Capítulo veinticinco.

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LO SIENTO MUCHÍSIMO, PERO ES QUE HE TENIDO PROBLEMAS CON EL ORDENADOR Y HE TENIDO QUE ESCRIBIR EL CAP. POR EL TELÉFONO T.T Espero que os guste y que me perdonéis...

Deseaba profundamente golpear a Aiden; sí, a pesar de que me volvía loca -en más de un sentido-, también parecía haberle cogido el gusto a avergonzarme.

Y lo conseguía.

La pequeña hermana de aquel torturador me estaba mirando con ojos curiosos, detectivescos, intentando averiguar por qué su hermano había estado excavando con su lengua en mi boca. Bien, ¿Dónde estaban los terremotos cuándo se les necesitaba?

Y lo peor de todo, es que ni siquiera sabía qué me molestaba más: la mirada curiosa e inocente de Anne o la sonrisa pícara y divertida de Aiden.

¡Pero cómo podía divertirse con esto!

-¿Estás bien? -preguntó Anne, ladeando su rostro hacia un lado y mirándome con curiosidad.

Yo tragué saliva y asentí rápidamente, golpeando a Aiden con el codo disimuladamente para que quitara su mano de mi cintura. ¡Qué indecente era, con su hermana pequeña delante!

-¡Sí! Estoy perfecta, genial... ¡Divina! -estaba nerviosa, mucho además. Y el idiota de Aiden no hacía más que aumentar mis nervios con su risita floja... ¡Idiota!- ¿A que sí, Aiden?

La pregunta salió de mis labios en un gruñido, mientras me apartaba de él lanzándole cuchillos con la mirada. Él sonrió todavía más y asintió.

-Sí, estás perfecta. Divina, si te gusta más...-idiota.

Anne se rió de forma espontánea y me quedé mirándola con una sonrisa. Que bonita era, la verdad.

-¿Os estabais dando un beso como en las películas?

Maldita televisión, malditas películas... ¡Maldita tecnología!

Quería que me tragara la tierra, y cuando Aiden rió me tapé la cara con ambas manos para ocultar mi sonrojo. Esto iba de mal en peor, y no veía forma de salir de aquí sin morir de vergüenza antes.

-No, Anne -oi la respuesta de Aiden y casi me lamenté, hasta que él dijo-: El nuestro ha sido mucho mejor, ¿Sabes por qué?

Yo casi me eché a llorar, pero sin embargo entreabrí mis dedos para poder ver a través de ellos. Era una masoquista. Aiden se había acuchillado delante de su hermana, y sus rostros estaban casi pegados. Anne sonreía con las mejillas rojas mientras negaba con la cabeza y se aguantaba la risa, a la vez que Aiden la miraba a ella con infinita ternura. Mi corazón se infló de amor por él, y al instante mis manos cayeron y observé mejor la imagen.

-Pues verás, enana -dijo riéndose-, el nuestro ha sido mágico -me miró de reojo y me sonrojé-. Y ha sido así...-y al instante entreabrí la boca, a la vez que Aiden le daba un beso en la nariz a Anne.

La pequeña se echó a reír y yo con ella. No me había dado cuenta de que había estado aguantando la respiración hasta ese instante; sentía el corazón desbocado y una sonrisa tonta en los labios. ¿Cómo podía ser ese hombre tan contradictorio?

Por un lado estaba el boxeador frío e implacable que había conocido y que había visto pelear sobre un ring, con su humor ácido y sus miradas penetrantes... Y luego estaba aquel hombre que era capaz de hacer reír a su hermana pequeña, de abrazarla y de besarle la nariz sin pizca de vergüenza. Y que la quería... Al igual que yo a él.

Cuando nuestras miradas se posaron, él alzó una ceja divertida y yo negué con la cabeza, agradeciéndole que me hubiese sacado de aquel lío.

De pronto, la puerta que conectaba con lo que parecía ser la cocina se abrió, y Jayne salió con un vaso de agua en las manos.

CONTRA LAS CUERDAS. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora