Capítulo veintidós.

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Sentía mis mejillas calientes como nunca antes. Sin embargo, no iba a avergonzarme de estar sentada sobre el regazo de Aiden mientras desayunaba, y mucho menos si era mi hermano -el mismo que había tenido sexo con una periodista en el sofá- el que me miraba entre sorprendido y espantado.

-¿Cómo...? ¿Por qué...? -balbuceaba él desde el marco de la puerta. Tenía la boca entreabierta, el pelo enredado e iba sin camiseta. Sin embargo, su amoratada mejilla y el hinchado labio no se disimulaba con su aspecto de polvo recién echado.

Noté como el pecho de Aiden temblaba de risa, a pesar de que su rostro brillaba con una pizca de desafío y diversión. Le entregué una media sonrisa a aquel idiota que tenía mis misma sangre.

-¿Tengo que explicarte el mecanismo, Dan? -me mordí el labio y sonreí de manera perversa antes de añadir-: Pensé que con lo que habías hecho hace unas horas te iba bien...

Aiden se echó a reír entre dientes cuando Dan se sonrojó -furioso y avergonzado- por lo que le había dicho. En su golpeado rostro se mostró una mueca y me miró con una ceja alzada.

-Pensé que decías que no se podía juntar el trabajo con el... -tragué saliva cuando él se calló, pues sabía como acababa esa frase y no quería que lo hiciera. Yo tenía claro mis sentimientos, pero no podía oírlos en boca de otros... No por ahora, y eso él lo notó- sexo.

Suspiré levemente y le sonreí, esta vez agradecida. ¡Ese era el hermano pequeño por el que mataría!

-Dan... ¿Sabes dónde he dejado los...? -una voz conocida, femenina, sonó por todo el salón. Sin embargo, la pregunta se quedó en el aire en cuanto traspasó la puerta de la cocina.

La castaña del otro día, María, llevaba una camiseta blanca y afortunadamente larga de mi hermano. A pesar de todo, se traspasaba el color oscuro de su ropa interior. La chica se sonrojó al instante, balbuceando varios tipos de disculpas que me hacía querer reír como una loca.

Por otro lado, una parte de mí quería mirar sobre mi hombro para averiguar lo que aquella preciosa chica estaba haciendo con Aiden. A pesar de que me había dicho que sólo podía pensar en mí, no era idiota. Tener a una chica con tan poca ropa delante, seguramente sería muy tentador... O quizá no.

Eso fue lo que pensé cuando Aiden apretó el agarre de mi cintura y empezó a acariciar disimuladamente mis muslos que desafortunadamente estaban envueltos por aquel estúpido vaquero. Sonreí cuando él posó levemente sus labios contra mi cuello y toda la preocupación que tenía desapareció.

-Tranquila, guapa -le dije sonriente cuando Dan se colocó a su lado y ella se escondía detrás de él mientras tiraba de su camiseta para tapar sus piernas-. Me alegra saber que mi hermano elige bien.

Ella se sonrojó todavía más y soltó varias disculpas antes de salir disparada de la cocina. Me mordí el labio para no reír. ¡Qué divertido!

-¡Sandra! -se quejó al instante Dan poniendo los ojos en blanco. Luego nos miró a ambos y levantó una ceja, poniendo una pose de padre a punto de echar una charla- ¿No deberíais estar trabajando?

Yo puse los ojos en blanco y abrí la boca para gritar un: ¡Aburrido! Pero Aiden se me adelantó.

-Deberíamos... Al igual que tú deberías estar descansando -le espetó mordazmente, entrecerrando aquellos azules ojos-. Te dije que descansaras, idiota. ¿Qué fue lo que no entendiste?

Aiden habló con esa voz seria, grave y autoritaria que yo sólo había escuchado en él en el trabajo, aunque al parecer también con mi hermano pues ni siquiera se sorprendió. Dan frunció el ceño con una expresión arrepentida -que claramente expresaba lo mucho que le molestaba que le reprendieran- mientras yo sentía ganas de girarme en su regazo y plantarle un beso en la boca. ¡Pero cómo me ponía cuando hablaba así! Bueno, y aunque estuviese borracho y drogado también. ¡Aquel moreno tenía la sensualidad corriendo por las venas!

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora