Capítulo ocho.

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Una foto de Sandra :3 Sólo que tiene el pelo corto, y Sandra lo tiene largo... Jajaja bueno, no importa :)

Paramore \(*-*)/

Aiden.

En cuanto la puerta se cerró, quité la mano de su espalda como si quemara. Sentía la impotencia corriendo con fuerza a través de mí, y casi deseé zarandear a la maldita pelirroja que tenía delante y que me miraba con una expresión feliz.

-¡Aiden! -dijo ella con alegría- ¡Estoy dentro! ¡Tu padre me ha contratado!

Yo gruñí y negué levemente con la cabeza. Esto sólo iba a empeorar las cosas; conocía a mi padre, y conocía lo que intentaba con sus secretarias. Sin darme cuenta, empecé a caminar por mi despacho a la vez que intentaba calmarme. Sentía los músculos tensos y la furia recorriéndome por entero. ¡Ahora, encima de tener que proteger a Daniel en el maldito ring, tendría que ocuparme de que su terca hermana estuviese a salvo aquí, en la maldita boca del lobo!

-Aiden, ¿por qué estás así? -preguntó ella de pronto, haciendo que me quedase clavado en el sitio. Su voz sonaba dolida y sus ojos gritaban lo mismo cuando clavé mi mirada en la suya-. No lo entiendo... Si es porque piensas que voy a decir algo sobre lo que haces por las noches, puedes estar tranquilo que no diré nada...-su voz sonaba triste y yo me confundí todavía más. Ella había bajado la cabeza, y ahora jugaba con sus manos en una especie de tick nervioso-. Y si es... quiero decir, que tampoco tienes que preocuparte por otra cosa, si quieres puedo hacer como si no te conociera de nada y...

Le miré como si estuviese loca, y negué con la cabeza. ¡Dios que complicado era intentar hablar con ella, cuando no podía decirle la verdad!

-No es nada de eso Sandra -me pasé las manos por la cara y me apoyé en el borde de la mesa de cristal-. Realmente sólo... Joder, intenta hacer todo lo que mi padre te pida, ¿de acuerdo? Y si pasa algo que no deba pasar, me llamas al instante, ¿está claro?

Sandra me miró entre extrañada y asustada. La vi caminar hacia mí con un movimiento lento de caderas y suspiré pesadamente.

Y eso era otro enorme inconveniente. ¿Cómo iba a apartar mis manos de ella si la iba a ver todos los días? ¡Si incluso con el pelo enredado y la ropa arrugada me daban ganas de besarla! Gruñí cuando se paró a un paso de mí y tragué saliva al ver sus mejillas coloradas y sus ojos negros y brillantes.

-No va a pasar nada, ya te lo he dicho...-ella agachó la cabeza y empezó a morder su labio y el interior de su mejilla-. No es el primer jefe gruñón que me echaré a la cara. Sé controlarlo, ¿De acuerdo? No te preocupes por nada.

Ah, si sólo fuese eso que bien viviría. Mi padre era un hijo de puta, el peor de todos. Deseaba decirle toda la verdad para que de su expresión desapareciera ese tono confuso, pero ¿Cómo decirle que era mi padre el causante de todo su sufrimiento? ¡Joder, si hasta me asqueaba pensar en todo lo que él había hecho! Cerré los ojos y negué con la cabeza. No podía contarle nada sin la aprobación de Dan.

-Sandra... Por favor ten cuidado -dije con la voz ronca y con la culpa carcomiendome.

Ella me miró con una media sonrisa y negó con la cabeza, para luego hacer algo con lo que esta noche soñaría: pasó las yemas de sus dedos por mi mejilla, hasta pararla en la comisura de mi labio inferior. Se me quedó la respiración atascada en la garganta.

-Aiden...-dijo ella con voz jadeante. Yo tuve que apretar el borde de la mesa con mis manos para no atraerla hacia mí.

Control, Aiden... Control...

Agaché la cabeza intentando controlar el deseo que sentía, pero no pude. Levanté mi mano hacia su cadera y la atraje hacia mí, colocándola entre mis piernas. Noté su respiración contra la mía, mezclándose, y hundí mi mirada en la suya. Sus grandes ojos negros brillaban deseosos al igual que los míos, sin embargo sabía que esto estaba mal. La conocía de cuánto, ¿un día? No podía estar pensando en acostarme con ella, no después de saber que era la hermana de Daniel.

Sin embargo, mi cuerpo parecía ir por su lado. Ahora tenía mis dos manos en su estrecha cintura, acariciando su piel de manera inconsciente por encima de la camiseta con los pulgares. Ella se mordió el labio y cerró los ojos, evitando soltar un débil gemido.

-Sandra -gruñí como si me estuviese torturando-. Tienes dos malditos segundos para marcharte, o te juro que...

Ella hundió sus manos en mi pelo, pegando su cuerpo al mío y me miró a los ojos mientras suspiraba.

-Estás perdiendo dos maravillosos segundos, Aiden...-susurró ella mientras acercaba sus labios a los míos.

Gemí de manera ronca y mandé todo a la mierda. No quería pensar en nada más que no fuese en ella. De un movimiento brusco, pegué mi boca a la suya y casi grité cuando ella gimió contra mis labios.
Cuando nos separamos por la falta de aire, miré su boca con ansia de más.

De pronto, el teléfono que había sobre mi mesa sonó y yo maldije entre dientes. Miré sobre mi hombro hacia el identificador y bufé al ver el nombre de mi padre.

Sandra pareció despertar, pues abrió los ojos con las mejillas encendidas y dio varios pasos hacia atrás. Casi maldije cuando se alejó de mí.

Cogí con furia el teléfono y me tuve que contener para no gritar a aquel que, por desgracia, era mi padre.

-¿Sí? -gruñí, mirando con deseo la figura de Sandra.

-Aiden, ¿Mi secretaria sigue por ahí? -dijo él con una nota oscura en la voz. Apreté la mandíbula con furia.

-No, no está. ¿Algo más?

Le escuché crujirse el cuello.

-Cuida ese tono, hijo -dijo con la voz fría-. Esta noche pelearás de nuevo, y espero que hoy no recibas ningún golpe, fueron lamentables los descuidos que tuviste anoche.

Apreté la mandíbula, sintiendo el moratón del costado latir. Miré a la pelirroja que había sido la causante de que no estuviese atento a la pelea y sonreí de lado.

-No te preocupes, padre -dije con su mismo tono-. No volverá a ocurrir.

Y, dejándolo con la palabra en la boca, colgué y dejé caer el teléfono sobre la mesa de cristal. Sandra, ahora completamente consciente de lo que habíamos hecho, tenía la mirada fija en sus pies.

-Sandra -dije con la voz ronca. No podía apartar la mirada de sus labios... Sus rojizos labios-. Mírame.

Ella obedeció lentamente, sonrojándose cada vez más. Cuando nuestros ojos colisionaron, ella tragó saliva y cruzó los brazos bajo su pecho, elevándolo levemente. Sonreí, diciéndole con los ojos todo lo que me gustaría hacerle en este instante.

-Aiden creo que... Ah, debería irme -dijo con la voz susurrante-. Esto no...

Yo fruncí levemente el ceño y cerré los ojos.

-Vete -le dije con la voz ronca, dandole la espalda para que dejara de tentarme de mala manera-. Vamos, lárgate.

Apoyé las manos sobre el cristal, y observé mis nudillos mientras oía como salía casi corriendo de mi despacho. Cuando la puerta se cerró, suspiré y miré mi erección.

-¿Por qué te gusta tanto complicarme la vida? -gruñí furioso mientras me contenía para no salir corriendo tras ella.

Corto, lo sé... Lo siento pero no tengo mucho tiempo para escribir por culpa de los exámenes y... Esto es lo único que consigo:(
Lo siento y espero que os guste, intentaré subir lo antes posible, besoooos<3

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora