Miré como Poo se acostaba en el sofá –increíblemente pudo subir él solo–, mientras yo me apoyaba en la pared y me mordía el labio con inquietud.
Mi hermano estaba dentro del baño, limpiando su herida y al parecer duchándose: pronto tendría que pelear otra vez, y cuanto más relajado estuviese mucho mejor.
Miré la puerta de salida con ansias de respuestas; a pesar de lo que me había dicho Daniel, todavía no me podía creer que ese playboy de ojos azules hubiese decidido ayudar a mi hermano por simple caridad.
Suspirando, miré a Poo y susurré:
–Voy a buscar al entrenador buenorro, Poo –me despedí–, si sale Dan, muérdele con tu firme dentadura perruna, ¿de acuerdo?
Poo, como buen e inteligente perro, ladró en asentimiento. Sonreí.
Salí de la habitación –si se podía llamar así– con cuidado. El pasillo estaba vacío, pero el frío se notaba en el ambiente. A pesar de las gruesas puertas de metal que estaban conjuntas al cuadrilátero, podía oír los gritos de las gentes mientras animaban a los boxeadores del ring. Me alegré de que mi hermano no estuviese subido ahí… por ahora.
Suspiré mientras sentía una fuerte presión en el pecho y caminé hasta la única puerta que resaltaba, la de Aiden. Tragué saliva y toqué tímidamente a la puerta mientras sentía el corazón latiendo como un tambor.
Me agarré mis propias manos, apretando con fuerza y preparando mentalmente las preguntas que le haría a aquel desconocido que parecía ser amigo de Dan; cuando la puerta se entreabrió de golpe, me sobresalté.
Aiden se estaba asomando por la pequeña abertura que había y me miraba con los ojos azules brillantes y… carmín por el labio y el cuello. Tragué saliva mientras miraba su pelo revuelto y su pecho definido y al descubierto.
– ¿Qué querías? –preguntó él, incómodo. Yo balbuceé cosas sin sentido como una idiota y cerré los ojos con fuerza.
Estaba completamente fuera de juego, con la mente en blanco y los nervios nadando por mis venas.
–Yo… yo sólo…–susurré de forma incoherente y bajé la cabeza mientras me cruzaba de brazos–. Había venido para preguntarte algunas cosas pero… estás ocupado, perdón.
Estaba por irme de aquella horrible e incómoda conversación, cuando él me agarró del brazo con fuerza. Miré fijamente sus ojos azules que parecían brillar como el hielo.
–¿Qué…? –le pregunté con voz entrecortada. Sentía el calor recorriendo todo mi brazo, procedente de sus dedos.
Él frunció el ceño y miró su mano, que agarraba mi brazo con firmeza. Al instante me soltó y negó con la cabeza levemente, susurrando algo que no pude oír.
–Hablaremos después, pelirroja –dijo él con la voz ronca.
–Me llamo Sandra, moreno –le espeté algo cabreada.
Él sonrió levemente, pero su sonrisa se borró al instante que oyó la voz de una mujer, procedente del interior de la sala.
– ¿Aiden? ¿Quién es…? –preguntó la chica desconocida. Yo tragué saliva y me mordí el labio disimuladamente.
–Ya voy, Alicia –dijo él voz con ronca, mirándome. Después añadió en un susurro con voz seria–: Cuidado por dónde vas, Sandra. Este sitio es peligroso.
Yo le miré con una ceja alzada y no pude evitar poner los ojos en blanco.
–Tranquilo entrenador –me burlé con la voz mientras daba varios pasos hacia atrás–, hace mucho que dejé de llevar chupete… pero gracias –inspiré una gran bocanada de aire y sonreí de manera falsa–. Que te lo pases bien.
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CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]
RomanceCuando Sandra llegó al piso de su aborrecible pero a la vez querido hermano, jamás pensó que lo que descubriría allí cambiaría tanto su vida, como lo hizo. Ella llegó allí con la intención de encontrar un trabajo, un piso y por qué no, un novio. Sin...