Capítulo veintinueve.

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Tenía el corazón acelerado. La sangre bullía por mis venas con rapidez.

Aiden respiraba con fuerza, con la cabeza gacha y la mandíbula apretada. Llevaba el pantalón negro que usaba para boxear, y se había puesto una camiseta negra a juego. Sin embargo, su frente estaba sudada, su ceja partida y la mejilla estaba empezando a amoratarse. Se me encogió el estómago cuando apretó los puños, repitiendo aquellas palabras:

-Suéltala, Richard. No voy a repetírtelo.

Con esas palabras, volví a la realidad... Y con ello al dolor. Miré con el labio mordido hacia la enorme mano de Richard, que aprisionaba mi brazo; estaba casi segura de que iba a dejarme marcas.

-¿Vas a matarme a mí también, hijo de puta? -gruñó Richard, mirando furioso hacia Aiden-. Parece que le has cogido el gusto, ¿verdad?

El nombrado frunció levemente el ceño, dando muestras de confusión, pero su rostro se volvió impasible al instante.

-Si no la sueltas, te aseguro que lo haré -se cruzó de brazos-. Deja a la chica en paz.

Richard se rió sin ganas.

-No lo intentes, sé perfectamente que la conoces -me miró con asco y me soltó, haciendo que diera varios pasos hacia atrás-. No sé cómo pude confiar en ti... ¡Me has traicionado! ¿Así me pagas que te dijera la verdad sobre tu padre?

Yo fruncí el ceño y negué con la cabeza. ¿Traicionarle? ¡Pero por qué todo el mundo pensaba eso de mí! Primero Aiden por el mensaje de Richard y ahora Richard por algo que ni siquiera sabía. ¿Qué se supone que hacía mientras dormía?

-No sé de lo que hablas, Richard, yo no te he...

-Sandra -gruñó Aiden furioso, mirando fijamente a Richard-. Lárgate, molestas.

Yo le miré indignada y me abracé a mí misma, sintiendo ganas de llorar. ¿Por qué me quería apartar de todo?
Abrí la boca para protestar, para gritarle que me dejara en paz, cuando me di cuenta de algo: sus ojos brillaban furiosos, cabreados, pero... También había preocupación. Mucha preocupación... Y era por mí.

Tragando saliva -y con ella todo lo que quería decirle y preguntarle-, asentí y miré a Richard por última vez, pidiéndole perdón con la mirada.

Cuando la puerta de entrada se cerró tras de mí, las lágrimas empezaron a salir.

¿En qué me había metido?

* * * * * * *

Nunca pensé que ver a Sandra desaparecer dentro de B.X. fuese algo que desearía. Sin embargo, ella lo acababa de hacer y yo sentía que podía volver a respirar.

Tenía el cuerpo en tensión, tanto por las ganas que tenía de abalanzarme sobre Richard como por el dolor que recorría todo mi cuerpo.

En cuando Sandra había salido de las gradas, me había inundado la desesperación y el miedo. Había atacado a la Bestia sin procurar protegerme, y aunque había conseguido -increíblemente- vencer, las heridas que había recibido iban a tardar varias semanas en curar.

-¿Ahora vas a matarme como mataste a mi hermano, verdad? Has mandado a tu putita dentro para que no vea el asesino que eres...

Las palabras de Richard me dolieron, clavándose con fuerza en mi conciencia. Miré a Richard con dolor, sacando de su rostro varios rasgos de aquel periodista que fue su hermano. Jamás pensé que volvería a sentir la pena que sentí en ese momento, pero al ver los ojos castaños y desperados de Richard, todo volvió.

¿Cómo podía decirle a un hombre que había matado a su hermano para proteger a mi familia? ¿Cómo hacerle entender que jamás quise hacerlo, pero que no tuve otra opción?

-No voy a matarte, Richard -dije con la voz ronca por los recuerdos-. Y no soy quien piensas, yo...

-¡Eres el asesino de mi hermano! -su voz sonó furiosa, dolida, por toda la calle- ¿O me vas a decir que es mentira, que tú no tienes nada que ver?

-No. Yo lo hice -me atraganté con las palabras, o más bien con la culpa que sentía-. Y tuve mis motivos para hacerlo -cerré los ojos, sintiendo todo el cansancio del combate-. Tu hermano estaba investigando algo a lo que jamás tuvo que acercarse... Y eso consiguió su muerte.

Richard apretó la mandíbula, con los ojos húmedos.

-Mi hermano sólo quería que tú y toda la escoria de esta ciudad pagarais por lo que hacéis... Y lo matasteis. Lo mataste... Por un sucio dinero.

Apreté la mandíbula, furioso de nuevo.

-Di lo que quieras... Y haz lo que quieras, pero no metas a Sandra en esto -gruñí-. Ella no tiene nada que ver conmigo, ni con toda esta mierda.

Richard sonrió de lado y se apartó las lágrimas de un manotazo.

-Te he dicho que no me mientas -apretó los puños, furioso-. Sé que Sandra está metida en esto, ella era la única a parte de mí que sabía dónde estaba mi piso, y esta misma tarde ha sido destrozado -su voz sonó resentida-. Todo. Las fotos quemadas, el portátil y la cámara de fotos rotos... Lo único que tenía y que podía ser de utilidad para hacer que pagarais... Destruido. ¡Por su culpa!

Yo fruncí el ceño, sin poder recapacitar nada más que lo de que ella había estado en su piso. Sola. Con él... ¡Un puto desconocido! Apreté la mandíbula cuando recordé lo que Richard le había dicho a ella:

"¿Y así me pagas que te haya dicho la verdad sobre tu padre?"

Él le había dicho todo. Él había conseguido que ella se metiese en todo esto... ¡Imbécil! ¿Cómo podía pensar que Sandra había hecho lo que dice?

-Ella no te ha traicionado, Richard, debe haber otra explicación. Sandra jamás ayudaría a mi padre por propia voluntad.

Richard tenía la expresión descompuesta, y cuando parecía que quería gritar de frustración, le oi a mis espaldas:

-Tienes razón, hijo... La hija de Robert jamás haría algo que me ayudase, pero su hermano Dan, sí.

Me tensé por completo. Girándome, observé boquiabierto la imagen que tenía delante de mí:

Mi padre acababa de salir por la puerta, con Rodríguez a su derecha y Daniel a su izquierda.

Este tenía la expresión ida, fría. Con los ojos negros brillando con odio contenida y el rostro desencajado de furia.

¿Pero qué mierda había pasado?

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora