Epílogo.

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Me desperté con una sonrisa en el rostro y un suspiro saliendo de entre mis labios. Habían pasado cuatro meses desde que ocurrió todo y desde que Aiden había salido del hospital las cosas habían mejorado muchísimo, aunque todavía quedaban cosas por resolver.

Su madre Jayne había decidido mudarse de nuevo al centro de la ciudad para poder conseguir un trabajo y poder olvidar todo lo relacionado con Mikhail y los locales de boxeo. Además, Anne ahora podía asistir a clases de baile -que era lo que siempre había querido- y había conseguido nuevas amigas con las que podía jugar sin miedo.

Daniel y María habían empezado una relación seria, y me alegraba. María era justamente lo que mi hermano necesitaba en su vida, y si él era feliz con ella, yo también lo era.

Aiden y yo habíamos decidido empezar desde cero, sin boxeo, sin mentiras... Y era el cielo. Nos habíamos mudado a un enorme apartamento -que yo ni siquiera sabía que él tenía-, y ahora vivíamos juntos.

Sin embargo, los problemas que B.X. y Mikhail habían traído a nuestras vidas todavía no habían finalizado. Las declaraciones y los juicios sobre el asunto se habían alargado tanto que ni siquiera sabíamos cuánto tardaríamos en solucionarlo; sin embargo Brad -el policía-, había testificado que tanto Aiden como Dan habían sido obligados y por lo tanto habían quedado absueltos. Y eso era suficiente para mí.

Suspiré con pereza y me di la vuelta en la cama, quedando boca arriba. Miré con los ojos entrecerrados hacia el despertador y gemí de cansancio ante la hora: 7:45. Quedaban quince minutos para que, oficialmente, llegase tarde al nuevo trabajo que había conseguido en un pequeño y humilde periódico. ¿Por qué siempre me quedaba dormida?

Me senté en el colchón con lentitud, sintiendo leves molestias en la ingle. Sonreí sonrojada rememorando la noche de ayer. Bien, ahora recordaba el por qué estaba tan cansada. Me levanté desnuda de la cama, riéndome entre dientes, me puse una camiseta gris de Aiden -que estaba tirada en el suelo-, y caminé hasta el baño donde sabía que estaba Aiden.

Intenté abrir la puerta haciendo el mínimo ruido posible, y le sorprendí con los ojos cerrados con fuerza y la cabeza gacha con el ceño fruncido. Se me apretó el estómago al ver el dolor grabado en su rostro y suspiré, entrando y abrazándole por la cintura con fuerza, intentando trasmitirle el apoyo que necesitaba.

Aiden todavía no creía que todo hubiese terminado. Se quedaba horas en silencio, pensando y recordando todo lo que había ocurrido con Mikhail... Pero no podía culparle por vivir en el pasado. Cuando empezamos esta nueva relación desde cero, me contó todo lo que había tenido que pasar para poder proteger a su familia... Y todavía tenía ganas de llorar por el sufrimiento que él había tenido que pasar.

Sin embargo negué con la cabeza. Yo estaba allí para animarle, y eso es lo que iba a hacer. Por una vez, iba a ser yo quien le salvara a él. Le miré atentamente.

Llevaba una simple toalla blanca rodeándole la cintura, el agua de una ducha reciente recorriéndole la morena piel y su oscuro cabello goteando de manera rítmica sobre su espalda. Paseé mi mirada por su perfecto pecho y contuve un gemido. Deslicé mis uñas por su abdomen, subiendo y acariciando cada parte de su piel, y paré mis dedos sobre la cicatriz que tenía sobre el corazón. Mordiéndole suavemente el hombro, observé su rostro en el espejo.

Él abrió aquellos ojos que sólo él tenía y, como siempre, me quedé sin respiración. Tenía la mirada más profunda y descarnada que jamás había visto, y esperaba que... quien venía de camino la heredase. Me sonrojé levemente y sonreí con lentitud, imaginando como será nuestro futuro y diciéndole con la mirada lo mucho que le quería. ¿Cómo se tomaría la noticia?

-¿De nuevo? -susurré, restregando levemente mi mejilla contra la cálida piel de su hombro-. Aiden tienes que olvidar todo lo que...

-Lo sé -me interrumpió con un suspiro y una sonrisa triste. Levantó su mirada hacia el espejo, fijando su mirada en la fina cicatriz que lucía sobre el rostro-. Es sólo que... Cada vez que me despierto a tu lado, con una puta sonrisa en el rostro, se me acaba borrando al verme en un maldito espejo -negó con la cabeza y suspiró-. Odio parecerme a él y esto -se señaló la ceja-, no hace más que recordármelo a cada puto instante.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora