Capítulo doce.

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Aiden.

Llegué al piso de Dan con la mente en otro lado. Precisamente, junto a una pelirroja malhablada y condenadamente sexy. ¿Por qué la maldita naturaleza había decidido hacer algo tan... Ella? Gruñí mientras recordaba nuestra discusión de ayer; verla subir al ring había sido mi jodida perdición. Había memorizado cada movimiento que ella hizo, sobre todo cuando se deslizó con agilidad entre las cuerdas... Gah, maldita fuera ella y ese cuerpo suyo.

Por no hablar de esa lengua tan ácida que tenía, pero que me excitaba al máximo. ¿Desde cuándo me gustaban las mujeres como Sandra? ¡Pero si ella no tenía nada de lo que yo buscaba!

O eso es lo que intentaba creer.

Bufé y negué con la cabeza, llamando al timbre del piso de Dan. La puerta de madera se abrió segundos después, y un amoratado Dan me saludó. Yo suspiré.

-Te dije que te pusieras hielo en esa mejilla, Dan -le reproché mientras entraba en su piso. Inconscientemente, busqué a la pelirroja con la mirada... Hasta que me di cuenta de donde estaba: sentada delante de un escritorio que estaba a metros del despacho de mi despreciable padre. Gruñí levemente: ese era un tema que tendría que hablar con Dan.

-Se me olvidó -se disculpó Dan, encogiéndose de hombros y lanzándose al sofá. Sus ojos negros me repasaron y luego los entrecerró-. De todos modos, ¿Qué te pasó ayer? En cuanto volví de la ducha desapareciste durante horas... ¿Mi hermana te dijo algo, a que sí?

Él suspiró y negó con la cabeza, mirando por el salón con la mente hundida en sus recuerdos.

-No es eso -dije entre dientes, apartando la mirada de él. Si Dan se enteraba de lo que quería hacerle a su hermana... Ah. Sonreí levemente. Seguro que intentaba matarme-. Sólo tenía asuntos que tratar, como este... -dije, metiéndome la mano en el bolsillo y sacando un sobre con el dinero de las peleas-. Te lo has ganado.

Él sonrió como un crío y me quitó el sobre de las manos, contándolo. Cuando se dio cuenta de que había más de la cuenta, sonreí.

-Aposté por ti, Dan -le dije mientras él abría la boca sorprendido. Yo me reí entre dientes-. Sería un entrenador pésimo si apostara por tu contrincante, ¿No crees?

Sus oscuros ojos brillaron con agradecimiento y sonrió.

-Gracias Aiden, en serio tío -yo me reí y negué con la cabeza, quitándole importancia.

-Hay algo de lo que tenemos que hablar, López -le grité mientras él iba a su habitación a guardar el dinero. Cuando volvió a sentarse en el sofá, él frunció el ceño y apoyó sus codos en sus rodillas, mirándome-. Tu hermana, Sandra.

-¿Qué pasa con ella? -la voz de Dan sonó preocupada. Me removí incómodo.

-¿Sabes dónde está trabajando ella? -pregunté de manera tensa.

-Sí... en un periódico...-de pronto, su ceño se acentuó y negó con la cabeza-. No puede ser, ¿está trabajando en el de tu padre? ¡Mierda! ¿Cómo se le ocurre? Es como meterse en la puta boca del lobo...

Yo bufé y asentí levemente con la cabeza.

-Tenemos que hacer que salga de allí, antes de que haga algo o...-Suspiré y me pasé las manos por la cara, apoyándome en el respaldo del sofá. ¿Por qué tenía que ser tan jodidamente testaruda?-. Mi padre no la ha reconocido, y eso es bueno... Al parecer, ella tampoco a él pero... Joder, ¿cómo puedo decirle quién es él sin que acabe odiándome a mí también?

Formulé la pregunta en un susurro mientras sentía un nudo en el estómago. La verdad es que sentía miedo de que eso ocurriera, de que mi padre fuese la causa de que otra persona saliese de mi vida. Cerré los ojos y oí a Dan suspirar.

-Ella no es tonta, se lo tomaría igual que me lo tomé yo... salvo que ella intentaría golpearte; pero la conozco, después recapacitaría...-su voz no sonó del todo segura y yo maldije interiormente.

-¿Cómo puedo decirle quién es mi padre? -hablaba en voz alta, pero no buscaba respuesta. Sabía que Daniel no la tenía, pero poder decir lo que sentía era algo... reconfortante- ¿Cómo le voy a decir que, a parte de ser el hombre que te ha metido en toda esta mierda y al cual le debes dinero, también es...?

-¡¿QUÉ?! -Gritó de pronto esa voz femenina que me perseguía en sueños. Me levanté al instante de sofá, al igual que Dan -que estaba pálido-, y ambos nos fijamos en la pequeña figura de Sandra. Maldije interiormente con el corazón latiendo desbocado. ¿Cuánto había escuchado aquella pequeña bruja pelirroja?

La observamos caminar echa una furia hasta nosotros, y tiró el abultado bolso al sofá, gruñéndonos con los ojos fríos de ira.

-¿Me estás diciendo que estoy trabajando para el hijo de puta que te tiene metido en estúpidas peleas ilegales? -gritó ella, apretando los puños a cada lado de su cintura.

Tragué saliva al ver esa parte tan fiera de ella. Con el pelo recogido en un moño, el cuello de la blusa blanca abierto y aquella falda que cubría casi la mitad de sus largas piernas... Cerré los ojos y negué. ¡Maldito sea, había estado a punto de decirle toda la verdad! Menos mal que intervino a tiempo... Suspiré. Todavía no podía decirle la verdad, no estaba preparado para su rechazo; no quería que me odiara. No todavía.

-Sandra, tranquilízate -sugirió Dan, acercándose a ella.

-¡¿Que me tranquilice?! ¡Voy a volver ahora mismo y voy a patearle la cara a ese estúpido! ¿Cómo se atreve a utilizarte de esa forma? -ella estaba fuera de sí, caminando por todo el salón. El sonido de sus tacones al chocar contra la madera del parqué hacía juego con la velocidad de mi corazón al chocar contra mi pecho. ¡Maldita sea estaba nervioso!

-Sandra basta ya -ordenó Dan con una voz imperiosa. Lo miré sorprendido, al igual que su hermana. Al parecer, ella tampoco había oído nunca ese tono de voz en su pequeño hermano-. Son errores míos, mis fallos. El dinero que le pedí es algo que tengo que devolver, y trabajar en su local para atraer clientes es lo único que puedo hacer, ¿entiendes?

Los ojos de Sandra, en vez de apaciguarse -que era justamente lo que Dan buscaba-, se oscurecieron todavía más.

- ¿Me estás diciendo que el local en el que trabajas, es de mi maldito jefe, también? -Yo bufé y miré a Dan que negaba con la cabeza, señalando que era un caso perdido.

-Olvídalo ya, Sandra -le gruñí, molesto por el enorme silencio que siguió a su pregunta-. Dan tiene que hacerlo y da igual quién se lleve el dinero, con tal de que lo deje en paz.

Ella me miró por primera vez, rencorosa. Observé como sonreía fríamente y soltaba palabras envenenadas:

-Claro que te da igual quién se lleve el dinero, ¿verdad Sr. Hunter? -sus frías palabras me atravesaron, encendiendo mi ira al instante-. Seguro que tú también estás contento de que mi hermano esté metido en esta mierda, ¿Era en serio cuando me dijiste que no sacabas tajada de esto? Porque sinceramente no me lo creo... ¿Por qué sino estarías ayudándole? ¡Eres un cabrón asqueroso, Aiden!

Apreté la mandíbula y atravesé su mirada con la mía. Sus oscuros ojos brillaron al instante con arrepentimiento, pero el daño ya estaba hecho. Miré a Dan, que tenía una expresión consternada en el rostro y caminé hasta el sofá para coger mi chaqueta.

-Muy bien entonces, Srita. López -dije con la fría voz que usaba mi padre-. Si esa es tu opinión sobre mí, adelante -sonreí de manera tétrica y ella retrocedió, asustada. Otro golpe que se clavó hondo en mí, ¿en serio temía que fuese a golpearla? Miré a Dan e hice un movimiento ligero de cabeza-. Mañana tenemos entrenamiento, Dan. No lo olvides.

Y caminé por el silencioso salón, hasta la salida. Joder, estaba deseando salir de allí para no lanzarme con aquella víbora pelirroja. ¿Cómo podía dolerme tanto lo que las palabras de una casi desconocida me dijese? ¡Como si debiese importarme lo que ella creyera de mí!

En cuanto cerré la puerta principal y empecé a caminar hasta las escaleras, oí el grito de Dan que retumbó por todo el pasillo:

-¡¿Pero se puede saber en qué estabas pensando?!



CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora