Capítulo quince.

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Sentía el estómago revuelto y la cabeza a punto de explotar. Despidiéndome débilmente de un confuso guardia de seguridad, salí de la pequeña sala con la cara pálida.

No podía ser. Era imposible que... él fuera el que dejó las fotos. El que dejó la amenaza escrita. Fruncí el ceño y me abracé a mí misma mientras caminaba distraída hacia el ascensor.

Entré en él con la cabeza gacha y los pensamientos dispersos, pero con la imagen de Richard en mi cabeza. No podía creerlo, ¿cómo podía ser que aquel chico con cara de ángel estuviera detrás de todo esto? ¿Por qué?

De pronto, sentí un escalofrío recorriéndome la espalda y miré disimuladamente sobre mi hombro para observar a la gente que había dentro del ascensor. Tuve que contenerme para no jadear cuando sus eléctricos ojos azules conectaron con los míos.

No sabía cómo, pero el corazón me latía a una velocidad insana. Sentí como el color volvía rápidamente hacia mi rostro y bajé la cabeza hasta mis pies cuando se extendió una leve sonrisa en sus labios.

Mordiéndome las uñas, me tambaleé hacia atrás cuando el ascensor se vació casi por completo, dejándonos a Aiden, a un par de oficinistas y a mí dentro de él.

Lo tenía detrás de mí, a varios centímetros. Inspiré con fuerza cuando al siguiente piso, volvieron a entrar otra horda de personas. ¡Malditas fueran las reuniones de la última planta! Ahora el espacio que nos separaba era mucho menor, y yo sentía que iba a colapsar de un momento a otro. Sobre todo cuando una de sus curiosas manos se posó sobre mi cintura. El calor se extendió por todo mi cuerpo, teniendo como origen su fuerte mano.

Mis pensamientos viajaban de un lado a otro, intentando distraerme para no chillar ante la frustración: por una parte deseaba girarme y alzarme para besar aquellos carnosos labios, pero por otra deseaba salir corriendo y esconderme. Y realmente, no sabía por qué.

No era virgen y estaba soltera, así que nada ni nadie me impedía tener relaciones con él... Sin embargo, había una parte de mí que sentía miedo, y por mucho que intentase omitirlo, era innegable. Me estaba empezando a sentir realmente atraída por él. Por el hijo de mi jefe. Por el entrenador de mi hermano. Por su amigo... Pero ni siquiera esas eran unas buenas excusas para el miedo que sentía... Me estaba empezando a gustar de verdad, y eso era realmente malo.

Y después estaban las fotos que tenía escondidas debajo de mi cama, y que seguramente iban a salirme bien caras. ¿En qué estaría metido aquel dios moreno? Suspiré temblorosa y negué con la cabeza mientras veía como los números de las plantas subían lentamente.

Quedaban tres plantas para llegar, cuando los dedos de su mano empezaron a moverse lentamente, dándome un leve masaje en la cintura. Maldije el estúpido vestido tan fino que llevaba y que me hacía sentir cada caricia como si estuviese desnuda ante él. ¡Iba a quemarlo en cuanto llegase a casa!

Me tensé e intenté apartar disimuladamente su mano de mi cadera, sonrojada. ¡Que estábamos rodeados de personas! De distraídas personas, sí... ¡Pero personas, al fin y al cabo! Ellos sólo tenían que mirarnos disimuladamente para darse cuenta de que la secretaria del jefe estaba siendo manoseada por el hijo del jefe. Lo que me faltaba, la tertulia de la cafetería, conmigo como tema principal.

Cuando conseguí mi objetivo y pude librarme de aquella mano pecadora, le escuché gruñir tan levemente que casi creí habérmelo imaginado. Sin embargo, cuando sonó el timbre del ascensor y las puertas se abrieron -haciendo que todas las personas salieran a escape hacia la sala de reuniones-, Aiden pasó lentamente por mi lado, y me susurró al oído con voz grave:

-Ven a mi despacho, ya.

Me estremecí con fuerza y observé a aquel hombre que convertía a mis hormonas en un grupo de adolescentes chillonas. ¡Maldito fuera él y su maldito cuerpo de adonis! ¿Es que no era ilegal llevar aquellos malditos pantalones? ¡Y esa camisa...! Desde luego, iba a ser un milagro si no llegaba babeando a su despacho.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora