Capítulo veintitrés.

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Vergüenza era un término demasiado suave para lo que sentía en este momento. La mirada divertida de Aiden se estaba cargando el poco orgullo que me quedaba; cuando balbuceé en busca de algo coherente que decir... Simplemente lo perdí.

-¿Tu hermana? -mi voz sonó aguda, sorprendida y avergonzada. Su sonrisa aumentó- ¿Desde cuándo tienes una hermana?

-Desde... Digamos unos diez años -se rió él y yo me tapé la cara con las manos ¡Tierra trágame!- No deberías desconfiar tanto de lo que te digo, pelirroja -se burló él, apartándome las manos de la cara-, hace menos de una hora que he estado contigo... ¿De verdad crees que tengo fuerzas para algo más? Además... -se acercó a mi oído y susurró de forma divertida-: ahora, hacerlo con otras me va a resultar muy aburrido...

Me sonrojé al máximo; tanto que llegué a pensar que solamente tenía sangre en la cara.

-¡Pero que pervertido eres! -grité, para segundos después taparme la boca. Dan seguía por el estúpido piso y tras el numerito de sexo-en-el-sofá, me había dado cuenta de que las paredes eran casi de papel.

-Pero sólo lo soy contigo, pelirroja -sonrió de medio lado y dio un paso atrás-. Me haces imaginar cosas muy... Interesantes. En alguna de ellas acabas atada de manos... -mi boca se abrió y mi cuerpo se encendió al instante. ¡Oh, sí, un Grey para mí!

Él, al ver mi reacción receptiva e interesada, se rió y me miró con aquellos ojos brillantes de manera oscura. Me lamí los labios y él alzó una ceja.

-Mantén esa lengua oculta, pelirroja -susurró con voz ronca-. No sabes lo que me hace querer hacer.

Parpadeé lentamente, intentando calmar mi respiración. Estaba apoyada en la encimera, con las manos hundidas en la fría piedra mientras observaba a aquel monumento de hombre que tenía delante de mí. Con ese rostro de pecador brillando de manera oscura, esa pose de amo y señor mientras se apoyaba en la mesa con los brazos cruzados, y esa presencia única e intimidante. Gah, era como un maldito helado... ¡Y a mí me encantaban los dulces!

Inspiré con fuerza y parpadeé varias veces, tentada de preguntarle qué era exactamente lo que quería hacerme. Sin embargo, antes de que pudiera empezar algo que nos habría gustado a ambos, él cerró los ojos y suspiró.

-Deja de mirarme así, pelirroja...

-Pues deja de hablar así, moreno -le reprendí de vuelta. Él levantó una ceja e intentó decir algo pero mi hermano -que había aparecido de la nada- le interrumpió.

-¡Sandra! -gritó, mientras cogía a Poo entre sus manos. Me reí cuando vi a mi peluche revolviéndose como un loco, intentando moder a mi hermano- ¡Tu maldito perro tiene la rabia!

Yo empecé a reírme y me acerqué a Dan para coger a Poo entre mis brazos. Al instante se relajó y fulminó a Dan con sus grandes ojos negros, llenos de resentimiento. Dan le imitó y yo me tuve que contener para no reír. ¿Mi hermano y mi perro se odiaban?

-No creo que tenga la rabia, Dan -interrumpió un divertido Aiden- simplemente lo has traumatizado.

Me mordí el labio para no reír y miré a Poo con una disculpa.

-Lo siento, Poo. Te recuperarás, lo prometo... -él gimoteó triste ante mis palabras.

-Os odio, a los dos -señaló Dan seriamente. Le miramos de forma burlona-. Debería echaros a patadas de mi casa, incluido ese chucho desagradecido.

- No hará falta -intervino Aiden de nuevo, mirándome. Me sonrojé levemente-. Tu hermana y yo nos vamos, pero tranquilo... Volveremos.

-Que ilusión -dijo Dan sarcástico. Yo le miré como si no valiese nada y levanté una ceja.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora