Capítulo veintiocho.

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Cortito, lo siento :( Subiré el siguiente cuanto antes... ¡Perdón por la tardanza!

El sonido de la multitud gritando era ensordecedor. Dan y yo habíamos llegado justo a tiempo para ver caminar a Aiden hacia el ring.

En cuanto vi a su contrincante, se me encogió el corazón. Había visto varias peleas de aquella Bestia, y el nombre que había recibido le definía a la perfección.

Era una Bestia completamente. Musculoso hasta el punto del horror, tenía una mirada asesina que me dieron ganas de correr en busca de ayuda. Por muy buen luchador que fuese Aiden, jamás podría vencer a algo como eso... Y yo no iba a ser capaz de aguantar y ver como le hacían daño delante de mis propios ojos.

El simple hecho de pensarlo me dolía.

Aún así, caminé hasta las gradas y me coloqué justamente en el mismo lugar en el cual vi la primera pelea de Aiden. Podía ver su espalda definida y sudorosa por el calor que hacía dentro del local; tenía la cabeza gacha mientras se apoyaba en el lugar que le correspondía, y cuando se cruzó de brazos supe que estaba molesto por algo.

Por mí.

Tragué saliva cuando la Bestia subió al ring. Le sacaba una cabeza a Aiden, y se rió cuando le miró.

Incluso con Aiden de espaldas, pude ver como se tensaba de forma radical. Estaba furioso... Y eso era algo que podría desconcentrarle.

-Por favor Aiden, no dejes que te haga daño...-supliqué en un susurro que se perdió entre la multitud, pero que ansiaba decir aunque él no lo escuchara. Como una oración.

Apretando la barandilla con fuerza por la tensión, escuché la presentación que el árbitro ofrecía... Y la pelea comenzó.

* * * * * *

Escupí la sangre que se acumulaba en mi boca y miré furioso a aquella maldita Bestia. Ahora entendía las burlonas palabras de Rodríguez antes de que saliese de mi salón... ¡Estúpido!

Miré a mi contrincante con la cabeza ladeada. Le había dado varios golpes que deberían haberlo dejado K.O. al instante, pero sin embargo ahí estaba, delante de mí, con una sonrisa torcida en sus delgados labios.

Le gustaba jugar sucio. La Bestia había aparecido de la nada y en pocos meses se había convertido en un importante contrincante. Y ahora entendía por qué.

-¿Estás listo? -preguntó el árbitro acercándose lentamente a mí, como si estuviese temeroso de que fuese a golpearle. Le taladré con la mirada y él tragó saliva-. Está... bien.

Dando varios pasos hacia atrás, miró a la Bestia y dio por comenzado el próximo round. Al instante me tensé y me lancé contra él. No podía perder más tiempo: cada segundo que pasaba Richard se acercaba, y... Sandra no podía encontrarse con él.

Por el rabillo del ojo la miré momentáneamente. Tenía la cabeza gacha, con el pelo tapándola del resto de gente y con los nudillos blancos de la presión que ejercía sobre la barandilla.

¡No! No podía desconcentrarme... y mucho menos ahora. Observando como la Bestia se acercaba a mí, me tensé. Este combate tenía que acabar... Ya.

* * * * * * * *

Salí de aquel local con el corazón en un puño. No era capaz de ver como Aiden acababa la pelea, no era capaz de aguantar que le golpeasen... Me dolía, aunque hubiese sido su decisión la de subirse ahí.

No entendía cómo mi madre había podido aguantar tanto tiempo, como pudo haber estado sentada en las gradas, observando como mi padre podía salir dañado noche tras noche. Yo jamás sería capaz de hacerlo, y me dolía saber que Aiden se dedicaba a esto.

Aunque pensándolo bien, no importaba nada. Aiden no quería que estuviese con él, así que no tenía por qué preocuparme...

Sin embargo, lo hacía. Yo... Le quería, y ya no podía ocultarlo más. Aiden tenía todo lo que me gustaba en un hombre, y saber que para él no era nada... Suspiré y me tapé la cara con las manos.

-Sandra...-susurró de pronto una voz desesperada.

Me tensé por completo y me giré alarmada hacia la voz. Tragué saliva al ver a un envejecido Richard.
Se había dejado crecer la barba -demasiado-, su pelo castaño estaba sucio y enredado y sus ojos brillaban con una pizca de desesperación y esperanza.

-¿Richard? ¿Qué te ha...?

-Sandra...-me interrumpió con nerviosismo-. Sandra necesito tu ayuda, necesito que me ayudes por favor -susurró aterrado, mirando hacia todas partes- ¿Por qué no contestas a mis llamadas? ¡Te he estado llamando durante horas!

Yo fruncí el ceño y me llevé inconscientemente la mano al bolsillo, hasta que lo recordé. Aiden.
Mierda.

-¿Me mandaste algún mensaje, Richard? -susurré aterrada.

Me tensé levemente cuando Richard me agarró del brazo con fuerza.

-¿Qué estás diciendo? -preguntó furioso-. ¿Piensas que esto es un juego? ¡He perdido todo lo que tenía por querer hacer justicia! Toda la información... Todo... Lo único que me queda son esas fotos. ¡Dámelas!

Fruncí el ceño ante sus palabras. ¿Cómo que había perdido la información? ¿Qué había pasado?

-Richard suéltame, me estás haciendo daño -gruñí, intentando apartarme-. Yo... Mierda, no quiero seguir con esto, estoy cansada y...

Él se rió de manera histérica.

-¡No puedes irte ahora, tonta! Tú eres la única que puede ayudarme, necesito que me devuelvas las fotos, ¿me has entendido? ¡Dámelas!

Yo me mordí el labio por culpa del dolor y negué con la cabeza.

-Yo... Yo ya no... Las tiene Aiden...

-¡¿Qué?! -gritó Richard, zarandeándome-. ¡Tienes que estar bromeando!

Yo intenté soltarme de su agarre, pero parecía imposible. Gemí de dolor. Con cada movimiento que hacía me clavaba los dedos en la piel.

Richard abrió la boca para seguir reprendiendome pero una voz, una ronca voz que yo conocía bien, resonó por toda la calle.

-Suéltala. Ya.

Su voz sonó fría, furiosa. Mirándole, me estremecí. Aiden estaba cabreado. Muy cabreado.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora