Capítulo veintiuno.

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Me desperté con la risa atascada en la garganta. No quería abrir los ojos, pero a la vez lo deseaba pues sabía que él estaba ahí... Torturándome lentamente. Sentía como su lengua paseaba por mi estómago, lamiéndome con parsimonia y haciéndome temblar bajo él. Estaba hundida en el placer que suponía aquella bella tortura. De pronto, su recorrido fue ascendiendo hasta llegar a mis pechos. Me tuve que morder el labio para no gemir cuando succionó levemente.

-¿Estás despierta...? -su susurro ronco, mañanero, me hizo estremecer.

Sonriendo levemente todavía con los ojos cerrados, negué con la cabeza. Escuché su ronca risa contra mi piel, antes de que mordiera mi pecho. Solté una débil queja y entreabrí los ojos, encontrándome con la imagen más sexy que jamás había visto.

Aiden estaba sobre mí, dándole suaves atenciones a mi cuerpo, a la vez que sus brillantes ojos azules atendían la expresión de mi rostro. La respiración se me atascó al ver como sonreía de forma lenta, adormilada. ¡Pero qué guapo era!

Inconscientemente llevé mi mano hacia su pelo y hundí mis dedos en aquel maravilloso desastre negro, antes de tirar levemente de él para acercarlo a mí. Nuestras bocas colisionaron segundos después, y desde entonces decidí que aquella era la única manera que había para que me despertara con una sonrisa.

Cuando nos separamos, él sonrió todavía más.

-¿Estás despierta? -volvió a susurrar. Yo sonreí de forma traviesa y le besé de nuevo, simplemente porque quería.

-Ahora sí, moreno -le dije feliz. Él besó mi mejilla antes de apartarse de mí y acostarse a mi lado.

-Ah, bien... Porque llegamos dos horas tarde, y tu hermano está en el salón... Con su novia.

Yo le miré horrorizada. Oh, no. Miré la puerta de mi habitación, deseando que fuera un maldito portal hacia aquel estúpido edificio. Lamentablemente, sabía que no lo era.

Me mordí el labio y salté fuera de la cama -sintiendo la penetrante mirada de Aiden siguiendo cada movimiento que hacía- en busca de algo de ropa. Miré a Aiden, que todavía estaba acostado sin ninguna preocupación en su rostro. ¿Es que no iba a moverse?

-¿A qué esperas para vestirte? -fruncí el ceño cuando sonrió.

-No sé tú, pero no pienso salir ahí y cortarle el rollo a tu hermano -yo me quedé con cara de póker cuando me di cuenta de los débiles gemidos que atravesaban las finas paredes, y él añadió divertido-: No estoy preparado para verle desnudo, aunque su novia no está nada mal...

Mi ceño se acentuó y sentí una especie de celos corrosivos recorriendo mi estómago. Miré furiosa al moreno, que miraba hacia el techo con una sonrisa mal disimulada. ¿Que la novia de mi hermano no estaba mal? ¿El paleto se había atrevido a opinar sobre otra mujer conmigo delante... después de la noche que pasamos?

-Eres un auténtico imbécil -le solté entre dientes, furiosa. Él giró su rostro hacia mí con los ojos azules brillando divertidos, y se rió. Se movió hasta sentarse en el borde de la cama, y se puso los pantalones que anoche dejó en el suelo.

-¿Por qué? Es cierto -dijo divertido cuando acabó. Tenía una sonrisa en los labios, y aunque yo sabía que estaba intentando ponerme celosa, no podía evitarlo. ¡Me molestaba imaginarlo con otra!- ¿Me la das?

Señaló la camiseta que tenía a mis pies. Su camiseta. Sin poder contenerme, me agaché y se la lancé a la cara antes de girarme hacia el armario y seguir buscando la maldita ropa. Le escuché reír, y al instante noté su grande presencia a mis espaldas.

-No te imaginaba tan celosa -susurró en mi oído, divertido. Yo apreté los dientes y no pude contener el estremecimiento que sentí cuando enrolló sus brazos a mi cintura.

Él ya estaba completamente vestido, mientras que yo todavía estaba en ropa interior. Resoplé e intenté mostrar indiferencia.

-No soy celosa -mentí descaradamente. Era celosa y agresiva, y si él volvía a decir alguna tontería, le pegaría-. Sólo que es de insensibles hablar sobre otra mujer... ¡Con la mujer que te has follado!

Vale. Estaba cabreada y se notaba. Él apretó su abrazo antes de girarme y encararme a él. Su ceño había hecho acto de presencia y tenía una mueca en los labios.

-Yo no me he follado a nadie, bruja -dijo él entre dientes-. Yo he hecho el amor contigo, ¿comprendes? -me emocioné ante sus palabras, y él lo notó porque su expresión se suavizó-. Es muy diferente, y no quiero que vuelvas a hablar así. Para malhablado ya estoy yo, ¿Eh?

Yo hice un involuntario puchero y asentí. Sin embargo, no pude evitar responderle:

-Y tú no vuelvas a hablarme de otra mujer, ¿me entiendes, moreno? -el sonrió- ¡Ni en broma!

-Que tonta eres -soltó él, divertido- ¿En serio piensas que voy a pensar en otra... -acercó su boca a mi oído, y terminó la frase en un susurro- teniéndote delante de mí? -él bufó y besó mi cuello antes de añadir, casi de forma molesta-: Ni siquiera cuando no estás puedo hacerlo; te has hecho un puto chalé en mi cabeza, pelirroja -su voz sonaba avergonzada y divertida- sólo pienso en ti, y me desquicia.

Mi corazón se aceleró al saber que a él le pasaba lo mismo que a mí. Miré sus profundos ojos azules, que brillaban de manera feliz. Suspiré y me alcé para susurrarle contra los labios:

-Pues entonces tú, moreno, tienes un castillo con piscina en mi cabeza, porque... -me mordí el labio divertida y acabé uno de mis grandes secretos-: hasta sueño contigo.

Él soltó una carcajada cuando me sonrojé. Aún así, estaba feliz de habérselo dicho; sobre todo por el beso que me dio después, y que habría acabado en algo muy interesante si no hubiese sido por el grito de placer que se escuchó por todo el maldito apartamento.

Miré sorprendida hacia la puerta de mi habitación y casi me aterré al imaginar lo que mi hermano pequeño estaría haciendo sobre el sofá -en el cual no pensaba volver a acostarme- y con Poo de espectador. ¡Mi pobre perro, seguramente ya estuviese traumatizado y lloriqueando por las esquinas!

-Anda mira -dijo Aiden divertido-, si hasta hay chicas más gritonas que tú...

Le miré malhumorada y le golpeé en el hombro, avergonzada. ¡No era tan gritona! Él, sonriente y duro como una piedra, ni se inmutó. ¡Maldito boxeador!

Suspiré dramáticamente cuando por fin pararon los gemidos -cinco minutos después- y miré a Aiden cuando terminé de vestirme.

Había decidido tomarme el día libre -ya que hoy sabía que no sería capaz de presentarme ante Mikhail sin querer matarle- y pasarlo con aquel moreno que se estaba paseando por toda mi habitación.

-Aiden.

-¿Hmm? -dijo distraído, mirando unas fotos de cuando era adolescente. Vergonzosas y patéticas fotos adolescentes.

-Tienes que salir, no quiero traumatizarme y sé que tú eres fuerte. Aguantarás ver a mi hermano desnudo sin llorar.

Él me miró divertido y negó con la cabeza.

-Si salgo por esa puerta tu hermano va a pensar que me he pasado la noche bajo tu cama y va a intentar matarme.

Yo fruncí el ceño y me quejé, haciendo pucheros.

-No seas miedica, no puede matarte...-dije con voz divertida- eres su entrenador, ¿recuerdas?

Su sonrisa aumentó y se acercó a mí. Me emborraché de su olor y me mordí el labio con el corazón a mil por hora.

-Hagamos una cosa, ¿vale pelirroja? -yo asentí. Estaba empezando a gustarme ese maldito apodo, era excitante-. Nos quedamos aquí un rato más y mientras que tu hermano se larga, tú no te traumatizas con la imagen de tu hermano acostándose con alguien -su voz de pronto se volvió ronca, y me abrazó cogiéndome de las nalgas-, y yo disfruto de las vistas que me dan esos vaqueros de tu trasero, ¿te parece?

Yo me mordí el labio para no reírme y asentí con la cabeza, besándole con profundidad.

Gah, me estaba volviendo adicta a este enorme boxeador... Y ni siquiera me importaba. Estaba enamorada de él.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora