Capítulo treinta y seis.

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Mi cabeza latía a causa del dolor, pero me negaba a descansar; quería respuestas, y las quería ahora.

Miré a Daniel, que se había sentado en el sillón azul y luego a Sandra, que se había posicionado a mi lado, agarrándome la mano con fuerza y evitando mi mirada. Fruncí el ceño por eso. ¿Qué había pasado y por qué se negaba a mirarme justamente ahora?

-Aiden... -dijo Dan de forma dificultosa, como si le incomodara hablar de esto-. Llevas una semana recuperándote de todo lo que ha pasado, y... mientras tú dormías... han pasado cosas.

Fruncí el ceño y empecé a tensarme. ¿Qué mierda había pasado?

-Daniel...-le advertí en un gruñido.

Él suspiró y se llevó la mano a la nuca, frotándose con fuerza.

-Cuando salí corriendo tras Rodríguez, dejándote en el suelo a merced de tu padre y del policía, me sentí la persona más ruin del mundo, pero...

Espera, espera, espera. ¿De qué puto policía hablaba? Fruncí el ceño todavía más intentando recordar a alguien que estuviese en el despacho a parte de mi padre, el rubio o yo, pero no conseguí recordarlo. Abrí la boca con intención de buscar respuestas, pero antes de que pudiese decir nada Sandra se me adelantó.

-Daniel, idiota, él no lo sabe todavía -le amonestó mi pelirroja, frunciéndole el ceño. Luego posó sus grandes ojos negros en mí y dijo-: El rubio es policía, Aiden... Llevaba infiltrado desde hacía dos años y llevaba esperando una oportunidad como esta para poder encarcelar a tu padre, pero... -ella bajó la mirada y acabó la frase en un susurro-, la cosa no salió bien.

Maldije mil veces, cerrando los ojos con fuerza. ¿El hijo de puta había conseguido escapar...?

-Aiden -Dan interrumpió mis pensamientos de forma tajante. Cuando miré hacia sus ojos negros, tragué saliva-, tu padre no... Él está... Joder, Mikhail ha muerto.

Me quedé en blanco. Inmóvil. Abrí la boca para intentar decir algo pero no sabía el qué. Un sentimiento de culpa empezó a nacer dentro de mí, pero no por la muerte de Mikhail... Sino por el alivio que sentía al saberlo. ¿Cómo podía hacerme feliz la muerte de mi padre, por muy hijo de puta que hubiese sido conmigo y con todos los que quería? De pronto, la mano con la que agarraba a la de Sandra se apretó, y yo levanté mi mirada hacia ella.

Y lo supe; me aliviaba saber que él había muerto porque... ya no habría nada que pusiera en peligro a los que quería. Nadie amenazaría a mi madre, nadie asustaría a mi hermana, nadie se acercaría a Sandra, y... joder, por fin podría vivir en paz y tranquilo. Y todo por la muerte de mi padre; no, por la muerte de Mikhail.

-Lo siento, Aiden -dijo Dan, incómodo-. Aunque hubiese sido un hijo de puta era...

-Él no era nadie para mí -le corté de forma tajante-. Disfrutaba viendo el dolor de las personas a las que quiero, así que no lo sientas... porque yo no lo hago.

Sabía que había sonado cruel, pero había dicho la verdad y había sido algo liberador. Dan suspiró y su rostro se relajó.

-Bien, entonces puedo seguir contándote toda la mierda que pasó hace una semana, ¿no? -Yo asentí y él se aclaró la garganta-. Antes de que digas nada, no ayudé a tu padre por propia voluntad... aunque eso ya lo sabes -él suspiró y sus ojos brillaron atormentados-. Cuando me dijiste que Sandra había conocido a Richard en B.X., no me fié de él y cuando quedaron por primera vez... yo les seguí hasta su departamento -me tensé completamente, y Sandra se limpió disimuladamente una lágrima-. Yo no sabía nada de que Richard estaba recopilando información para denunciaros, hasta que tu padre me lo dijo... antes de amenazarme con matar a María si no le ayudaba a destruir todas las pruebas que él tuviese -su voz se volvió ronca, dolida, atormentada-. Yo nunca imaginé que Rodríguez le mataría, yo... Joder, no sé en qué estaba pensando, pero lo único que quería era salvar a María y alejarla de todo esto.

Sandra se soltó de mi mano y se acercó a Dan para abrazarle mientras él intentaba no llorar. Sentí un sabor ácido en la boca al recordarme a mí mismo tras matar al hermano de Richard; nunca lo superé... y sabía que no lo iba a hacer nunca.

-Después de todo lo que pasó con Richard y el forcejeo que consiguió que escapara -Sandra continuó hablando en el lugar de Dan, pues este estaba perdido en sus pensamientos, con la voz ronca por las lágrimas que intentaba contener-, llegué a la calle justo a la vez que los coches de policía. Cuando intenté volver a dentro me lo impidieron pero, joder, no podía quedarme fuera sabiendo que vosotros estabais todavía dentro... así que me colé -Sandra sonrió sin ganas-, me persiguieron unos policías pero... bueno, no me importaba mucho, la verdad -me miró fijamente y yo tragué saliva ante la intensidad de su mirada-. Lo único que me importaba era saber si estabas bien, así que cuando me dijeron que podías haber recibido un disparo yo... -su voz se quebró y yo deseé abrazarla con todas mis fuerzas-, yo pensé que no lo soportaría. Y cuando te vi tirado en el suelo, sangrando y tan pálido que asustabas me quise morir.

Dan se estremeció de forma visible, y yo con él. Pensar en ella sufriendo tanto me estaba matando, y más sabiendo que era por mí. No quería ni pensarlo.

-¿Y cómo... por qué sigo vivo? -pregunté de manera incómoda. Era extraño preguntarle eso a la gente, y sobre todo a ella.

-Porque el disparo que se oyó no fue el de Mikhail, sino el de Brad -dijo Sandra de forma seria-. Tu padre usó una pistola con silenciador, Aiden, así que la bala que te dio a ti no llegó a oírse en comparación con la de Brad, que resonó por todo el maldito local.

Yo miré sorprendido a los dos hermanos y tragué saliva. Joder, le debía la vida a una persona que ni siquiera conocía...

-¿Y qué pasó después? -pregunté con voz ronca.

-Los policías y los médicos entraron y cuando vi que te sacaban yo... -Sandra se sonrojó-, me desmayé.

Apreté los labios para no sonreír, pero no lo conseguí. Sandra se sonrojó todavía más y miró hacia otro lado, refunfuñando.

-Después solamente te trajeron aquí y... consiguieron salvarte -dijo Dan, saliendo de sus recuerdos-. Todavía tienes que arreglar algunas cosas con la policía, pero con el testimonio de Brad y el de Sandra, creo que no vas a cargar con nada de esto; tú no fuiste el causante, más bien una víctima más... como muchos otros.

Yo tragué saliva emocionado y sorprendido. ¿De verdad había acabado todo? ¿Por fin podría mantener una maldita vida normal?

-Avisaré a los médicos de que estás despierto -avisó de pronto Dan, poniéndose de pie y caminando hacia la puerta de la habitación-. Y creo que será mejor que te acuestes. No le va a hacer ninguna gracia que estés sentado después de todas las heridas que llevas encima.

Yo le obedecí mientras me acostaba lentamente, sintiendo pinchazos en la herida del hombro y en el costado, donde había un enorme hematoma.

Cuando nos quedamos solos, Sandra volvió a acercarse a mí y se sentó en el borde de la cama, cogiéndome la mano. El silencio que nos envolvió no era incómodo, más bien lo disfrutaba muchísimo pues ella estaba conmigo. Suspiré y ella habló:

-Tu madre y tu hermana han estado muy preocupadas por ti -susurró, mirando hacia nuestras manos unidas-, llegaron a pensar que te perdían... al igual que yo.

Mi corazón se encogió al oír su voz susurrante, todavía llena de dolor y miedo. Alcé mi mano libre y le acaricié la mejilla, sonriéndole levemente.

-Soy difícil de matar, Sandra -intenté bromear de nuevo, pero sus ojos se humedecieron-. Chhs, tonta... sabes que no iba a morir. No podía morir sin antes decírtelo.

Ella se quedó muda, sonrojada. Apretó mi mano de forma inconsciente y se lamió los labios nerviosa, antes de preguntar:

-¿Decirme el qué, Aiden?

Mi sonrisa aumentó, y sentí como mi corazón se aceleraba emocionado de poder por fin decírselo.

-Que te quiero, pelirroja.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora