Capítulo trece.

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Muchas gracias por los comentarios :3 (bueno y por las estrellitas y todo lo demás). Quería deciros que leo cada uno con muchísima ilusión, pero que hay veces que no sé que contestar n.n' Espero que no os moleste, besooos*-*

En cuanto la puerta del piso se cerró, me inundó una sensación de malestar. Parpadeé para contener las lágrimas mientras me tapaba la boca. ¿Cómo había sido capaz de decirle eso?

En ese momento recordé todas las veces en las que él había intentado que saliese de ese maldito despacho, y deseé golpearme la cabeza contra la pared. ¡Si es que era una auténtica tonta!

Miré a Dan mientras él soltaba improperios y me maldecía. Me empezó a temblar la barbilla y me lancé hacia él, abrazándolo por sorpresa.

-Lo siento mucho, moco -sorbí mis lágrimas, pero él no me correspondió el abrazo.

-No, Sandra. Esta vez te has pasado -él suspiró y noté como se zafaba de mi abrazo. Cuando nuestros ojos conectaron, los suyos brillaban con seriedad. Tragué saliva, parecía papá...- No te voy a perdonar hasta que no te disculpes con él.

Me mordí el labio, herida porque prefería a un amigo antes que a mí y me crucé de brazos de forma infantil. Aunque fue cruel lo que le dije, y no estaba segura de que no fuese cierto... ¿Qué podía demostrarme que estaba equivocada? Había pasado mi infancia rodeada de gente que traicionaba por un par de billetes, ¿Por qué él iba a ser distinto?

Sin embargo, aunque mi mente intentaba hacerme ver que lo que había hecho no estaba tan mal, mi corazón no parecía decir lo mismo. Desde que el moreno había desaparecido tras esa puerta, parecía latir dolor en vez de sangre. Me dolía el pecho y me ardían los ojos, pero... ¿Cómo iba a pedirle perdón?

-¡Por dios Sandra! -gruñó Daniel- ¡Pierde el maldito orgullo y ve a buscarle! Él no se merece lo que le has dicho.

Y mientras veía a mi hermano andar furioso hasta la habitación, lo decidí. Me bajé de aquellos asesinos tacones y salí corriendo descalza del piso mientras cerraba de un portazo.

Mientras bajaba por las escaleras, supe que me iba a romper la cabeza de un momento a otro: la falda no era lo más indicado para correr, así que bajar escaleras con rapidez era imposible; luego estaba aquella blusa blanca que se pegaba al cuerpo y parecía que me estaba asfixiando; y por último las malditas medias que me hacían derrapar en cada maldito descansillo. ¡Joder, iba a morir!

Bajé cuatro pisos con una increíble rapidez, y cuando llegué al último tramo, observé la ancha espalda de Aiden caminando hacia la puerta del portal.

-¡Espera! -grité bajando con rapidez los diez escalones que me quedaban. Sin embargo, para mi maldita mala suerte, resbalé en el último y caí de cara al suelo del portal.

Puto karma, pensé con dolor mientras me quedaba de rodillas en el suelo. ¡Bajaba cuatro malditos pisos sin caerme y tenía que resbalar justamente en el último de todos! Gimoteé mientras me sobaba la frente y cerré los ojos al ver que todo daba vueltas.

De pronto, noté una mano sobre la mía. Abrí los ojos que tenía inundados de lágrimas, y a través de ellas vi el bello rostro del moreno, que tenía el labio mordido para no reír. Él quitó mi mano de mi frente, y empezó a masajearla con cuidado. Sentí un calor recorriéndome todo el rostro y no supe si era causado por el dolor o por el roce de su mano.

Cuando él apretó levemente en un lateral de mi frente, jadeé de dolor.

Chichón a la vista... ¡Puto karma!

-¿Por qué vas sin zapatos? -preguntó él intentando que no se le escapara la risa-. Deberías tener más cuidado, descerebrada...

Cerré los ojos -que no me dejaban de llorar- e hice un involuntario puchero mientras sentía mis mejillas enrojecer.

-Pensé que sería más seguro bajar sin tacones -me quejé entre lágrimas como una niña pequeña; sin embargo no sabía que me dolía más: el cuerpo o el orgullo-. Luego recordé que era igual de torpe sin tacones, y...

De pronto, interrumpiéndome, él se empezó a reír a carcajadas y yo me quedé momentáneamente paralizada. ¿Cómo podía ser todavía más guapo cuando sonreía? Con aquellos hoyuelos, aquella risa ronca y el brillo divertido de sus ojos... Casi me alegré haberme caído.

Con una sonrisa y las mejillas sonrojadas, le di un suave golpe en el pecho.

-No te rías de mi torpeza, moreno -susurré mientras agachaba la cabeza. ¡No me atrevía a pedirle perdón!

De pronto, el me apartó un mechón de pelo que se había escapado de mi moño en el momento de la caída y me miró con aquellos ojos azules -que tenían un toque de diversión pasada- de forma seria.

-¿Por qué has bajado, Sandra? -dijo Aiden de forma seria- ¿Te has olvidado de decirme algo más? No sé, todavía no me has culpado de asesinar cachorritos.

Yo me mordí el labio cuando sentí un ramalazo de indignación. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo hiriente, me mordí la lengua y negué con la cabeza.

En ese instante, me di cuenta de la poca distancia que nos separaba y tragué saliva. Él tenía una rodilla clavada en el suelo y el brazo apoyado en su otra pierna. Bajé la mirada hacia mis rodillas -me di cuenta de que se me habían roto las medias- y reuní mis manos sobre mi regazo.

-No vengo a nada de eso -idiota-, sino... Yo vengo a... -me mordí el labio y levanté mi mirada, clavándola en la suya- ¡A pedirte perdón! Sé que lo que te dije no estuvo bien, también sé que tienes que estar jodidamente furioso conmigo, pero tienes que entenderme... ¡Tu padre está jodiendole la vida a mi hermano! Y yo...

De pronto, el reverso de sus dedos pasaron por mis mejillas y me apartaron unas lágrimas. Las miré sorprendida mientras que él las observaba con una dolorosa expresión.

-Te entiendo Sandra -dijo él con voz ronca- pero tienes que entenderme tú a mí. Mi padre ha hecho muchas, muchísimas cosas horribles... Que estoy intentando arreglar -él suspiró-. Me avergüenza decir que él es mi progenitor, pero esa es la verdad. Lo único que puedo hacer es intentar ayudar a la gente a la que él jode... Y... -él gruñó y me miró fijamente- no quiero que tú seas una de ellos. Por favor, alejate de todo esto... No hagas nada que pueda ponerte en peligro...

Yo negué con la cabeza, sintiendo en el corazón la profundidad de sus palabras. El parecía hablar desde el saber... ¿Acaso su padre le había hecho algo a él, a su propio hijo?

-No puedo dejarlo, Aiden -susurré. Él cerró los ojos con el ceño fruncido y una expresión de dolor-. No voy a abandonar a mi hermano -ni te voy a abandonar a ti-. Lo tengo decidido.

Él gimió de forma grave y negó con la cabeza. Cuando abrió los ojos, pasó su mano por mi mejilla haciéndome estremecer.

-Eres tan malditamente terca -gruñó Aiden, taladrandome con aquel par de ojos azules.

Tragué saliva cuando su boca se acercó lentamente a la mía, fundiéndose en una como llevaba deseando desde que me caí de esas estúpidas escaleras. Gemí contra sus labios, encantada por el sabor de su boca y hundí mis manos en su pelo, pegándole más a mí. Pronto, sus manos viajaron hasta mi cintura... Hasta que oímos un jadeo indignado.

Separándonos por falta de aire, miramos hacia las escaleras y vimos a una ancianita con el ceño fruncido y una mueca en los labios.

-¡Indecentes, maleducados! -gritó la mujer, bajando con lentitud los escalones que le quedaban. Levantándonos del suelo, nos alejamos de ella mientras seguía maldiciendo-: ¡Esto en mi época no pasaba! ¡Besándose en un portal, como dos vagabundos...! ¡Gah, cochinos, debería daros vergüenza!

Yo quería que me tragara la tierra mientras Aiden se reía detrás de mí. Cuando la mujer desapareció, se rió con fuerza mientras yo seguía en estado de shock. ¿Una anciana acababa de echarme una bronca?

Cuando miré a Aiden, él me besó de nuevo otra vez y yo me tensé, pensando que la mujer volvería a aparecer.

-Tranquila, pelirroja... -se rió él-. Era un beso de despedida -volvió a besarme-. Y este porque quería.

Me sonrojé y, después de un tercer beso, él se despidió. Parpadeando, me quedé mirando hacia la puerta del portal con una sonrisa tonta y una enorme felicidad en el cuerpo.

¿Pero qué me estaba pasando?

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora