Miré con furia contenida a mi padre, mientras que él me devolvía la mirada con la misma intensidad. Me tensé como una cuerda, a la vez que él acercaba su rostro al mío y susurraba unas frías palabras contra mi rostro:
-No vuelvas a interponerte, Aiden, o te prometo que no saldrás vivo.
Apreté la mandíbula cansado de tantas amenazas. Estaba harto de tenerle miedo a las consecuencias de mis actos, estaba harto de tragarme todo lo que pensaba sobre él y sobre su puto negocio.
-Y tú no vuelvas a intentar tocarla, padre, porque no eres el único que sabe jugar sucio -espeté entrecerrando los ojos. Noté como Sandra me agarraba del brazo y tiraba de mí hacia atrás, separándome de él.
Suspirando, me giré y la abracé con fuerza, hundiendo mi rostro en su cuello y protegiéndola de Mikhail. Estaba cansado de que amenazara a todo lo que quería, y no iba a permitir que le sucediera nada a Sandra.
-Pronto estarán aquí -me susurró Sandra de pronto al oído, sorprendiéndome-. No hagas nada estúpido...
Yo fruncí el ceño, pero no dije nada. ¿Quién iba a venir? ¿Se había arriesgado a llamar a la policía? Me lamí los labios y suspiré notando como el silencio se extendió por la sala, frío y tenso, y sólo se rompió por la risa vacía de Richard.
-Así que era verdad... -dijo él, levantándose con dificultad del suelo y quedándose apoyado en la pared-. Eres tan hijo de puta como decían. Incluso tu propio hijo te detesta...
Mikhail miró a Richard como si no valiese nada, y apretó la mandíbula.
-Me importa una mierda lo que este imbécil haga -me señaló con la barbilla, y se apoyó en la mesa del despacho, mirándonos-. Bueno, centrándonos en lo de verdad importa... ¿Quién de vosotros dos prefiere morir antes? -preguntó él, señalando a Sandra y a Richard. Yo gruñí, a punto de saltar otra vez, pero el apretón de Sandra me paró.
-Mikhail -dijo ella, impasible y fijando sus grandes ojos negros en él-. ¿Por qué haces todo esto? ¿Qué es lo que quieres de nosotros? No vamos a decir nada, y aunque lo intentemos la noticia jamás saldría a la luz... ¿Para qué matarnos?
Mikhail se quedó en silencio, observándola con frialdad. De pronto, sonrió de manera tétrica y alzó la ceja en la que tenía la cicatriz.
-Porque me gusta, y porque no soporto que me desafíen, y mucho menos si no tienen posibilidades -Alzó su mirada azulada hasta la mía, y luego viajó a la de Dan-. ¿En serio creísteis que no sabía lo que ocurría en mi propio local? ¿En serio no os dabais cuenta de que sabía todo desde el principio? -trasladó su mirada hacia Dan-. Cuando un mocoso pelirrojo de gran parecido a Robert llegó a mis despachos hace meses atrás, buscando algo de dinero para poder seguir drogándose... me sentí pletórico -sonrió todavía más-. Incluso después de haber matado a vuestro padre y haberme convertido en campeón, la gente seguía dejándome bajo las sombras de Robert..., así que, ¿qué mejor venganza que castigando a su hijo? Seguro que el imbécil está revolviéndose en su tumba -se rió Mikhail.
Sentí como Sandra se tensaba, y Daniel la imitó. Incluso a pesar de que él estaba en la otra punta de la habitación, me di cuenta de que tenía todo el cuerpo en tensión y que estaba haciendo esfuerzos titánicos para no abalanzarse sobre mi padre.
-¿Y mi hermano? ¿Por qué tuviste que matarle? -preguntó una voz derrotada, cansada-. Él no formaba nada aquí.
Mikhail miró a Richard con los ojos entrecerrados.
-Tu hermano era un infeliz con ansias de héroe que acabó muerto por estúpido -Mikhail se cruzó de brazos y miró a Aiden-. Pero tengo que admitir que me vino muy bien... Gracias a eso Aiden ha estado muy servicial... hasta ahora.
Sentí como la culpa me carcomía cuando Richard me miró fijamente. Sabía lo que su mirada trasportaba, y odiaba ver el resentimiento en sus ojos. Sandra apretó su abrazo y yo tragué saliva con dificultad.
-¿Lo matasteis para que tu hijo demostrara su lealtad a ti? -preguntó Richard con voz desesperada y rota-. ¿Por qué...?
De pronto, todo ocurrió muy deprisa. Al principio, Richard estaba apoyado contra la pared, con la expresión abrumada por todos las respuestas que estaba encontrando, y al segundo siguiente su cuerpo hacía hacia adelante tras la explosión sorda de una pistola con silenciador.
El cuerpo de Richard cayó al suelo, desangrándose poco a poco y con la vida esfumándose de sus castaños ojos... Un recuerdo, un viejo recuerdo volvió a mi mente, y recordé, abrumado, la imagen que se repetía en mi cabeza: la muerte de ese periodista... de su hermano. Esos mismos ojos y ese mismo miedo.
Sandra gritó llorando e intentó acercarse a Richard, pero yo se lo impedí, abrazándola y odiando a cada instante que hubiese tenido que observar la muerte de alguien.
-Él no... no...-susurró entre hipidos contra mi cuello, clavando las uñas en mi espalda. Cerré los ojos y maldije mil veces.
Con la ira corriendo por mis venas, miré a mi padre, que miraba sorprendido hacia el cuerpo muerto de Richard, y luego miré a Rodríguez. Había sido él.
-Me estaba empezando a aburrir -dijo, encogiéndose de hombros como si eso fuese escusa suficiente.
Mikhail frunció el ceño hacia él.
-No vuelvas a matar a alguien a menos que yo te lo haya ordenado, ¿está claro? -espetó con frialdad-. Estaba hablando con él.
¿Pero es que eran imbéciles? ¡Una persona había muerto por nada!
Apretando los dientes, miré a Daniel, que tenía el rostro pálido y la mirada fija en el cuerpo de Richard. De pronto, como si hubiese notado mi mirada, levantó sus ojos hacia los míos.
En ese instante, su rostro se endureció y miró a Sandra, dándome a entender perfectamente lo que quería: sacarla de aquí. Bien; yo quería exactamente lo mismo.
-Tienes que salir de aquí -le susurré al oído a Sandra, aprovechando que mi padre estaba amonestando a Rodríguez. Ella se tensó y negó levemente con la cabeza, pero yo chisté y ella se inmovilizó-. Esto ya no es un maldito juego, pelirroja. Vas a salir de este maldito despacho, ¿entendido?
Yo suspiré con pesar cuando ella asintió levemente. Bien. Mirando a Daniel, me fijé en el rubio y en los enormes problemas que iba a dar. Era grande, fuerte y estaba armado... Era una puta locura.
Pero sin embargo, cuando volví a mirar a aquella pelirroja que había entre mis brazos, supe que valdría la pena intentarlo. Joder, claro que sí.
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CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]
RomanceCuando Sandra llegó al piso de su aborrecible pero a la vez querido hermano, jamás pensó que lo que descubriría allí cambiaría tanto su vida, como lo hizo. Ella llegó allí con la intención de encontrar un trabajo, un piso y por qué no, un novio. Sin...