero a la vez querido hermano, jamás pensó que lo que descubriría allí cambiaría tanto su vida, como lo hizo. Ella llegó allí con la intención de encontrar un trabajo, un piso y por qué no, un novio. Sin...