Tenía el corazón desbocado y el cuerpo en tensión. Sabía que lo que iba a hacer se consideraba una completa locura, pero era la única manera de conseguir una oportunidad para que Sandra pudiese escapar. Ella era la única que me importaba en este maldito instante, y todo lo demás podía irse a la mierda.
Miré a Daniel, que tenía la misma expresión tensa y decidida que yo; todavía no tenía claro el por qué había tenido que ayudar a mi padre, y tampoco sabía cómo había averiguado la dirección de Richard, pero en cuanto saliésemos de aquí -si es que lo conseguíamos-, aquel pelirrojo y yo íbamos a tener una larga y productiva charla.
Soltando a Sandra del que podría ser nuestro último abrazo, la miré con el amor que sentía por ella. No había necesitado más que un maldito mes para conquistarme, para enamorarme, y para volverme un maldito suicida como ella era. Le sonreí levemente y sus ojos negros se humedecieron, sabiendo que este podría ser nuestro adiós.
Sin embargo, me negué a mí mismo que aquel fuese nuestro final. Moví la cabeza y le di un leve beso en los labios, un roce que me dio las fuerzas para hacer aquella locura que únicamente ella se atrevería a hacer: al instante siguiente, cuando mi padre me miró, yo le taladré con la mirada y sonreí tétricamente como sólo él hacía, para después abalanzarme sobre él.
El caos se desató y yo sentí como mi cuerpo entraba en acción. Hacía poco más de dos horas que había tenido una pelea con una maldita bestia, pero nada tenía que ver con Mikhail. Él era rápido, fuerte y a pesar de su edad, mejor que yo. Maldije con fuerza cuando recibí varios golpes en cadena que me hicieron tambalear hacia atrás, cayendo contra el suelo y golpeándome en la cabeza con fuerza. Gruñí, y desde mi posición pude ver momentáneamente toda la habitación. Dan había golpeado al rubio en la cabeza, y este estaba en el suelo intentando ponerse de pie; mientras tanto, Dan estaba forcejeando con Rodríguez para que soltase el arma y no pudiera dispararme por la espalda.
De pronto me di cuenta de algo, casi sonreí cuando vi que por primera y única vez la pelirroja había obedecido y estaba lejos del peligro... Aunque por supuesto, mi padre también se dio cuenta.
-¡Rodríguez ve a por la mocosa! -gritó furioso, golpeándome de nuevo. Su pie se hundió en mi estómago y sentí como todo el aire que retenía en los pulmones se esfumaba.
Rodé por el suelo, sintiendo como mis costillas me ardían de dolor. Mareado y confuso, odié profundamente a mi padre: ni siquiera para matarme podía jugar limpio... Pero estaba bien. Yo también podía hacerlo.
Cuando se acercó lo suficientemente a mí, abrí los ojos y le vi desde las alturas, con la pistola en la mano. Me fijé en que la habitación estaba casi vacía a excepción del rubio, que todavía estaba tirado en el suelo con la mano en la cabeza. ¿Cuánto hacía que Rodríguez y Dan habían salido tras Sandra? Me tensé levemente cuando intenté incorporarme, pero el dolor me venció y volví a caer, jadeante.
-Siempre has sido un molesto hijo de puta -gruñó Mikhail, cargando la pistola-. Con tu puta conciencia y tus ganas de jugar limpio... ¿has visto dónde te han llevado, mocoso? La puta de tu madre te jodió al darte esa humanidad que tienes... O al menos, que quieres tener, sin embargo no te engañes tú eres como yo. Vi tus ojos al matar a ese periodista, vi la frialdad y el odio.
Yo sonreí levemente y negué con la cabeza, sintiendo con cada movimiento como si me estuviesen pisando el cráneo.
-Te equivocas, Mikhail...-susurré, jadeante-. El odio que sentía y que siento no lo dirigía al periodista... Si no a ti. Odio todo lo que haces y representas... pero sin embargo, tienes razón en una cosa: soy tu hijo... y como tal, puedo comportarme como la sucia rata tramposa que tú eres.
Y tras decirle eso, actué como me prometí que jamás haría. Con un rápido movimiento, pateé su rodilla con fuerza, notando como cedía y se rompía. Mi padre aulló de dolor y cayó al suelo, retorciéndose y maldiciendo.
-¡Eres un hijo de puta! -gritó, rodando por el suelo y arrastrándose hacia la pistola que había caído a varios metros de él- ¡Te mataré!
Yo intenté moverme para impedir que alcanzara la pistola, pero la visión se me nubló. Jadeé intentando despejarme pero cuando mi vista volvió a su estado original, mi padre me apuntaba con una temblorosa pistola. Su pierna estaba colocada en un extraño ángulo, pero a él lo único que parecía importarle era yo. Maldije sabiendo que éste era mi fin.
-Despídete desgraciado -escupió Mikhail con una sonrisa fría y victoriosa-, porque mi rostro va a ser el último que veas.
Y después, un disparo sonó y todo se volvió negro.
* * * * * * * * *
Yo jadeé mientras corría de nuevo hacia el despacho donde se había oído un disparo. Media docena de policías estaban delante de mí, impidiéndome el paso, mientras que otros diez se encargaba de expulsar a la asustada gente del local. Aquel maldito sitio se había vuelto un infierno lleno de policías y de médicos.
De pronto, antes de que pudiese abrirme paso entre los policías, observé a Dan y a Rodríguez, este último esposado y con la cara llena de sangre. Mi corazón se apretó.
-Sandra -gritó Daniel, abrazándome con fuerza y besándome la frente.
-¿Aiden...? ¿Aiden...? -no era capaz de terminar la pregunta, pero Dan me entendió a la perfección.
-Se ha escuchado un disparo dentro del despacho, y no se atreven a entrar por si hubiese sido Mikhail el que lo hubiese hecho.
Mi corazón se apretó y mi ojos empezaron a soltar las lágrimas que tanto tiempo habían querido soltar. Aiden no podía... él no...
-¡Si no entran ya puede que él...!
-No se sabe a quién ha sido dirigido ese disparo, Sandra, puede que...
-¡Si hubiese sido Aiden el que hubiese disparado, ya hubiese salido!
Él se quedó en silencio y me abrazó con más fuerza, sabiendo que tenía razón. Me eché a llorar como una niña entre sus brazos, sin el consuelo de los únicos brazos que podían ahora mismo calmarme; los brazos de un hombre que, posiblemente, estuviese al borde de la muerte.
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CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]
RomanceCuando Sandra llegó al piso de su aborrecible pero a la vez querido hermano, jamás pensó que lo que descubriría allí cambiaría tanto su vida, como lo hizo. Ella llegó allí con la intención de encontrar un trabajo, un piso y por qué no, un novio. Sin...